El general Emilio Herrera Linares, pionero de la aviación

Plácido Ballesteros
-

Su formación se llevó a cabo en Guadalajara

El general Emilio Herrera Linares, pionero de la aviación

Al comienzo de su artículo, Marvá y Mayer dejó consignado que en aquellos momentos de mediados de 1906 era «innecesario que presente a los aeronautas que tripularon el Huracán; bien conocidos son de los lectores de La Ilustración y del público todo, en España y en Europa, por su intrepidez y pericia demostradas en numerosas ascensiones y concursos aerostáticos. En el celebrado en París el año 1905 alcanzaron el segundo premio, en lucha con renombrados aeronautas extranjeros». Veamos brevemente cual había sido la trayectoria de ambos para conseguir aquel prestigio que con sólo citar sus nombres bastaba.

Jesús Fernández Duro (1878-1906), nieto del fundador de la primera gran siderurgia española, amplió sus estudios de Ingeniería y Mecánica en Suiza y Francia. En 1902, entre septiembre y diciembre, realizó con su automóvil el trayecto Gijón – Moscú, recorriendo más de 12.000 km. Evento del que se hicieron eco los medios deportivos de numerosos países, con lo que el prestigio del ingeniero español creció en toda Europa.  

Aficionado a la naciente aeronáutica, adquirió un globo en Francia, el Alcorán, con el que obtuvo el título de piloto de globo en el Aero Club de Francia. A su regreso a España, en 1904, tras realizar numerosas exhibiciones con el Alcorán, promovió con los ingenieros militares Vives Vich y Kindelán la fundación del Real Aero Club de España, inspirado en el francés.

Al año siguiente, en 1905 participó en el proyecto que la Asociación Científica Internacional de Aerostación puso en marcha para la observación del eclipse solar que se produjo el 30 de agosto. En España la misión fue encomendada al Servicio de Aerostación Militar, cuyos responsables destinaron dos globos, pilotados respectivamente por el coronel Vives y el capitán Kindelán; solicitando también la colaboración del señor Fernández Duro para que uno de sus globos participara en el evento. En la ascensión del Alcorán le acompañó como copiloto el teniente Emilio Herrera.

La colaboración de Fernández Duro y Herrera Linares se mantuvo en los meses siguientes, de manera que en octubre de ese año se inscribieron en la mayor competición europea de aerostación, el Grand Prix de Paris, organizado por el Aero Club de Francia. Como ya se ha indicado, nuestros aerosteros consiguieron el segundo puesto al realizar una travesía de 1.300 kilómetros, que les llevó hasta Moravia en centro Europa. La hazaña conllevó, además de conseguir la Medalla del Aeroclub parisino, que el gobierno francés nombrara a ambos Caballeros de la Legión de Honor.

Al año siguiente, esta vez en solitario, Fernández Duro realizó una nueva proeza: la conquista de la Copa de los Pirineos, premio creado por el Aeroclub de Burdeos para quien, saliendo de Pau (Francia), cruzara los Pirineos y descendiera en territorio español recorriendo la máxima distancia. Nuestro personaje, tras cruzar la cordillera, llegó hasta Guadix, en Granada. Era el mes de enero. Poco después, a comienzos de abril, realizó en compañía de Herrera Linares la travesía del Mediterráneo de la que hoy hemos dado sus detalles más importantes.

Desgraciadamente su muerte prematura en agosto del año siguiente impidió a nuestro personaje desarrollar sus nuevos proyectos, relacionados ya con la aviación, para lo que había encargado la fabricación de un aeroplano en los talleres franceses de Mallet y Tatín.

Veamos ahora los hitos principales de la semblanza de Emilio Herrera Linares (1879 – 1967): ingeniero militar aeroespacial y destacado aviador y científico.

Su trayectoria como aerostero hasta su encuentro con Fernández Duro en 1905 había discurrido en Guadalajara. A nuestra ciudad había llegado desde Granada, su ciudad natal, con 17 años para incorporarse a la Escuela de Ingenieros Militares. Aquí se graduó como teniente en 1901, asistiendo en sus últimos años de estudio al desarrollo del Servicio de Aerostación del Ejército y a la creación de la primera escuela práctica de esta disciplina.

En junio de 1905 obtuvo el título de piloto de globos aerostáticos. Su magnífica preparación y su prestigio como incipiente científico llevó a los responsables del Servicio de Aerostación a designarle copiloto del globo Alcorán en la misión destinada al estudio del eclipse solar a finales de agosto de ese año, como hemos visto. De la colaboración con el famoso aerostero asturiano en los años siguientes ya hemos hablado en los párrafos anteriores. Nuestro personaje, al igual que su amigo, pronto se vio atraído por la naciente aviación.

