Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


Don Giuseppe y doña Emérita

28/07/2022

Dice mi padre, con noventa y cinco años a sus espaldas, que su objetivo es pillar a una prima suya que murió con ciento tres años. Y el otro día me comentaron el caso de doña Emérita, una señora de armas tomar que, rondando también los noventa y cinco años, viendo que seguía fresca como una rosa, le dijo un día a su hija: «Nena, coge dinero y tráeme dos vestidos que esto se está alargando».
Las expectativas de vida han venido elevándose en las últimas décadas, sobre todo gracias a la medicina moderna y a un envidiable sistema público de salud, con repercusiones profundas para el envejecimiento saludable que permite a muchos ancianos seguir disfrutando de óptimas condiciones físicas y anímicas. Si la edad biológica te lo permite, si tu corazón, tus arterias y el general estado orgánico y funcional de tu cuerpo te lo permite, tienes la oportunidad de evitar asociar la vejez con esa etapa de la vida carente de oportunidades y de sentido, adaptándote a los cambios que conlleva el envejecimiento. Si se tiene la suerte de conseguir eludir la enfermedad y el aislamiento, el bienestar emocional vendrá determinado por un envejecimiento activo, participando en las actividades familiares o compartiendo aficiones con otros.
Miren, si no, la noticia que he leído esta misma semana sobre Giuseppe Paterno, un italiano de noventa y ocho años que tiene el honor de ser el graduado más anciano de Italia. Nacido en 1923, resulta que, en el año 2020, a los noventa años, se licenció en filosofía e historia y que este año ha terminado el máster en esas mismas materias. Además, dice la noticia que «no tiene planes de hacer un descanso, quiere escribir una novela usando su máquina de escribir, instrumento que le ha acompañado toda su vida». Paterno es la prueba evidente de que la edad no nos hace ancianos y de que nunca es tarde para emprender algo nuevo, se trata de conseguir una adaptación que compense los cambios físicos, las limitaciones inherentes a la vejez. Seguro que Giuseppe Paterno llega feliz al final de su vida, consciente de sí mismo y satisfecho con su vida.
Y pese a la tendencia plasta de los viejos a contar batallitas, no olvidemos que desde la antigüedad los ancianos han sido los depositarios de la memoria colectiva y la sabiduría, objeto de respeto y veneración, y que el mundo es hoy una gerontocracia, si atendemos a los nombres de Biden, Trump, Putin, Xi Jinping, George Soros, Warren Buffet, Rupert Murdoch o Bill Gates, entre muchos otros, además de lo bien que vienen para quedarse con los nietos y para mandarlos a comprar el pan.
Escribe Cicerón: «Nada hay más agradable que la vejez rodeada de una juventud afanosa de aprender».