Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


El maestro

31/03/2022

La brutal agresión el martes de un padre a tres profesores del instituto de Sonseca me ha hecho recordar la importancia de la figura del maestro. Es verdad que durante la pandemia hemos aplaudido a nuestros sanitarios con toda la razón del mundo. Sin embargo, parece que esta sociedad ha olvidado la importancia del docente, máxime cuando se plantea ahora un nuevo bodrio de reforma educativa. Da la impresión que al PSOE le interesa formar borregos para luego amaestrarlos. No es válido el argumento según el cual haya que rebajar los niveles para universalizar la educación. Justamente es lo contrario; aquellos que tengan rentas podrán procurarse magisterios más elevados y fuera del alcance del común de los mortales. Sin embargo, los que son humildes y tienen capacidades, quizá no puedan con esta mediocridad de niveles, alcanzar los logros de los hijos de papá. Una vez más, éxito de gestión.
Pero una de las cosas más importantes de la vida es el maestro que puede hacerte cambiar el rumbo. Yo los he tenido y creo que es justo recordarlos siempre que venga a cuento y pueda. Uno es lo que es y su circunstancia, decía Ortega; así como todo el limo arrastrado en el cauce de su vida, que desemboca en estas líneas. Si no hubiese aparecido en mi vida Vicente González Campos, profesor del Colegio Salesiano Hermano Gárate de Ciudad Real, jamás hubiera admirado con tal profusión la literatura ni me hubiese dejado subyugar por ella. Si Purificación Muñoz, profesora de Latín del Instituto Atenea de la misma ciudad, no hubiese sido número uno de su promoción en toda España y no se hubiera cruzado conmigo en Bachillerato, jamás me habría preocupado por César o Cicerón y quizás mis conocimientos de sintaxis serían tan vulgares como se acostumbra. Si José Julio Perlado, profesor de Redacción Periodística en la Complutense, no me hubiera explicado el primer día de clase cuando llegué tarde que Matías Prats comenzaba el telediario a las tres en punto y no a las tres y cinco, quizás no hubiese comenzado entonces una relación con una de las personas que más y mejor me marcó la senda del periodismo. Porque esto, el periodismo, que nadie se engañe, no es una carrera; es un oficio y punto. Sería necesario aprender todo lo posible, acaudalar bagaje de cultura general, escuchar radio, leer prensa, ver televisión y digitales, que son los verdaderos libros de texto, y echarse a la calle para correr y aprender la profesión. Lo demás es literatura y artificio.
Por ello, el maestro es una figura fundamental en el proceso de aprendizaje para el resto de la vida. Un buen profesor te saca de tus casillas. Igual que Sócrates y la mayéutica, tal y como recogía Platón en sus diálogos, te lleva a preguntarte cosas y a avanzar por el camino de la contradicción. Un buen maestro es el que te da la mano y, a veces, zarandea; hace que te olvides de tu zona de confort, como se dice ahora, y circundes mundos nuevos e incómodos a los que no estabas acostumbrado. Por eso es tan importante la figura del docente.
Antes, cuando llamaba para que tus padres fueran al cole a hablar con él, te temblaban las canillas; ahora a quien le tiemblan es al profesor. Es el fruto natural de una sociedad indolente, donde el hijo es el Padre y el Espíritu Santo a la vez. Adonis hubiera muerto de enfermedad ante tantos cuidados. La dejadez y la ignorancia son las causas seguras de la decrepitud. Y en esas estamos.