Concurso para elegir el monumento al héroe de Cascorro

Plácido Ballesteros
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En un relato de tintes epopéyicos, todos los periódicos españoles recogieron la acción de Eloy Gonzalo

Concurso para elegir el monumento al héroe de Cascorro

Junto a las diferentes reseñas publicadas en La Ilustración Española y Americana referidas a la instalación de la Academia de Ingenieros Militares en Guadalajara y a las maniobras y simulacros que dicho Cuerpo realizaba anualmente en su campo de maniobras a orillas del Henares durante las tres últimas décadas del siglo XIX, que venimos comentando en las últimas semanas, la revista ilustrada madrileña dedicaba también en algunos de sus números referencias a la evolución de la Guerra de Cuba. 

Obviamente no es este el lugar para analizar en profundidad la última guerra colonial que sostuvo España en el continente americano, por lo que en estos primeros párrafos de la entrega de hoy nos limitaremos a dar unas breves pinceladas que nos sirvan para enmarcar el tema que nos ocupa hoy: el gran eco que tuvo en la prensa la actuación heroica en aquel conflicto de Eloy Gonzalo García, el conocido como héroe de Cascorro, al que algunos autores hacen descender de nuestra provincia.

Como señalan los especialistas en historia contemporánea, en los primeros años de la Guerra de Cuba, entre 1868 y 1880, el conflicto era visto y tratado en las páginas de la prensa española como algo más o menos lejano. Posteriormente, a partir de 1895, tras el levantamiento armado simultáneo de los rebeldes en treinta y cinco poblaciones y cuando las fuerzas independentistas cubanas consiguieron generalizar el conflicto, cambió la percepción en la metrópolis. Como quiera que las acciones armadas se empezaron a suceder casi ininterrumpidamente en toda la isla, la sensación que en España empezó a cobrar cuerpo en la mentalidad de la mayoría de la población era la de cierto derrotismo, fruto de la sensación de que la guerra no evolucionaba de forma favorable. Las noticias que llegaban a España, y que la prensa difundía ampliamente, eran que los insurrectos llevaban la iniciativa con una guerra de guerrillas: quema de propiedades, voladura de trenes, ataques a numerosos puestos militares que, en ocasiones, caían en sus manos, lo que les permitía controlar parte del territorio; sin que las tropas españolas pudieran controlar la situación.

Por ello, tras año y medio de acciones que se saldaban la mayoría de las veces a favor de los insurrectos, la heroica resistencia de un reducido contingente de tropas españolas frente a fuerzas cubanas muy numerosas en el poblado de Cascorro durante las dos últimas semanas del mes de septiembre de 1896 fue presentada por la prensa a la opinión pública en España como «uno de los episodios más gloriosos» ocurridos en la contienda; recogiendo textualmente lo publicado en la revista Blanco y Negro en su edición del 24 de octubre.    

En dicho puesto, situado en la provincia de Camaguey, que ocupa parte del centro de Cuba, estaba acuartelada una pequeña guarnición del Regimiento de Infantería María Cristina nº 63 del ejército español (las fuentes documentales hablan de 170 soldados acantonados allí), a cuyo frente se encontraba el capital Neila.  El 22 de septiembre la posición fue cercada por las tropas insurgentes cubanas al mando de los generales Máximo Gómez y Calixto García, que según los datos más contrastados sumaban alrededor de 2.000 combatientes.

Durante los días de asedio, varios soldados españoles protagonizaron conductas heroicas. Las crónicas de la batalla destacan a Carlos Climent Garcés y a Eloy Gonzalo García. El primero salvó las vidas de sus compañeros heridos durante la contienda llevándolos a la enfermería. El segundo, cuando el día 26 de septiembre las tropas cubanas ocuparon una casa cercana al acuartelamiento, desde la que los sitiadores batían todas las posiciones de las tropas españolas, se ofreció voluntario para destruirla.

