Marqués de la Llanilla

Antonio Herraiz
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Chema no es de Guadalajara, pero es Guadalajara. Está en el origen de los movimientos sociales y futbolísticos más divertidos de la ciudad de los últimos 30 años. Ya están tardando en poner su nombre a una calle

Marqués de la Llanilla

Nada mejor que empezar en un lunes de ferias, “porque todos los días tendrían que ser lunes de ferias”, me recalca Chema Poole (Córdoba, 1966). Es una buena adaptación al universo alcarreño del “que todas las noches sean noches de boda” de Sabina. Se estrenaban los años 90 y el pregón de las peñas, el chupinazo y el desfile de carrozas de Guadalajara iban todo de corrido. En medio de la algarabía de la plaza Mayor, los cristales de una botella rota se sitúan junto al tobillo de Chema y le provocan una herida “más profunda que las reflexiones de Nietzsche”. De camino al puesto de la Cruz Roja se cruzó con el alcalde, José María Bris: “Alcalde, ¿me podría dar una cajilla de Centraminas?”. Bris, con la afabilidad que acostumbra, no le proporcionó aquellas famosas anfetaminas y le invitó amablemente a acudir al puesto de socorro, donde Chema siguió vacilando a las enfermeras entonando “las chicas de la Cruz Roja”, de Concha Velasco.

El final de esta historia la puedes leer en Cinco finales y una liga, un libro que resume una parte destacada de la vida de su autor y que sirve de fiel retrato costumbrista de una década vivida con la mirada del hincha del Atleti, del peñista de Spynce, del amante de las Vespas, del tabernero de Los Molinos y del showman con grandes cualidades para la magia. El libro lo editó con dinero de su bolsillo y, una vez agotada la tirada, ha empezado a publicarlo en el blog que puedes leer en la web de la Discotaberna, su última aventura hostelera. Es un texto dedicado a su hermano Guillermo, que falleció a los 23 años en accidente de tráfico. “Fue el que, cuando éramos pequeños nos aficionó al Atleti, un veneno delicioso”.

Para conocer su afición por las Vespas hay que hablar de la Luci, su primera gran scooter. “Le eché el ojo junto al parque de la Concordia, en el callejón de los gitanos. Era una Vespa 160 electrónica muy bien cuidada. El que me la vendió se llamaba Luciano y con Luci se quedó”. Con 17 años, sin carnet, se fue a su primera concentración motera en Zaragoza. Entonces ya se había empapado de la cultura Mod tras ver en el Cineclub Alcarreño la película Quadrophenia, un clásico que refleja el origen de este movimiento británico. Después de Luci llegó Petronila, una Vespa de color negro con quien ha recorrido miles de kilómetros por toda España y con la que ha visitado Marruecos y buena parte de Europa, desde Inglaterra hasta Holanda.

Cuando Chema Poole abrió Los Molinos en 1988, era ya un “experimentado” hostelero. Todo el mundo aspira a trabajar en lo que ha estudiado y él se había licenciado en la cafetería del instituto Brianda de la mano de Eugenio -el gerente del establecimiento-, que tenía que haber patentado los mejores bocatas de tortilla que uno recuerda. Mucho antes, Chema se había estrenado en el sector en una fiesta del colegio Salesianos en la que montaron una barra y vendieron botes de refrescos a espuertas. No le hizo falta mucho más. Durante los 25 años siguientes, Poole convirtió este bar menudo del barrio de La Llanilla en un santuario para jóvenes y no tan jóvenes.

Chema Poole es Guadalajara, donde llegó con seis años tras el traslado laboral de su padre. Siendo un imberbe adolescente, en el Chaplin, pub de referencia de la época, conoció a Juan Tamarit y a Pepe Carrol y se aficionó a la magia. En el Brianda de Mendoza, coqueteó con la radio en un programa de Arrebato que llamaron Explosión senil. En Los Molinos fundó, por iniciativa de Fernando el moro, la peña la Zorra Alkarreña. Antes había pertenecido al Frente Henares, la hinchada más loca del Club Baloncesto Guadalajara durante la época de Sánchez Burgués y Leonard Allen. También está detrás de la creación de la peña atlética Los Molinos, de la Scooter Run Alkarria y del club de Vespas y Lambrettas Dios Ke Ventiska. Le vimos tocar en un grupo llamado Psicofármacos y conducir un Twingo de color morado. Ahora pedalea en una bicicleta eléctrica. El desparrame descontrolado de la peña Spynce llegó con Chema y su cuadrilla y la Guadalajara festiva, con espíritu burlón y un toque canalla, no se entiende sin sus andanzas.

Los 25 años de Chema en Los Molinos le otorgaron el título de marqués de la Llanilla. Tras convertirse en bróker de bolsa operando micro futuros del Dow Jones, después de trabajar en el sector logístico y también en el de las telecomunicaciones, en 2018 volvió a la hostelería. En la Discotaberna se ha convertido ya en el vizconde de Bardales. Es un tipo divertido, viajado, amable, abierto al mundo y gran conversador. Y en la Discotaberna transcurre la larga charla, hasta que llega el toque de queda. La próxima será con el bar abierto, con varios vasos de por medio y sin límite de hora.