Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Feijóo, examinando

24/11/2022

En cada enfrentamiento dialéctico que se produce entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, el que se examina es el aspirante a suceder al primero en el inquilinato de La Moncloa, y debe hacerlo ante múltiples tribunales. El primero, el de sus partidarios dispuestos a puntuarle con un sobresaliente cuáquera que sea el discurso que utilice. Luego está el que integran los suyos que le exigen dureza, que muestre colmillos y se lance a un ataque furibundo contra su adversario. El tercer tribunal lo forman aquellos a los que tiene que convencer con un discurso templado, de amplio espectro que le permita pescar entre los votantes de otros partidos que se encuentran en una zona templada que no se dejan llevar ni por los exabruptos ni por las hipérboles.

Salvo los convencidos, los que votan a un partido sea cal sea el líder, los que mantienen una fidelidad de voto inamovible y que tienden a justificar todo lo que haga, los otros dos tribunales deben esperar a que sus intervenciones vuelvan a cruzarse en el Senado para determinar que camino ha escogido para presentarse ante los ciudadanos, si el de la dureza o el de la moderación. Tras lo visto el pasado martes en el Senado con la intervención del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ni los duros ni los templados salieron satisfechos de su intervención.

Feijóo se empleó con firmeza para presentar un Gobierno en llamas, un país indignado y al borde de la quiebra moral. Resulta difícil acumular más adjetivos y calificativos para zaherir al Gobierno cuando se lleva en la misma tesitura desde el comienzo de la legislatura, sea cual sea el líder popular, por lo que los ataques repetidos, llega un momento que pierden eficacia. Feijóo trató de ser implacable sin parecerlo, de tal forma que su discurso queda en el aire. Quiere ser moderado y no puede porque le presiona el ala derecha de su partido y quienes consideran que tienen derecho a tutelarle porque le apoyaron para llegar a la planta séptima de la calle Génova y además le tienen preparada una solución de recambio .Y quiere ser duro pero nunca llegará al nivel que le exigen esos mismos sectores porque todavía le faltan tablas para aplicar un estilo que no era el suyo cuando gobernaba en Galicia.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez le atacó precisamente por esos dos flancos, el de la pérdida de la moderación -los votos que puede arrancará a Vox por esa vía los pierde de los que se llevó del PSOE- y el de su ausencia de autonomía -excusa no pedida, acusación manifiesta-. Feijóo renunció a atacar a Sánchez por lo que dijo que iba a ser él leit motiv de su oposición, la situación económica. No lo tenía fácil el día que el Gobierno había conseguido sumar los votos precisos para su aprobación, bien que a costa de nuevas cesiones en Navarra, pero sobre todo porque las cuentas públicas del próximo año habían conseguido el aval de Bruselas. Y de paso Nadia Calviño había logrado un acuerdo con el sector bancario para aflojar la presión hipotecaria sobre un millón de familias.

Seguro que Feijóo dispondrá de nuevas convocatorias de preparación antes de las elecciones del mes de mayo que, en eso lleva razón, es el verdadero examen que tiene que pasar y en el que convencer al tribunal del electorado.