El puente de Auñón

Plácido Ballesteros
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Guadalajara en 'La Ilustración Española y Americana'

El puente de Auñón

El dibujo del puente de Auñón que ofrecemos hoy es el último de los incluidos por el pintor Isidoro Salcedo y Echevarría en la lámina titulada Recuerdos de Pastrana que La Ilustración Española y Americana publicó en su número correspondiente al 30 de abril de 1888, con varias imágenes de la villa ducal y sus alrededores, a la que hemos venido prestando atención en las semanas anteriores. 

La imagen es espectacular, como lo era entonces el paraje en el que está enclavado el puente, que en la actualidad se nos presenta algo transformado tras la construcción de la presa del Pantano de Entrepeñas a mediados del siglo pasado. 

El puente de Auñón era en aquellas décadas de finales del siglo XIX en que fue dibujado por Salcedo la entrada a la profunda y tortuosa garganta que el Tajo había ido formado desde tiempo inmemorial para abrirse paso entre las escabrosas cumbres de la llamada Sierra de Enmedio, tal como nos lo describe el reportero Eusebio Martínez de Velasco en la reseña que acompañó al grabado en la revista ilustrada madrileña:   

«Núm. 6. Puente de Auñón y desfiladero de Entrepeñas del Tajo.— A dos leguas de Pastrana, entre los pueblos de Auñón y Sacedón, se encuentra el puente mencionado, sobre el Tajo, para dar paso a la carretera de La Isabela y Cuenca. Paisaje imponente y grandioso, forma, por decirlo así, la puerta del majestuoso desfiladero llamado Entrepeñas del Tajo, entre cuyos riscos apenas queda más espacio que el que ocupan la carretera y el río, que juntos corren unos tres kilómetros de distancia; inmensas rocas cortadas a pico, unas artificialmente para dar paso a la carretera, naturales otras, alternando con grandes cavidades y formas diversas con tonos y matices dignos de ser estudiados por los amantes del arte.

Ligera idea de la grandiosidad de este sitio puede formarse fijándose en la hendidura o grieta inferior de la pena que ocupa el centro del dibujo, en que pueden albergarse cómodamente más de diez mil caberas de ganado».

Se ha discutido en la historiografía provincial en alguna ocasión si el actual puente tuvo su precedente en la Antigüedad. Pero, aunque el hallazgo de algunas inscripciones de época romana en parajes más o menos próximos al actual puente han llevado a algunos autores a vincular dichos hallazgos con la existencia de una posible vía romana transversal, que uniría la calzada de Segóbriga a Segontia (que pasaba por Ercávica y seguía por la proximidades de Sacedón, al otro lado del desfiladero, hacia el norte) con la de Segóbriga a Arriaca (que discurría por la Alcarria Baja); tenemos testimonios irrefutables que prueban la construcción ex novo de este puente sobre el Tajo en las décadas centrales del siglo XV.

En mi Tesis doctoral (La Alcarria en la plena y Baja Edad Media. Transformaciones político institucionales y humanas en la comarca suroccidental de la provincia de Guadalajara, siglo XI al XV), defendida en 1990, probé sin lugar a dudas que el único puente existente sobre el Tajo durante los siglos medievales en el amplio territorio dependiente de Zorita, del que Auñón formaba parte, era el situado a los pies de la famosa fortaleza. Y que la construcción de un segundo puente aguas arriba, en el paraje en el que el Tajo sale de la garganta de las Entrepeñas, no tuvo lugar hasta el año 1461. 

Cuando la comarca quedó bien estructurada en el aspecto jurisdiccional durante el reinado de Alfonso VIII (1158-1214), la Orden de Calatrava consiguió un privilegio real en el que se regulaba que todo el tránsito comercial y del ganado que cruzara el Tajo aguas arriba desde Toledo hasta su nacimiento debía cruzar obligatoriamente el río por los puentes de Alarilla y Zorita; autorizando a los calatravos a decomisar cualquier mercancía o rebaño que lo hiciera por otro lado.