 En 1908, ya ascendido a capital, fue comisionado junto a otro de los pioneros de la nueva forma de volar, el capitán Kindelán, para asistir a la demostración que los hermanos Wright hicieron en Alemania con su aeroplano, para informar de las posibilidades de uso militar de aquel aparato. Sus informes convencieron al responsable de la Sección de Aerostación, el coronel Pedro Vives, para que España apostara también por la aviación, sin abandonar el desarrollo de los globos y dirigibles.

En ambos campos destacó Emilio Herrera Linares. Fue uno de los primeros cuatro pilotos de aviones, junto a Kindelán, Barrón y Ortiz de Echagüe, salidos de la escuela de pilotos que el ejército español puso en marcha en 1910 en Cuatro Vientos con aviones tipo Farman; siendo comisionado para asistir en la localidad francesa de Pau durante un mes para familiarizarse con un nuevo modelo de avión, el Niéuport. A su regreso el coronel Vives le nombró instructor de la segunda promoción de pilotos.

En los años siguiente, Herrera Linares siguió compatibilizando sus tareas como instructor militar de pilotos de avión, con las de estudio en materia aeronáutica y práctica con globos y dirigibles. De esta manera, entre 1914 y 1936, además de participar en varias campañas de la Guerra de África, se convirtió en uno de los expertos más prestigiosos a nivel mundial de estos campos. Además, en su carrera profesional, en ascensos sucesivos a lo largo de aquellos años llegó a alcanzar el grado de general.

Veamos los datos fundamentales. En 1914 protagonizó, junto a Ortiz de Echagüe, la primera travesía en avión entre África y Europa, realizando un vuelo entre Tetuán y Sevilla, hazaña que conllevó su nombramiento por el rey Alfonso XIII como "Gentilhombre de cámara con ejercicio" de la Casa Real. Pocos años después, en 1918, promovió la creación del Laboratorio Aerodinámico, ubicado en Cuatro Vientos, con unos innovadores túneles de ensayos aerodinámicos, en el que a partir de 1921 se realizaron todo tipo de ensayos y experiencias, en los que participaron un amplío plantel de ingenieros, para conseguir materiales más ligeros, resistentes y efectivos. Entre los logros más destacados cabe señalar las pruebas del «autogiro» diseñado por Juan de la Cierva; también el desarrollo de diverso material que mejoró los dirigibles. 

Por su parte, Herrera Linares centró sus estudios teóricos en lo que él denominó la «escafranda estratonáutica», un traje presurizado diseñado en 1935 para ser usado en vuelos estratosféricos mediante un globo eorostático para elevarse a más de 26.000 metros de altura; verdadero antecedente de los trajes espaciales que la NASA desarrolló décadas después para los viajes al espacio. Desgraciadamente, el viaje de prueba, programado para octubre de 1936, nunca tuvo lugar al estallar la Guerra Civil, con lo que el proyecto se paralizó.

Por la naturaleza de nuestra entrega de hoy, cuya finalidad creo que ya se ha cumplido recogiendo los hitos más importantes de su participación en el desarrollo de la aviación y la aeronáutica; no es este el lugar para realizar una semblanza completa de nuestro protagonista, pero no podemos terminar sin destacar el hecho que, a mi juicio, es el más destacado de su biografía: la honradez con la que resolvió el conflicto de lealtades que personalmente le produjo la proclamación de la Segundo República y el estallido de la Guerra Civil.

Al abdicar el rey Alfonso XIII y marchar al exilio, Emilio Herrera acompañó al rey a Paris, pues como gentil hombre de la Casa Real había jurado lealtad personal al monarca; por otro lado, como militar debía lealtad al pueblo español y al Gobierno de la República una vez constituido legalmente. Por ello, solicitó del rey que le liberara de su compromiso, hecho que Alfonso XIII, también en un honroso gesto, realizó; invitándole a regresar a España. De esta manera, Herrera, un militar católico y monárquico, juró lealtad a la República. Juramento que mantuvo cuando se produjo el pronunciamiento militar de 1936, no sumándose a los rebeldes, combatiendo en el ejército republicado; y marchando al exilio en 1939 al terminar la guerra. Exiliado murió en Ginebra en 1967. La fotografía corresponde a la Colección Latorre y Vegas, cedida al CEFIGU de la Diputación Provincial; en ella se reconoce al capitán Herrera Linares en 1917 como instructor en un primitivo avión Farman en el aeródromo de Guadalajara.