La 'sordera' del sistema educativo

EFE
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El actual modelo que se imparte en España a este colectivo en los colegios no garantiza que puedan aprender la lengua de signos desde la etapa infantil

La ‘sordera’ del sistema educativo - Foto: Foto de Kevin Malik en Pexels

Cada vez son más las voces que se alzan contra el sistema educativo de los niños sordos en España. Un modelo que no garantiza la posibilidad de adquirir la lengua de signos desde la etapa infantil de manera natural, lo que condena a estos pequeños a una discapacidad irreversible, a la dependencia de por vida y a la precariedad en su etapa de adultos.  

Esa es la denuncia que realizan, entre otros, los más de 9.000 padres de alumnos sordos que hay en el país, además de la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE), que han trasladado al Ministerio de Educación que se garantice una educación integral bilingüe a estos menores, es decir, en lengua de signos y oral -como el resto de alumnos- para que tengan igualdad de oportunidades.

«La educación en lengua de signos para el alumnado sordo y sus familias es un derecho, y nunca un privilegio que dependa de territorios, de mayorías, de recursos económicos, o de sensibilidades», explica la presidenta de la CNSE, Concha Díaz. Y esa educación debe impartirse en entornos donde haya otros niños sordos, que no sean la excepción en el aula, añade.

En España, son una minoría los alumnos de este colectivo que van a colegios o institutos ordinarios donde pueden seguir sus clases en lengua de signos con el apoyo de un intérprete y también de manera oral, como el resto de sus compañeros. Pero ¿qué pasa con la gran mayoría?

«A nuestra asociación nos llegan familias explicando que sus hijos siguen sin lenguaje (ni oral, ni de signos) hasta con ocho o nueve  años o que tienen adolescentes que han crecido en tierra de nadie, sin dominar ningún lenguaje», señala la presidenta de Volem Signar i Escoltar, Marian González Sánchez.

Esa asociación agrupa a familias de Cataluña que como Marian tienen hijos sordos. En esa comunidad, solo el 7 por ciento del alumnado sordo -137 niños de 2.044- estudia con la modalidad bilingüe, en este caso lengua de signos catalana y lengua oral.

«Tenemos niños gravemente deficientes por no haber adquirido el idioma», asevera la representante de las familias y maestra de educación especial. «La inmensa mayoría de los menores sordos están escolarizados en escuelas ordinarias con apoyo solo de audición y trabajando en oral, con la limitación que tiene en el seguimiento de los contenidos curriculares».

Además, muchos de estos chicos son «el único niño sordo de la clase», que siguen las clases de manera oral, sin intérpretes y tan solo con una ayuda que se limita a unas horas a la semana con un logopeda. «Están solos en el aula y juegan solos, es muy grave; y a eso se une que a algunos de ellos les diagnostican retraso mental o autismo», denuncian las familias.

Cada vez es más habitual que el primer paso sean los implantes desde bien temprano y esperar a ver si funcionan, descuidando el aprendizaje de la lengua de signos en esos primeros años cuando el cerebro es más moldeable.

Apenas el 20 por ciento de los implantes tienen éxito; para los que no lo tienen se opta por el aprendizaje de la lengua de signos, relatan.

«El aprendizaje de los signos de 0 a 3 años está totalmente olvidado y hasta los tres años no suelen empezar a hablar los niños por lo que estamos perdiendo mucho tiempo», asevera. «Hay que incorporar obligatoriamente la lengua de signos en su desarrollo; un niño sordo tiene que aprender como un niño oyente, pero él ya tiene una lengua».

El problema se agrava cuando los niños sordos llegan a los ocho años sin adquirir una lengua de manera natural, porque no han conseguido aprender la lengua oral. Hablan de «privación lingüística» con consecuencias no solo cognitivas, sino sociales y emocionales, denuncian las familias.

En los casos en los que el implante funciona, «los pequeños hablan, pueden conversar, pero por ejemplo, en situaciones ruidosas están perdidos», cuenta Marian González.

Maltrato institucional

En España, hay unos 9.500 alumnos con discapacidad auditiva, el 95 por ciento escolarizados en centros ordinarios y el otro 5 por ciento en educación especial.

«Pocas familias son tan afortunadas como para poder elegir una educación realmente inclusiva para sus hijos. Sigue sin existir una normativa estatal que garantice unos mínimos comunes para todas las comunidades, carecemos de una red de centros bilingües que garanticen el uso y el estudio de la lengua de signos y que cuenten con profesorado sordo», señala Díaz.

En Secundaria y enseñanza universitaria, aumentan las denuncias de estudiantes sordos «por la escasez o ausencia de intérpretes en los centros en los que cursan sus estudios», explica la responsable de CNSE, quien recuerda el elevado número de alumnos sordos que no superan los estudios superiores o directamente los abandonan.

«El resultado son personas con formación académica baja, precaria y que en muchos casos no pueden ejercer su vida ordinaria con autonomía, dependen de las ayudas económicas porque, en su mayoría, tienen trabajos de mala calidad, además de mal remunerados», lamenta.

Ejemplos a seguir

Es mucha la normativa que ampara a las personas sordas, sin embargo esta no suele cumplirse como se desearía. Así, la ley 27/2007 protege el derecho de las personas sordas y sus familias a aprender y usar la lengua de signos y exhorta a las administraciones educativas a disponer de los recursos para facilitarlo, además de ofertar modelos educativos bilingües, explica Díaz.

También la Convención de los Derechos del Niño ha insistido repetidas veces en la importancia de promover la educación en la lengua natural, una idea que también contempla la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Además, el decreto de Educación de 1 de febrero, sobre Educación Infantil, incluye en su articulado la lengua de signos como parte de la oferta educativa, «pero no como obligación», apuntan.

A pesar de todas las trabas, destacan los modelos de Madrid y Murcia, donde hay colegios bilingües a los que asisten los niños sordos junto a otros que no lo son. Un sistema que funciona y que piden que se extiendan a otras regiones.