Dulce premio

Antonio Herraiz
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Tiene 33 años y toda su vida ha girado en torno a las colmenas. Su padre le inculcó el amor por las abejas, «el animal más perfecto que existe». Acaba de recibir el premio Gran Selección a la mejor miel con D.O.

Dulce premio - Foto: Javier Pozo

Para conocer el idilio entre Eva Martínez (Guadalajara, 1988) y el mundo de las abejas hay que situarse en Horche y contar parte de la historia de Goyo, su padre. Es el fundador de la empresa que hace 25 años bautizaron como Ciudad de la miel y que es una de las mayores productoras de miel de la Alcarria con Denominación de Origen. 

Todo parte de una aventura que había nacido casi por casualidad: «Mi abuelo trabajaba cuidando una finca y un día tuvo que retirar un enjambre que se encontró en la casa. A partir de ahí empezó a comprar colmenas y a enseñar a mi padre». La miel que obtenían la despachaban en el sótano de la casa de los abuelos. «El día 8 de septiembre, en la fiesta de la Virgen de la Soledad, patrona de Horche, vendíamos casi toda la cosecha. Si había 120 kilos, se terminaban, y, si sacábamos 400, también». El siguiente paso fue profesionalizar todo el proceso, montando unas instalaciones dentro del término del pueblo que iban a servir de centro de venta y también de envasado del producto. «Habría sido mucho más fácil instalarnos en cualquier polígono de Guadalajara capital, pero queríamos mantener el vínculo con nuestros orígenes y por eso decidimos abrir la tienda en Horche». 

Ahora mismo cuidan y gestionan 1.400 colmenas, aunque han tenido épocas que han alcanzado las 1.600. Para que la producción sea óptima, practican la trashumancia. «Recuerdo a mi padre que empezó moviendo las colmenas en un Renault 4L. Durante todo este tiempo, hemos ido a Burgos, a Sevilla o a Granada. Era un sacrificio máximo. Ahora ese traslado solo lo hacemos a Valencia y de ahí vamos viniendo hacia la Alcarria. El invierno de allí no es el de aquí». 

Con Eva llegamos a una conclusión desconocida para la mayoría: las abejas son el animal más perfecto que existe. «Trabajan en equipo, ven más allá del espectro infrarrojo, comparten todo lo que tienen, defienden su casa y son capaces de soportar siete veces su peso. ¿Son o no son maravillosas?». Sin abejas no hay agricultura y la mayor parte de los alimentos que consumimos dependen de la polinización de estos insectos. 

La teoría está muy bien y luego hay que pasar a la acción sobre el terreno. Puedes hacer muchos cursos, formarte permanentemente sobre ese mundo inabarcable que es la apicultura, pero el verdadero aprendizaje se hace a campo abierto y junto a las colmenas. «Disfruto del mejor maestro que se pueda tener. Desde que tengo uso de razón, he acompañado a mi padre, que es quien me ha hecho querer y entender el mundo de las abejas». Y, a partir de ahí, curtirte a fuerza de picaduras, no solo las que te propinan estos polinizadores, sino también las que te pega la administración mediante el exceso de burocracia. «Para producir un kilo de miel, hay que hacer una cantidad de papeles que es excesiva». Luego arrastran problemas endémicos de la apicultura, como la varroa, que provoca la enfermedad más mortal de las colmenas, la importación de mieles chinas y, en el último año, el encarecimiento de todos los elementos que conforman el proceso: desde los materiales utilizados en la recogida de miel hasta los botes de cristal para el envasado. 

A Eva le acaban de entregar uno de los premios Gran Selección que concede el Gobierno de Castilla-La Mancha. Después de las oportunas catas a ciegas, en las que se tienen en cuenta el sabor y también el color o la textura, el jurado determinaba que la miel multifloral de la marca Guadalhor -dentro de la Denominación de Origen de la Alcarria- era la mejor de todas las muestras que se habían presentado. En esta convocatoria regional es el décimo cuarto premio que suma la empresa familiar, en la que también participa de forma activa su madre, Marci, y su hermano, Pablo. Además, han ganado otra media docena de premios en convocatorias nacionales a las que concurren mieles de toda España. «Estos reconocimientos vienen muy bien, aunque para mí tiene incluso más valor cuando te llaman miembros del jurado para comprarte miel. O cuando te escribe una carta un cliente anónimo diciéndonos que les ha encantado nuestra miel». 

Eva y su hermano han tomado el relevo de una profesión muy sacrificada. «Sorprende que haya mujeres apicultoras porque somos muy pocas y a veces me hacen preguntas un tanto absurdas. ¿Pero tú vas al campo? ¿Y sacas tú la miel? Evidentemente, sí. Si eres apicultor vas a sufrir, seas hombre o mujer. Que nadie piense que es poner unas colmenas e ir a visitarlas cuando te apetece». Y nunca dejas de aprender, ni tampoco de innovar, aunque, como en tantos oficios, lo esencial que ha funcionado durante toda la vida es mejor no tocarlo.