«Vivimos en un mundo que va a estar en constante tempestad»

L.G.E.
-

El delegado territorial del ICEX avisa que la empresa, país o ciudadano que «va a tener éxito es el que prevé que esto va a ocurrir». Sobre la crisis actual apunta que «ea clave es el tiempo, no tanto si entramos en recesión, sino si va a ser breve»

«Vivimos en un mundo que va a estar en constante tempestad» - Foto: Javier Pozo

Pone como ejemplo las mascarillas, esas que ya están más en los bolsillos o en los cajones que sobre la boca y nariz.  «En los primeros meses de 2020 no las teníamos y nos costó vidas», lamenta, «y era un producto que podríamos haber tenido perfectamente a un costo casi casi cero».  Pedro Antonio Morejón, lo explica casi con el afán didáctico de un maestro cuando habla de un cambio que podría marcar la futura economía en Europa: la autonomía estratégica abierta. Este objetivo, el de ser más autónomos, se ha relanzado en estos últimos años y para el delegado territorial del Instituto de Comercio Exterior es la parte buena de un encadenamiento de crisis mundiales que parece no tener fin. 

Las empresas que venden en el exterior son la avanzadilla de la economía regional. ¿Cómo se están comportando en función del panorama económico que están viendo?

Para empezar, estamos desde principios de 2020 con la pandemia. Pensamos que 2021 iba a ser el año de la explosión, pero empiezan a aparecer otros inconvenientes que hemos llamado cuellos de botella: el tema energético, el transporte internacional se bloquea y empieza a encarecerse, comienza a  haber carencias importantes de componentes y materias primas que son imprescindibles en esta globalización de la industria en la que nada se produce en su totalidad en un sitio. Y por si fuera poco, la guerra de Ucrania. Sin embargo, todos estos años la actividad internacional ha sido enormemente pujante.

La actividad internacional sigue siendo un vector para la empresa que ha apostado por ella y, a pesar de todo, sigue teniendo éxito. Las empresas que no habían exportado, siguen animándose a salir. Crecen en torno al 5%-6% anual lo que llamamos exportadores regulares, que están más de tres o cuatro años exportando de manera continuada. Tres o cuatro años en la tesitura actual significa que exportaban en 2019, que siguieron en 2020 con la pandemia, lo mantuvieron en 2021 a pesar de todos estos cuellos de botella y en el 2022 a pesar de la guerra. Pero cuando ves la foto por sectores, ya empieza a  haber diferencias. 

¿Entonces va por barrios? ¿Cuáles son esas diferencias por sectores?

Te voy a poner un ejemplo: el cárnico de cerdo hacia China. La peste porcina les había hecho mucho daño, China es un grandísimo consumidor y se encontraron con que no tenían producción. Nuestro sector rápidamente vio la oportunidad de negocio y empezó a crecer en cifras del 35 hasta el 50% en algunos meses. Pero China empieza a recuperar la producción de carne de cerdo. Ahora bien, si vemos qué ha ocurrido con el sector cárnico, está creciendo al 12%, perdiendo ese mercado en que estaba creciendo al 35%. Eso es porque ha encontrado otras vías de desviar las ventas, hacia India, países europeos, latinoamericanos. Es decir, la empresa que ha apostado por la internacionalización encima ha generado cintura, es capaz de ver mercados en los que había oportunidades, que quizá no merecía la pena en ese momento porque no era tan rentable, pero había hecho ya un contacto y los había mantenido. 

Otra vertiente de enorme interés es el abanico de sectores de Castilla-La Mancha que apuesta por la internacionalización. El sector que está siendo más pujante no es el agroalimentario, sino los sectores industriales. Estamos viendo que sectores poco glamurosos, como plásticos, productos metalúrgicos, componentes de industria, hidráulica, están empezando a prosperar. Las tres cuartas partes de peticiones de reuniones con nuestras oficinas comerciales son de sectores industriales. 

Un sector que también ha sido importante en Castilla-La Mancha es el de bienes de consumo, como calzado, mueble, confección. Había sufrido enormemente por la competencia asiática y durante muchos años había languidecido. Este año estamos viendo que el sector de la confección está creciendo al 20%, el del zapato también, recuperando el mercado norteamericano. El de mueble no tanto, pero ya está en cifras positivas. 

Castilla-La Mancha se vende como una gran despensa, aunque comenta que el sector industrial es el que ha cogido el testigo en las exportaciones. ¿Cómo va el agroalimentario?

El sector agroalimentario en general se comporta bien, está creciendo al 9-10%, pero hay algún sector muy significativo, que está buscando recuperar protagonismo. Me refiero al vino. Hubo años antes de la pandemia en que crecía muy poco y está todavía en cifras de crecimiento por debajo de la media. No es que se esté comportando mal, pero está en la fase de encontrar nuevos mercados. El tema del Brexit le hizo daño, pues Reino Unido es un mercado muy importante. En España hay otras denominaciones de origen que tienen un porcentaje de producto embotellado mayor que nosotros, que tenemos un porcentaje muy importante de graneles y nos está costando un poco más. 

