Premio a la entrega

Beatriz Palancar Ruiz
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Las seguntinas Irene y Rebeca Gómez Perdigón regentan el negocio 'Gustos de Antes', un despacho de panadería, churrería y pastelería que les ha hecho merecedoras del premio de la Junta por el Día de la Mujer Rural que se celebra el 15 de octubre

Premio a la entrega - Foto: Javier Pozo

El trabajo bien hecho tiene recompensas. La primera es la satisfacción propia, la más difícil de ganar es la confianza del público y el reconocimiento público a veces llega en forma de premio como el que han conseguido Irene y Rebeca Gómez Perdigón por el Día de la Mujer Rural, que se celebra el próximo 15 de octubre, en el teatro de Belmonte.

Vienen de una familia numerosa. Son la antepenúltima y la pequeña de siete hermanos. Además, provienen de una tradición churrera que comenzó su abuela en Jadraque, de donde también era su padre, que mantuvo esa misma profesión. Estas dos circunstancias, han impreso en su carácter el valor del sacrificio tan necesario para sacar adelante un negocio rural.

Irene y Rebeca nacieron en la Ciudad del Doncel, a donde se trasladó su padre desde Jadraque cuando supo que se quedaba libre la plaza de churrero. Ambas han trabajado codo con codo con él. Irene recuerda con cariño las fiestas de las pueblos de la comarca a las que iban con su puesto de churros, mientras que Rebeca tuvo el honor de compartir con sus padres los últimos años antes de su jubilación. 

Premio a la entregaPremio a la entrega - Foto: Javier PozoY ese fue el punto de inflexión de su historia actual. Rebeca tenía claro que no quería continuar sola con el negocio familiar y propuso a su hermana, que entonces vivía en Cataluña porque ya había reconvertido su camino profesional al mundo de la panadería, aliarse para abrir un negocio juntas. 

Irene puso condiciones. Quería seguir haciendo pan, que es lo que más le gusta, y apostaba por hacerlo de una manera artesana. Rebeca aceptó. El 4 de marzo de 2016, en un local diferente al de la antigua churrería de sus padres, nació ‘Gustos de Antes’, en el que se combinan cafetería y tienda en la que es posible adquirir pan de muchas variedades, bollería y pastelería, además de, por supuesto, unos ricos churros o porras. Todo artesano.

Con ellas trabajan sus hijas. Y aunque contrataron a una persona más, los comienzos no fueron nada fáciles. Les costó mucho sacar el negocio adelante: «La churrería fue el enganche. Al principio, lo pasé muy mal. En verano, metimos a dos personas más. Yo no salía del obrador. El negocio iba bien pero no para meter más personal. Poco a poco, empezamos a tener más clientes, el tema de la hostelería nos fue funcionando bastante bien y pudimos meter a otra persona para que me ayudara en el obrador», relata Irene, quien destaca que han ido creciendo hasta reunir una plantilla de 17 personas que les ha permitido poder abrir, este mismo año, un segundo obrador en Sigüenza y una tienda en Jadraque.  

Premio a la entregaPremio a la entrega - Foto: Javier Pozo«Realmente, nuestra infancia la pasamos en Jadraque. Igual que Sigüenza, se merece que nos conozcan y nos valoren. Había mucha gente de Jadraque que nos venían a comprar el pan a Sigüenza. Los pueblos se están muriendo y que abran negocios nuevos, les da aire fresco. Nosotras abrimos con muchas ganas y la gente está tan contenta. En invierno, trabajamos algo menos, pero luego en verano tenemos que dar el cien por cien de nosotros», reconoce Irene. 

humanidad. Les gusta su vida en el pueblo, aunque reconocen que son unas afortunadas por vivir en Sigüenza. Atienden una ruta de reparto de pan y otros productos de su tienda a siete pueblos de la comarca que, si no fuese por ellas, no tendrían pan diario. Cada vez que les llama un alcalde, incorporan una nueva parada en ese camino.

«Para mí, Sigüenza no es la España vaciada, pero cuando vas a repartir a los pueblos de alrededor, te das cuenta que aquello sí que lo es. Que tengas esa comunicación con los pueblos, es básica. No merecería la pena pero si no vamos nosotros, esa gente sí que muere porque no tienen pan diario para comer. El 95% es gente mayor. Son agradecidos y muy cercanos. Igual vendes diez barras de pan pero tienes que hacer la media de lo que hay en verano y en invierno. Tienes que seguir atendiéndoles. Cada vez que me llaman, tengo que hacer reestructuración porque no puedo perder la artesanía que tengo», dice Irene, quien cuenta con cariño como, esta misma semana, ha llegado un poco más tarde al reparto de Villaseca y los vecinos han llamado a la tienda preocupados por si había tenido algún percance.

Premio a la entregaPremio a la entrega - Foto: Javier Pozo Defienden su artesanía y creen que es vital adquirir las materias primas en el entorno para que los pueblos puedan sobrevivir. Al mismo tiempo, reconocen que su principal problema es encontrar personal para trabajar los fines de semana y afincarse en el mundo rural.

«No es lo mismo abrir un negocio en un pueblo por el personal o el transporte, que en una capital.  Sigüenza, al ser un pueblo grande, y estar cerca de Guadalajara, es más fácil», mantiene Rebeca.

Por humanidad, no dudaron a la hora de atender pedidos de aquellos que estaban confinados en su casa por el Covid, o que vivían fuera, sobre todo en Madrid, y querían regalar una tarta o unos pasteles a sus padres por sus cumpleaños ya que no podían ir a visitarles por el cierre perimetral. 

Premio a la entregaPremio a la entrega - Foto: Javier PozoLos pueblos que atienden han estado llenos de vida los dos últimos veranos, lo que les ha ocasionado mucho trabajo, que agradecen, y, ahora, valoran positivamente cómo ha comenzado este otoño. 

Sus productos variados y artesanos convencen y les han dado un más que merecido premio.