Cambio de ritmo hacia la Moncloa

María Albilla (SPC)-Agencias
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Los resultados electorales de Castilla y León abren un nuevo escenario político en España en un momento clave: los partidos empiezan a calentar motores para las generales

Cambio de ritmo hacia la Moncloa - Foto: Fernando Villar

Castilla y León es una región tranquila. No suele salir en los titulares de la prensa nacional excepto cuando el frío arrecia o la nieve campa en pleno invierno. Últimamente, un poco más porque de vez en cuando alguien se acuerda de la España vaciada... pero a pocos interesa en el ámbito estatal si a sus capitales de provincia llega el AVE o si están bien comunicadas entre ellas, si el sistema sanitario puede dar la cobertura que necesita una población envejecida y dispersa en sus 95.000 kilómetros cuadrados o si se crean empresas innovadoras que generen riqueza para sumar al PIB del país. 

Castilla y León es una región tranquila y no solía salir en los titulares de la prensa nacional hasta que el presidente de la Junta, el popular Alfonso Fernández Mañueco, que gobernaba desde junio de 2019 en coalición con Ciudadanos, anticipó las elecciones regionales amparado en una supuesta moción de censura de sus socios, lo que, con más o menos acierto, hizo que el foco mediático y político virara hacia tierras castellano y leonesas.

La fecha elegida fue el 13-F y los principales líderes de los partidos políticos nacionales, sobre todo el secretario general socialista, Pedro Sánchez, y el presidente del PP, Pablo Casado, se volcaron en una campaña en la que no solo medían sus fuerzas sus dirigentes regionales, Luis Tudanca y Fernández Mañueco, respectivamente, sino que el resultado sería un espejo de sus liderazgos nacionales poco antes de que arranquen los motores de cara a las próximas elecciones generales que, si no hay cambios, se celebrarán en noviembre de 2023.

Una vez digerido el resultado de las urnas, que deja una leve subida de dos procuradores para el PP, lejos de la mayoría absoluta que pretendía; un golpe importante al PSOE, que pierde siete; el batacazo de Ciudadanos, que pasa de 12 a uno, y de Podemos -solo un representante-; el escalofriante ascenso de Vox (de uno a 13) y los tres cosechados por Unión del Pueblo Leones y Soria Ya!, respectivamente, deja un endiablado panorama y tantas certezas como dudas sobre el liderazgo de los máximos dirigentes de los partidos.

Un 'juego' arriesgado

Pablo Casado se la jugó apoyando a Fernández Mañueco a la hora de convocar a los castellanos y leoneses a las urnas y ha ganado, pero la mano no le salió tan bien como él creía. Jugó sus cartas e hizo buenas bazas porque, aunque ni Castilla y León se parece a la Comunidad de Madrid, ni Fernández Mañueco a Isabel Díaz Ayuso, supo tirar de la madrileña en la campaña y de sus mensajes de confrontación directa con Sánchez para arrastrar a las urnas al electorado y mantener uno de sus feudos tradicionales. El 13-F pretendía ser un trampolín para Casado de cara a la Moncloa y desde el PP señalan que ha quedado demostrado que el cambio de ciclo es imparable. Pero no se lo van a poner fácil. El ascenso de Vox les va a pasar factura y tan caro va a ser gobernar en solitario como pactar con ellos, por no hablar de una posible repetición de las elecciones. Por fortuna, parece haber acuerdo en que esto no suceda.

Las negociaciones con el resto de las formaciones empezarán el lunes en Castilla y León, por lo que todavía quedan ríos de tinta por escribirse respecto a la política de pactos. Casado esta semana insistía en que será Mañueco el que decida cómo dirigir los designios de los ciudadanos de su región, pero la opción que él defiende es el la de que el PP mande sin compañía en las Cortes, al estilo de Díaz Ayuso «en solitario y en libertad», como dice ella, en Madrid.

La dirigente regional madrileña y lo que ella dice tiene siempre su relevancia. El verso libre del PP fue la primera en abrir el melón de que Mañueco pactara con Vox con independencia de lo que opinen en la izquierda mientras a Casado ni se le ocurría decirlo, al menos en voz alta. Y es que la sombra de la lideresa cada vez es más alargada...

Lo que sí queda claro es que el PP le ha tomado ventaja al PSOE y ahora va dos pasos por delante. El descalabro socialista en tierras de la meseta ha sido sustancial y no es sino reflejo del desgaste de su máximo dirigente. Pese a ello, apenas ha habido palabras de autocrítica a su gestión y en los últimos días han centrado su atención más en opinar sobre lo que debe o no debe hacer Mañueco en vez de analizar lo que ha sucedido con su campaña, en la que se volcó buena parte del partido con Sánchez a la cabeza. 

Su opción ahora es ofrecer a Casado su abstención para investir a Fernández Mañueco siempre que los populares rompan sus acuerdos con Vox en otras regiones y Ayuntamientos, pero en Génova desconfían de Sánchez. 

Radicalización morada

En la facción socialista del Gobierno de coalición miran también con recelo las consecuencias que puede tener para el tándem PSOE-Unidas Podemos el descalabro de los morados. Los de Ione Belarra se ven arrastrados prácticamente a la desaparición en Castilla y León con un único representante y el temor a que el desgaste de formar parte del Ejecutivo les erosione más y les lleve a la misma tendencia en el resto del territorio nacional podría llevarles a complicar la coalición de Gobierno este año, proponiendo a partir de ahora iniciativas más radicales que les alejen de sus socios socialistas como camino para reivindicar su propia personalidad.

Además, la sombra de Yolanda Díaz puja con fuerza y los morados ya la ven como la única opción factible para aglutinar a la izquierda en su futuro proyecto personal, opacando a un Pedro Sánchez que no logra convencer pese a manejar los hilos del Gobierno.

Sobre Santiago Abascal cabe poca duda de que ha salido respaldado de las urnas. Los 13 diputados cosechados en Castilla y León le dan alas para pensar que puede repetir su éxito en otros parlamentos autonómicos y ya pone la mirada más inmediata en Andalucía antes de que lleguen el resto de convocatorias electorales. De hecho, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, no tardó en corroborar tras conocer los resultados del 13-F que Andalucía va a agotar los plazos para convocar a las urnas, pues por ahora no parece convencido de querer cambiar de socios de coalición (ahora, Cs) .

En las filas del PP hay un intenso debate interno sobre cómo afrontar la relación con Vox, una formación que está en tendencia ascendente y que será clave para formar gobiernos en las regiones y Ayuntamientos y muy probablemente más allá. Por eso creen que hay que afinar la crítica contra los de Abascal porque tampoco ayuda «dar manotazos continuos» y «enemistarse con el votante que formó parte de tu electorado».

Quien no levanta cabeza es Inés Arrimadas, la presidenta de Ciudadanos. La formación naranja se desangra gota a gota en las regiones en las que concurren a las urnas, lo que le plantea un amargo horizonte de cara a las legislativas de finales del año que viene.  Pese a su lucha diaria para no caer en el ostracismo y demostrar que son útiles, los naranjas parecen conformarse con poco, ya que vieron como un éxito del 13-F. Argumentaron que el PP les quería «muertos», pero que todavía «resisten y el que resiste gana». También ellos ponen la mirada en las elecciones de Andalucía. Para la presidenta de los naranjas es esencial no resbalar en esta región si quiere mantener el aliento y no desfondarse de cara a 2023.