Esta situación perduró hasta que el paso por el puente de Zorita se hizo peligroso a partir de finales del siglo XIV y la primera mitad del siglo XV como consecuencia de las continuas revueltas internas que en aquellas décadas enfrentaron a los dirigentes de la Orden de Calatrava. Como tras cada enfrentamiento, el castillo de Zorita acabó convirtiéndose en el refugio de la fracción derrotada, el importante tránsito comercial y de ganados de La Mesta, canalizado desde siempre por su puente, encontrara grandes dificultades para su normal desarrollo. 

Ante esta situación los concejos de Pastrana, Fuentelencina y Auñón, que en aquel ambiente de inestabilidad política habían conseguido el villazgo e independizarse de Zorita, por lo que tenían iniciativa propia, y que eran los que más desarrollo comercial habían alcanzado hasta ese momento, decidieron colaborar para abrir una nueva ruta que discurriera varias decenas de kilómetros más al norte, salvando el punto conflictivo que suponía un puente custodiado por rebeldes. Ninguno de los tres concejos estaba dispuesto a que la inestabilidad política que emanaba de la fortaleza de Zorita truncara su progreso. 

El proyecto no era demasiado costoso. Bastaba con que existiera un nuevo puente sobre el Tajo en un punto lo suficientemente alejado de Zorita como para que los rebeldes enriscados allí de forma casi permanente no perturbaran de forma continua el paso de las mercancías y ganados. De esta manera, los mercaderes, ganaderos y viajeros, una vez llegados a Uclés o Huete, en vez de dirigirse por Huelves o Albalate a la siempre inquietante Zorita, podían continuar unos kilómetros hacia el norte por la vieja calzada de Segontia hasta llegar, sin salir del más pacífico territorio controlado por el concejo de Huete, a las proximidades de Auñón. 

El lugar elegido para construir el nuevo puente, a la salida de las gargantas de Entrepeñas, era muy apropiado, pues estaba en las proximidades de un vado que desde la primera época de la repoblación de este territorio custodiaba la torre de El Quadrón. Dicha atalaya dependía entonces ya del concejo de Auñón, pues la aldea que había nacido en el siglo XII alrededor de aquella torre se había despoblado en las décadas anteriores y su término había sido incorporado al de Auñón. Por allí se podría cruzar el Tajo con comodidad por el nuevo puente, para continuar luego el camino por las vías normales sin grandes sobresaltos.

La documentación de la que disponemos prueba que el puente se estaba construyendo en los meses de junio y septiembre de 1461, en pleno conflicto por la sucesión de Enrique IV entre los partidarios de la hija del rey, Juana (la mal llamada Beltraneja), y los de la hermana del rey, Isabel, la futura Reina Católica; en cuyos enfrentamientos los dirigentes calatravos estaban nuevamente divididos apoyando a uno u otro bando. 

El 25 de junio de ese año, el concejo de Auñón otorgó una carta por la que concedía la exención del pago de todo tipo de pontaje a los vecinos de Pastrana, para sí, sus bestias y sus mercancías, en compensación por los 1.200 maravedíes que el concejo de esta última villa les había entregado para la construcción del puente que "fazemos et edificamos de cal et canto que es en el río de Tajo, término de la dicha villa, çerca de los molinos farineros que están en el dicho río de Tajo, a nuestras espensas et costas". El documento citado (del que ofrecemos copia fotográfica) se conserva en la actualidad en el Archivo Municipal de Pastrana. 

El 20 de septiembre siguiente, una carta parecida fue otorgada por el concejo de Auñón a favor de los vecinos de Fuentelencina porque su concejo también había contribuido a sufragar los gastos de la construcción del puente. Documento que estaba en poder del académico don Juan Catalina García López en 1903, y que extractó ampliamente al publicar los "Aumentos" que redacto para acompañar a las llamadas Relaciones Topográficas de Felipe II relativas a Auñón.