Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Sánchez o el antiSuárez

14/12/2022

Me gustaría pensar que Pedro Sánchez tiene un proyecto de país y no un proyecto obsesivo de supervivencia personal en la política a costa de lo que sea. Pocas veces la política, que con frecuencia es el arte de mentir sin que se note, en el mejor de los casos en aras de un fin superior, ha alcanzado tan altas cotas de mentira, a todas horas, sin pestañear. El rostro de cemento armado de Sánchez alcanza grados de impostura tan elevados que es difícil ya poder vislumbrar en él algún recoveco para la nobleza. Los que le conocen desde antiguo, y la antigüedad hoy se mide de diez años para acá, no más, saben cómo se las gasta, sin cambiar el tono, ni la sonrisa, ni esa amabilidad como de anuncio ochentero cuando te querían vender las bondades del bollycao para la merienda de los niños. Pedro Sánchez comparte con Adolfo Suárez un tiempo convulso, de cambio e incertidumbre, de transición, pero no es exagerado decir a estas alturas que si Adolfo Suárez tuvo que mentir varias veces para sacar adelante un proyecto de convivencia sin precedentes en nuestro país, Pedro Sánchez miente a todas horas para salvarse políticamente aunque la estructura del país cruja por sus cuatro costados. Sánchez es un antiSuárez en una época en la que nos hacía falta una mujer o un hombre capaz de abrir grandes avenidas para el acuerdo, una persona transversal, alérgica a la polarización, de amplias miras y píes bien clavados a un terreno resbaladizo, enfangado, sembrado de minas.
Sánchez quiere terminar el año con una batería de 'reformas a la carta', a decir de Emiliano García Page. Reformas que no tienen un pase desde la más estricta apelación al sentido común. La eliminación en la práctica del delito de sedición a petición de los sediciosos del independentismo catalán o la rebaja de la malversación a petición de los mismos en su versión malversadora del dinero público para organizar un acto de rebeldía sin precedentes que de haber salido bien hubiera supuesto la quiebra del orden constitucional.
La bancada del forofismo sanchista sale a la palestra proclamando con furor que es una exageración hablar de 'golpe de Estado', que las teorías apocalípticas no conducen a nada bueno, que hacen añicos la sensatez. Pero, ¿hay un gramo de sensatez en las últimas medidas de Pedro Sánchez? El protagonista de la historia se defiende, siempre utilizando el auditorio agradecido de un mitin de fin de semana, diciendo que es 'el único camino posible'. Y más: que el clima de apaciguamiento que se vive en Cataluña se debe a medidas tan disparatadas como las que llenarán el BOE en las últimas semanas del año, y además la del indulto, retorciendo de nuevo la realidad para transmutarla en un relato engañoso y tramposo.
Es verdad que el clima de paz que se vive en Cataluña hoy no tiene nada que ver con la crispación que se vivía antes de 2017, a pesar de que los independentistas sigan haciendo de las suyas, excluyendo, segregando, imposibilitando la libertad en ámbitos tan fundamentales como el de la educación, y a pesar de eso, el clima, sí, es mucho más respirable, pero por debilitamiento de los opresores y por hartazgo de la sociedad catalana, el hartazgo que hizo posible, por ejemplo, que tras el quebranto a la legalidad de 2017 una candidatura constitucionalista como la de Ciudadanos fuera la más votadas en unas elecciones catalanas.  Ese era el momento para haber iniciado un proceso de afirmación del Estado en Cataluña, como garante de la democracia, desde el respeto a la identidad catalana, por supuesto. Sánchez, en cambio, va y nos lleva en dirección contraria, dando a los independentistas de nuevo armas para que vuelvan a intentar otra vez la ruptura de la convivencia.
Dice Felipe González que la tarea prioritaria ahora en España es reconstruir la convivencia. Las simpatías de Felipe por Sánchez son escasas, como lo son las de otros barones socialistas en activo, aunque no revientan el escenario compartido. No olvidan, sin embargo, que Pedro Sánchez  nunca ha dejado de ser un cuerpo extraño en el propio Partido Socialista, por más que ahora sea amo y señor del partido, siendo esa otra de las grandes paradojas de difícil resolución que deja el actual presidente, ese trasunto de Adolfo Suárez a la inversa y en negativo, sin un fondo de nobleza como el del nuestro primer presidente que trabajó, con todos sus aciertos y errores, para que la concordia, ahora en serio riesgo, fuera posible.