La ascensión marítima en el globo 'Huracán'

Plácido Ballesteros
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Un récord poco reconocido de la aeronáutica

La ascensión marítima en el globo 'Huracán' - Foto: Natalia Menchero Terrades

Entre mediada la tarde del día 2 y la madrugada del día 3 de abril de 1906, dos aerosteros españoles, el señor Jesús Fernández Duro y el teniente de ingenieros Emilio Herrera Linares realizaron una travesía de 380 kilómetros entre la ciudad de Barcelona y la localidad francesa de Salses-le-Chateau. Lo destacado de aquel acontecimiento es que, de todo el recorrido, 310 kilómetros discurrieron sobre el mar Mediterráneo, en el Golfo de León.

Fue toda una hazaña, un logro más de los numerosos éxitos aeronáuticos en los que participaron pilotos formados en el Campo de Globos de Guadalajara. Pero, como quiera que el objetivo parece ser que en principio era mucho más ambicioso (tratar de llegar a Marsella o a la costa italiana sobrevolando el mar), aunque la prensa del momento se hizo eco del acontecimiento, sólo lo reseñó como una tentativa audaz, sin darle la categoría de éxito. 

Frente a esta opinión generalizada, un especialista en la materia, el general de ingenieros José Marvá y Mayer, que había sido profesor en la Escuela de Ingenieros de Guadalajara de uno de los protagonistas, el teniente Herrera, una vez que tuvo noticia detallada de la expedición proporcionada por su antiguo alumno, publicó en La Ilustración Española y Americana el día 30 de mayo un extenso artículo en el que reivindicaba el suceso como verdadera hazaña. 

Para ello dio datos objetivos, que a su juicio justificaban aquella calificación: hasta ese momento, el trayecto marítimo realizado por los dos pilotos de globos españoles era superior a todos los verificados hasta ese momento. Además, el viaje que más se le aproximaba, el realizado en 1900 por los aeronautas franceses Conde de la Vaulx y Hervé con su globo El Mediterráneo, en el mismo golfo de León, había sido seguido de cerca por el crucero Du Chayla, para prestarles auxilio si fuera necesario (a cuyo bordo se trasladaron, lejos de la costa, dando por terminado su viaje), mientras que el de los españoles a bordo del Huracán estuvo desprovisto de esta clase de ayuda auxiliar, pues lo realizaron en solitario y tuvieron que regresar por sus propios medios a tierra.

En el amplio reportaje del señor Marvá y Mayer, cuya lectura completa recomiendo, pues en sus primeros párrafos se da una explicación detalladísima de las dificultades técnicas a las que se enfrentaron los protagonistas de aquel trayecto al realizarlo sobre el mar, se da cuenta con todo detalle del recorrido realizado: «(…) Proponíanse nuestros compatriotas hacer un viaje marítimo en globo, empresa erizada siempre de dificultades y de peligros, pero no con el exclusivo objeto de atravesar el Mediterráneo tomando tierra en un punto de Italia o de Francia fijado de antemano, porque este propósito solamente puede cumplirse tripulando un dirigible, y nunca con globo esférico, que está a merced del viento, contrario muchas veces aun buscando corrientes aéreas favorables a diversas alturas. Era su intención adquirir práctica en el empleo de los aparatos que usualmente se utilizan en esta clase de viajes, estabilizadores, conos-anclas, etc., y fijar su bondad relativa; ensayar procedimientos que permitan orientar y fijar la dirección del globo en medio de la obscuridad, por encima de las aguas; y mantenerse en el aire, sobre el mar, el mayor tiempo posible, arribando, si el viento y las circunstancias no se oponían, a la costa italiana o a la francesa. (…).

Eligieron los aeronautas para punto de partida la ciudad de Barcelona, que les ofrecía, entre otras ventajas, la de tener situada inmediata a la Playa la fábrica de gas proveedora del fluido necesario para la rápida y fácil inflación del globo. (….)

Poco tiempo después de salir de Barcelona, el aeróstato descendió por efecto de los enfriamientos consecuentes a la puesta del sol, hasta ponerse a 5 metros sobre la superficie del mar, y arrastrando todos sus estabilizadores marchó paralelamente a la costa hasta Mataró. Como quiera que el viento empujaba el globo hacia tierra, tuvieron necesidad los aeronautas de elevarse para pasar por encima de aquella población, mediante el correspondiente desprendimiento de lastre. Siguieron así por encima de Blanes, San Feliú, La Escala, atravesaron la bahía de Rosas, pasaron por encima del Cabo de Creus a las 12 horas y 45 minutos de la madrugada, y desde este punto se separaron de la costa, internándose en el Mediterráneo.

Desde el punto marcado con la letra A, cuya posición fijaron perfectamente los aeronautas midiendo rumbos con relación a los faros del Cabo de Creus y de Port-Vendres, que se divisaban desde la barquilla con toda claridad, el globo se encaminó en dirección de Marsella, marchando sobre sus estabilizadores a poca altura sobre el mar.

Durante esta marcha, en dirección NE., tuvieron ocasión de observar curiosos fenómenos de fosforescencia de las aguas, producidos por el rozamiento de las cuerdas estabilizadoras. Puesta la luna y alejadas las costas, se hallaron envueltos en completa obscuridad los tripulantes del Huracán; pudieron, no obstante, determinar con toda exactitud el rumbo merced a la luz producida por las proyecciones de potasio en el mar. A las 3 horas y 45 minutos de la mañana divisaron al NE. dos faros de luz blanca, fija, correspondientes, sin duda alguna, al puerto de Marsella.

Llegados al punto B, situado, según cálculos de los aeronautas, a unos 50 kilómetros de Marsella, el viento SO calmó por completo, deteniéndose la marcha del globo, hasta el punto de que las cuerdas estabilizadoras colgaban verticalmente; al poco rato sopló brisa del NE., que empujó al aeróstato en dirección SO, hacia las costas de España; y decididos los expedicionarios a continuar su viaje marítimo, eleváronse en busca de corrientes aéreas favorables a su propósito de arribar a las costas de Italia, aprovechando, para no desprenderse de lastre, la fuerza ascensional producida por la salida del sol y el caldeamiento que sus rayos causaban en el globo. De este modo alcanzaron una altura do 2.000 metros, a la que encontraron corriente que arrastraba la nave aérea hacia el O. Varios cirrus que flotaban en la atmósfera á mayor altura, caminaban en la misma dirección, prueba evidente de que en todas aquellas regiones reinaba viento del mismo cuadrante, y era por tanto inútil elevarse más en busca de cambio de rumbo. Decidieron entonces los tripulantes del Huracán dejarse llevar por la corriente aérea, y a las 7 de la mañana divisaron la costa francesa, poco después las ciudades de Perpignan y Narbona y la villa de Salses, a la cual se dirigieron, atravesando la laguna de Leucate y tomando tierra siete kilómetros más allá con toda felicidad, haciendo uso de la banda de desgarre. En ese momento disponían todavía de 400 kilogramos de lastre, dato demostrativo de la posibilidad de haber prolongado durante bastante tiempo un viaje que no continuaron por haber perdido su objeto principal: el de marchar sobre el Mediterráneo. (…).

Bien merecedores son de aplauso, y desde estas páginas se lo envío muy sincero».

El texto completo es consultable en la página web de la hemeroteca nacional: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001211847&search= &lang=es)

Los responsables de "La Ilustración" completaron el texto del señor Marvá y Mayer, además de con un croquis del trayecto, con dos dibujos del teniente Herrera que reproducimos hoy en las páginas de La Tribuna de Guadalajara. Dos verdaderas obras de arte como todos ustedes pueden apreciar.