Del sector cárnico ya te he explicado cómo está recuperando y lo ha hecho muy rápidamente de la pérdida de mercado chino. El sector del aceite todavía depende demasiado de Italia y, por lo tanto, cuando Italia decide desviar la compra a otras regiones o países, sufre Castilla-La Mancha y sufre España. Pero quizá no tenga en volumen el peso específico que tiene el sector del vino.

Parece que vamos a terminar 2022 con cifras récord de facturación en el extranjero. Como hay que descontar la subida de precios por la inflación ¿podemos decir que vamos a acabar el año en nuestro pico de exportaciones?

Cuando tenemos que manejar todos los países del mundo y hacer prorrateo de deflactores de precios de exportación, ese componente es más difícil de computar. La situación está como sigue: ese deflactor de precio de exportación sigue creciendo. Para que nos hagamos una idea, acabó el año en torno a un 10%. Es decir, a las cifras de exportación del año pasado habría que quitarles en torno a ese 10%. La últimas cifra que daba nuestra Secretaría de Estado de Comercio para agosto estaba en torno al 18%. Por lo tanto, vamos a acabar en valores positivos, pero ya en cifras mucho más moderadas, que por otra parte es donde los economistas estamos más cómodos. Nada puede crecer a un 25% si no hay algo detrás que lo enmascara. 

¿Les está afectando mucho la subida de los costes a las empresas que exportan?

Las empresas empezaron el año encajando en sus márgenes ese incremento de costes con objeto de no impulsar al alza los precios, pues pensaban que podía afectar a la demanda. Ahora ya no es así. Ahora mismo la empresa está repercutiendo en el precio final ese incremento de la energía, materias primas. El consumidor extranjero se está encontrando con productos españoles con precios superiores a los que habitualmente se encontraba. Eso debería haber llevado a una caída en la demanda internacional de las exportaciones, pero no se ha producido. ¿Y a qué es debido? Fundamentalmente a que el euro se ha devaluado de manera importante respecto al mundo anglosajón, que vive en dólar. Esta devaluación nos ha ayudado a seguir siendo competitivos en los mercados internacionales. Pero tiene la contrapartida energética, porque por esa devaluación nos está costando más el pago en dólares de los productos que importamos, como la energía. 

Ese círculo vicioso es muy peligroso, de ahí que las autoridades monetarias estén dispuestas a cortarlo de manera drástica, porque entras en un círculo que la historia nos dice que hace que las crisis se mantengan muchísimo más tiempo. Aunque no entendamos muy bien por qué la insistencia de la Reserva Federal Norteamericana o el Banco Central Europeo en incrementar los tipos, la decisión unánime a nivel monetario es que hay que cortar ese círculo. 

Echando la vista atrás a los primeros análisis de cómo iba a impactar la guerra en Ucrania en el mercado internacional, ¿cómo ve la situación ahora, tantos meses después?

Ni Rusia ni Ucrania eran enormemente significativos para nuestro mercado de exportación. En aquel momento teníamos censadas unas 60 empresas de Castilla-La Mancha, que exportaban con cierta regularidad a Rusia y otras tantas a Ucrania. Ahora esas empresas piensan que han perdido ya el mercado. 

El problema venía sobre todo de la parte de importaciones. En cuanto al grano o girasol, rápidamente se reaccionó, también a nivel europeo, encontrado otros proveedores. En la parte americana había algunas dificultades porque está el problema de los pesticidas, los transgénicos, que a veces no se acomodaban a la normativa europea, pero ante la preocupación enorme del sector ganadero y de transformadores agroalimentarios, se decidió facilitar la entrada de otros proveedores. Se ha paliado la carencia, pero a un coste superior.

El tema energético es más difícil. No es posible en meses cambiar el proveedor que te suministra el 60, 70 o quizá un 80%. Además como el precio ha crecido exponencialmente, nos encontramos con la paradoja que importando menos gas a Rusia, le estamos pagando mucho más que antes. ¿Cómo acabará esto? Hay dos formas, que Rusia decida no exportar cuando quiera, cuando te pille en un mal momento, como es el invierno o que Europa decida ir reduciendo tanto que no necesite a Rusia. Ambos movimientos se están produciendo. 

Se ha hecho un esfuerzo brutal de aprovisionamiento para que un corte brusco no nos desbanque nuestro sector industrial y a nuestros ciudadanos. Creo que está conseguido y estamos en porcentajes de almacenamiento casi récord. 

Hay un elemento que no se habla mucho de toda esta sucesión de crisis, pero es una parte buena. 

¿Cuál esa parte buena de esta cadena de crisis?

De todo esto, de la pandemia de 2020 y todos los subsiguientes cuellos de botella, nos hemos dado cuenta de que tenemos una excesiva dependencia que nos hace ser demasiado frágiles. Ha empezado a acuñarse a nivel europeo el concepto de autonomía. Tenemos que ser más autónomos, quizá no en todo, pero sí en todo lo que sea estratégico. Tú no puedes depender tanto de proveedores que pueden ser poco fiables. La autonomía estratégica ahora mismo empieza a cobrar especial importancia en la energía o la tecnología. En la parte agroalimentaria, Europa es más autónoma, con potencias como España.

