Día de fiesta en un pueblo de la Alcarria

Plácido Ballesteros
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Libros con Historia: 'Guadalajara en La Ilustración Española y Americana'

Día de fiesta en un pueblo de la Alcarria

Durante los últimos meses hemos dedicado esta sección de Libros con Historia a dar a conocer semana tras semana la obra pictórica de Isidoro Salcedo Echevarría, un artista hoy poco conocido para el gran público. Pero que a lo largo de las décadas de los años 70 y 80 del siglo XIX alcanzó un gran reconocimiento a través de los grabados que recogían sus dibujos, publicados por diversas revistas, entre las que hemos de destacar a La Ilustración Española y Americana. Dibujos que, como hemos ido indicando en nuestras entregas, en numerosas ocasiones terminaron siendo publicados como litografías coloreadas por diferentes editoriales.

Repasando los dibujos que hemos ofrecido a lo largo de las últimas 24 semanas, podemos llegar a la conclusión que el señor Salcedo sintió una especial predilección por la Alcarria, y más en concreto por los pueblos del entorno de Pastrana y Zorita. A los monumentos de casi dos decenas de pueblos de aquella comarca pertenecen la mayoría de los dibujos que hemos traído a estas páginas.

Por ello creo que, desde estas páginas, tras dar a conocer en ellas algunas de sus obras más interesantes relacionadas con nuestra provincia, puedo lanzar un reto a los estudiosos de la historia del Arte provincial: Isidoro Salcedo y Echevarría es un artista que bien merece un estudio monográfico que, por un lado, permita completar los escasos datos ciertos que conocemos sobre su biografía; y, por otro, analizar su obra pictórica en su conjunto. 

Cerramos nuestro acercamiento a los numerosos grabados que la revista ilustrada madrileña fue ofreciendo en los que se recogen dibujos del pintor Isidoro Salcedo relativos a nuestra provincia con el titulado Día de fiesta en un pueblo de la Alcarria, aparecido en el número correspondiente al día 30 de junio de 1886.

Se trata como todos ustedes pueden observar de una interesantísima composición, entre alegórica y realista, en la que el pintor supo recoger una completa serie de las diversiones que nuestros tatarabuelos y bisabuelos protagonizaban durante los días de fiesta en cualquiera de nuestros pueblos. 

Si atendemos a la breve reseña (no exenta de tópicos y referencias al tipismo rural) que el reportero Eusebio Martínez de Velasco le dedicó al grabado, el artista supo recoger la esencia festiva de nuestros pueblos tal como la percibían en la gran ciudad:   

«Alta, abrupta, pintoresca, surcada por anchos barrancos que sirven de cauce a cristalinos ríos, fértil en las colinas y en los valles, peñascosa y casi yerma en las alturas, la antigua Olcadia de los celtiberos y carpetanos, ya llamada Alcarria en la época de los sarracenos, por las alquerías y caseríos aislados en que moraban sus habitantes, comienza en las cercanías del castillo de Santorcaz o San Torcuato, aquella cuadrada torre que fue prisión del arcipreste Jiménez de Cisneros, después Cardenal arzobispo de Toledo y regente de España, y del famoso y desventurado D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias.

En cualquiera de los pueblos de esa histórica Alcarria, tan célebre por sus monumentos de la Edad Media como por la exquisita miel que labran en aromáticos jardines millares de enjambres de abejas, se pueden fijar las escenas del Día de fiesta que describe minuciosamente el lápiz del Sr. Salcedo en el grabado de la pág. 405: son hermanos gemelos todos los pueblos de aquella comarca, Pastrana, Zorita, Mondéjar, Tendilla … ocultos en hondonadas y engalanados con alfombras de verdura y toldos de parra, descollando por encima la torre de la iglesia y los macizos muros de algún viejo monasterio».

Lo cierto es que aquellos once dibujos, llenos de detalles, nos sirven para documentar muchísimos aspectos de la cultura tradicional de nuestra provincia.

No sólo los juegos más practicados entonces al aire libre: el Boleo a lo largo de algún camino próximo al pueblo, los Bolos alcarreños en algún espacio delimitado de la plaza, o los partidos de pelota en un frontón improvisado en la fachada de algún edificio grande. También los de mesa: el Mus "arrastrado", con el que se entretenían los hombres horas y horas en la taberna, o las "Treinta y una", a la que jugaban las vecinas a la puerta de las casas. 

Y, junto a los juegos más o menos cotidianos, Salcedo recogió en su lámina las diversiones vinculadas a los días de descanso (la caza o la pesca) y a las celebraciones más especiales distribuidas a lo largo del año: la Ronda que en las noches de algunas fiestas recorría las calles del pueblo, y el baile en la plaza que nunca faltaba al menos en las tardes del día de la patrona; y en el centro: los ratos entrañables que los hombres pasaban en la bodega.

En definitiva, todo el ciclo festivo recogido por un artista en dibujos con muchísimos detalles que, a mi juicio, es una abierta invitación a nuestros etnógrafos y folcloristas para que realicen un completo estudio de la lámina de Salcedo.

Hoy he decidido acortar mi comentario para que las páginas de La Tribuna de Guadalajara puedan acoger una gran imagen del grabado de Isidoro Salcedo como homenaje a aquel artista que tan bien supo reflejar nuestros pueblos tal como eran hace ahora siglo y medio.