Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Pesadilla en La Moncloa

31/01/2022

La crisis de Ucrania ha pasado por diferentes etapas muy aceleradas, desde la tremenda alarma inicial a la arriesgada tensión prebélica pasando ahora por un compás de espera nada alejado de todo tipo de peligros. Eso sí, las tropas rusas siguen en la frontera del país vecino, que en su día formó parte de la Gran Rusia y de la URSS. Es decir, el riesgo de que se concrete el conflicto en un choque sangriento o una invasión militar no ha desaparecido sino que, sencillamente, se prolonga en el tiempo. Resulta arriesgado aventurar cómo evolucionará la situación, en cualquier caso es evidente que Vladimir Putin, dos décadas en el poder, va a salir reforzado de esta bestial apuesta. Ocurra lo que ocurra, resulta evidente que el Gobierno español se ha puesto a la órdenes de la OTAN, ha precipitado el envío de un par de fragatas rumbo al Mar Negro y tiene preparados una serie de aviones dispuestos para tomar parte en lo que se decida.
Pedro Sánchez sin embargo, sigue mudo. Apenas ha dedicado unas palabritas a un asunto que provoca ahora mismo inquietud, riesgo, temor y hasta miedo en media Europa. La economía, ahí están los datos, lo está padeciendo. La sociedad lo está intuyendo. Sin embargo, nuestro presidente del Gobierno permanece ajeno al asunto como si no fuera con él. O, lo que es peor, como si no fuera el presidente de la cuarta economía europea.
Poco pintamos en el panorama internacional. Y cada vez menos. Washington nos ignora y en Europa apenas se nos atiende más que como un país menesteroso. El problema es que Sánchez no puede hablar, no puede pronunciarse sobre esta cuestión sencillamente, porque está amordazado, atenazado y maniatado por su pacto de Gobierno con Podemos, una formación comunista que, desde el primer momento sitúa en contra la Alianza Atlántica, de las democracias occidentales y que no disimula su apoyo al gerifalte ruso, que gobierna con apariencia democrática un país que no ha logrado sacudirse su terrible pasado totalitario.
Sánchez, como jefe del Ejecutivo, está obligado a informar a los ciudadanos sobre esta crisis. La sociedad necesita saber qué piensa el Gobierno de este terremoto político y no basta con las cuatro vaciedades que diseminó sobre los escaños, con buena voluntad, el ministro del ramo. La oposición ha reclamado su comparecencia ante el Congreso, que ha sido desechada con cierta displicencia por el aludido. No es de recibo tal comportamiento como tampoco lo es que haya tenido que ser Pablo Casado quien levantara el teléfono para reclamar información sobre este escenario prebélico al jefe del Ejecutivo. ¿Dónde se ha visto algo igual? Nueve meses lleva Sánchez sin tener a bien dirigirle la palabra a Casado. Ni una reunión, ni un encuentro, ni una conversación seria y en profundidad sobre los diferentes asuntos que tanto inquietan a los ciudadanos. Desde la pandemia a la crisis económica pasando, naturalmente, por Ucrania. Semejante forma de comportamiento no ocurre en una democracia avanzada. Sánchez es un presidente de Gobierno atípico por su tendencia a la autocracia, el desdén por los usos constitucionales y su querencia a apoyarse en todos aquellos que, casualmente, pretenden destruir la nación. Un panorama tan impensable, triste, inquietante y fantasmagórico que casi parece una pesadilla.