Entonces ¿qué pasa? ¿que va a empezar a socavar la globalización? Ahí aparece un tercer epíteto: tenemos que tener una autonomía estratégica abierta. Yo tengo que empezar a confiar más en personas confiables y no en todo el mundo. Es importante quién es tu proveedor. Hay que diversificarlo más y tengo que tener más proveedores, con costos diferentes, unos más baratos y otros más caros, unos más cercanos, otros más lejanos, de forma que yo pueda seguir jugando en el mundo internacional. Contar con clientes en todo el mundo es clave para toda empresa, pero también tener un punto de autonomía. Para comprar una pila, una mascarilla no puedo esperar un mes desde Asia. ¿Y si no sale el barco? ¿Y si están bloqueados en Shanghái por un rebrote de Covid? 

Hay que acortar las cadenas, confiar en proveedores cercanos. Eso es bueno. Eso puede relanzar un sector industrial, artesanal, de consumo próximo y para Europa es importante, pero manteniendo que tengas proveedores en otras partes del mundo. 

Apostar por las renovables te puede hacer más autónomo en el ámbito energético, ¿pero no genera a su vez nuevas dependencias en materias primas o tecnologías? Siempre andamos pillados por algún lado. 

El problema de la globalización no es que sea una opción, es que estás obligado. Lo que pasa es que puedes diversificar. Si tú decides no utilizar tantos combustibles fósiles, porque eso tiene su repercusión negativa en el medio ambiente y optas por las renovables, eso al final necesita explotaciones de minería de tierras raras, un producto que nunca ha gustado porque su elaboración genera otro tipo de contaminaciones. 

Tienes que jugar también con cierta austeridad. Al final estamos en un mundo occidental, que parece que tenemos dinero para todo. A lo mejor en lo macro sí, pero no todos los ciudadanos. Aunque solo sea por esa ciudadanía que tiene dificultades, un punto de austeridad no está del todo mal. 

Vivimos en un mundo que va a estar en constante tempestad. La empresa, el país, o incluso el ciudadano que va a tener éxito es el que prevé que eso puede ocurrir. Ahora mismo están sobre la mesa comentarios que aparentemente son negativos. ¿Podemos entrar en una nueva fase de recesión? Esa información es buena. Te va a hacer tomar medidas antes de que la tengamos encima. Yo soy optimista porque el ciudadano nos está demostrando que es muy capaz y nos hemos anticipado a tomar medidas antes que en otras crisis, en las que esperamos mucho más tiempo. 

Hablando de recesión, parece que ese es el horizonte que se prevé para Alemania, que es uno de nuestros mercados más importantes. ¿En cuánto nos afectaría?

La dependencia del componente energético ruso le ha hecho mucho daño y probablemente su ritmo de recuperación, que iba siendo fuerte, ha sido minimizado. Puede que técnicamente entre en recesión, pero no creo que ahí tengamos un problema serio. Si conseguimos pasar el invierno y que, o bien no se produzca el corte de suministro de gas o bien lo podamos encajar y estemos en la primavera de 2023, probablemente Alemania seguirá siendo la locomotora. 

No es el principal cliente de nuestra economía regional. De hecho es la tercera o cuarta. Están antes Portugal, Francia y puede aparecer Italia también. Se notará, pero nuestro sector exportador ha aprendido tanto, que tampoco es tan importante que la importación alemana caiga en un porcentaje. Ahora está creciendo y podríamos prever que ya se tuviera que notar. La clave es el tiempo, no tanto si entramos en recesión y si 2023 va a ser un mal año, sino si va a ser breve. Lo que hay que intentar es acortar el tiempo de recuperación. Ojalá todo acabe a mitad de 2023, como es ahora el escenario que se contempla.

La economía de Reino Unido también se tambalea. ¿Nuestras empresas exportadoras ya han capeado la situación después del Brexit?

La verdad es que el Reino Unido con el Brexit se ha metido y nos ha metido en una complicación innecesaria y lo están padeciendo ellos sobre todo. El Reino Unido era el quinto mercado para la exportación de la región. Cayó al séptimo, octavo con el Brexit, pero ya está el sexto, a la par que EEUU. El agente económico se ha acostumbrado a saber que Reino Unido no es la Unión Europea. Ya anticipa la documentación, los certificados, la nueva normativa de embalaje, lo que sea. Se apoya más en las organizaciones. Nuestra oficina comercial de Londres se ha reforzado y tiene un papel muy importante para los agentes y empresas españolas. Si acabamos en 2020 en negativo con Reino Unido, en 2021 prácticamente a cero, en este 2022 ya estamos creciendo en 8-9%. El Reino Unido se ha recuperado razonablemente como mercado de exportación para Castilla-La Mancha. Es un mercado sólido, con larga experiencia. Lo que nos sorprende es la gestión política que están teniendo.