En un relato de tintes epopéyicos, todos los periódicos españoles recogieron la acción de Eloy Gonzalo: arrastrándose con una lata de gasolina hasta la posición enemiga protegido por la oscuridad de la noche, le prendió fuego y la destruyó; consiguiendo regresar a salvo a sus líneas. Según varias fuentes, quizás legendarias, nuestro héroe pidió ser atado con una larga cuerda a su cintura, por si moría en el intento, que su cadáver pudiera ser recuperado por sus compañeros y enterrado por españoles y no por los rebeldes cubanos. En cualquier caso, su acción, al eliminar aquel punto avanzado de las tropas enemigas, permitió a los sitiados continuar resistiendo hasta que, días después, llegaron los refuerzos al mando del general Adolfo Jiménez Castellano.

Al igual que los restantes periódicos y revistas, La Ilustración Española y Americana se hizo amplio eco de la acción de Cascorro. No sólo publicó casi de forma inmediata una reseña de alcance de lo acontecido en aquel poblado cubano durante los días que duró el cerco, sino que durante el mes de diciembre dedicó uno de sus grabados al capitán Neila, jefe del contingente que defendió la plaza. Y pasadas unas semanas, el día 30 de enero de 1897, dio a página completa un grabado en el que se ofrecían otros cinco retratos bajo el título de Los héroes de Cascorro, acompañado del siguiente texto:  La guerra en Cuba. 

Los héroes de Cascorro. Hace algunas semanas publicamos el retrato del capitán Neila, jefe de la pequeña guarnición que tan valerosamente defendió a Cascorro. Completamos hoy las ilustraciones a aquel suceso tan glorioso para nuestras armas con los retratos del capitán Rodríguez, los tenientes Perier y García Muñoz y los soldados Clemente y García, que tanto se distinguieron en aquella señaladísima ocasión. La hazaña de Eloy Gonzalo García es tan conocida en toda España y aún en el extranjero, que nos parece ocioso repetirla».

Por el pie del grabado sabemos que los cinco retratos se realizaron desde fotografías de cada uno de los personajes, realizadas por el fotógrafo A. Naranjo en Puerto Príncipe (Cuba), por lo que hemos de pensar que el retrato que reproducimos en estas páginas era efectivamente el de nuestro protagonista.

Como es sabido, la guerra terminó unos meses después, el 12 de agosto de 1898, con la derrota española a manos de las fuerza cubanas y estadounidenses (que habían entrado en el conflicto a favor de los rebeldes tres meses antes).  Nuestro héroe había muerto pocas semanas antes del fin de la contienda en el hospital militar de la ciudad de Matanzas, debido a unas fiebres. Esta circunstancia contribuyó, sin duda, a que la memoria de su hazaña fuera hábilmente utilizada por las autoridades para, dentro de la profunda crisis social, política y cultural que se produjo en España como consecuencia de la derrota, hacer de la figura de Eloy Gonzalo un ejemplo de patriotismo. 

Prueba de ello lo encontramos en la edición de la Ilustración Española y Americana del 15 de diciembre de 1898. En sus páginas hemos localizado un breve artículo firmado por Carlos Luis de Cuenca (1849-1927), periodista, escritor, poeta y dramaturgo de mucho prestigio en aquellos momentos, cuya lectura no necesita ningún comentario más. Tampoco el simbolismo del proyecto de monumento, que ofrecemos acompañando al retrato de nuestro personaje: Monumento al héroe de Cascorro.

El Ayuntamiento de Madrid acordó erigir un monumento que, en una de las plazas de la coronada villa, perpetúe la gloriosa memoria del soldado Eloy Gonzalo García, el héroe de Cascorro. Convocado al efecto un concurso entre los artistas, publicamos hoy uno de los proyectos presentados a este certamen por los Sres. G. Abreu, arquitecto, y J. G. Pola, escultor.

En el pedestal, de bien estudiadas proporciones y elegantemente perfilado, se eleva un grupo escultórico formado por dos estatuas. Una matrona que simboliza la Patria, dicta con enérgica y noble actitud a su hijo la heroica hazaña, y el soldado Eloy Gonzalo, oyendo entusiasmado la voz de la madre Patria, arrójase a cumplir el irresistible mandato.

De esta manera, al enaltecer el valor del soldado español en la figura del héroe de Cascorro, se coloca a su lado la de la Patria, como idea inseparable del hecho, que le dignifica y hace sublime, puesto que, sin la idea que le inspira y el amor que le determina, sería aquel soldado un incendiario indigno, y no un héroe glorioso».