Las visitas reales a Guadalajara

Plácido Ballesteros
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Guadalajara en 'La Ilustración Española y Americana'

Es un hecho cierto que tanto Alfonso XII como, posteriormente, Alfonso XIII visitaron con mucha frecuencia nuestra ciudad. Fueron más de una decena, por lo que es una circunstancia que la mayoría de los autores que han publicado trabajos sobre diferentes aspectos de la Guadalajara contemporánea, siguiendo la tradición historiográfica de los viejos cronistas locales, suelen destacar como sucesos importantes.

Yo no soy de la misma opinión. En realidad, de las numerosas veces que los monarcas se desplazaron hasta Guadalajara, en muy pocas ocasiones visitaron realmente la ciudad. Aquellos viajes, en su mayoría, tuvieron por objeto inspeccionar las instalaciones o las maniobras del Cuerpo de Ingenieros, o participar en algunas de las ceremonias castrenses. De manera que en casi todas las ocasiones sólo estuvieron en la Academia o en el Campo de maniobras situado a orillas del Henares, sin desplazarse, aunque fuera brevemente, a otras dependencias oficiales civiles; y mucho menos recorrer las calles de la ciudad.

El papel desempeñado por las autoridades locales y provinciales del momento fue el de meros invitados pasivos, que se solían sumar en el lugar que protocolariamente les correspondía por su cargo al numeroso séquito que acompañaba a los reyes. Y nada más.

Bien claro lo podemos leer en la crónica publicada en "La Ilustración …" el día 22 de diciembre de 1884 tras la reseña de aquellas maniobras:  «A las doce y media de la mañana del 15 del corriente llegó el tren Real al apeadero dispuesto por el mismo 2.º regimiento de Ingenieros, antes de la estación de Guadalajara, enfrente del campo en que están enclavadas las obras, para que desde él pudiera pasar el Rey a examinarlas.

Acompañaban a S. M. el Ministro de la Guerra y los generales Novaliches, Blanco, Terreros, Gasset, Primo de Rivera, Marqués de Fuente-Fiel, Conde de la Cañada, Moltó, Coello, Ibáñez, Arroquia, Despujols, Barges y Marqués de Ahumada, con su correspondiente séquito de estado mayor, ayudantes y oficiales a las órdenes, y también el dignísimo coronel del regimiento, Sr. Pujol; los agregados militares de Alemania y Francia, y el guardia noble de Su Santidad, Sr. Garetti; en el apeadero aguardaban los gobernadores civil y militar, Ayuntamiento, Diputación, Audiencia y comisiones de la Academia de Ingenieros y cuerpo de la guarnición; una compañía del regimiento de Garellano, con bandera y música, hizo los honores de ordenanza.

Inmediatamente pasó S. M. con su acompañamiento a visitar las obras, cruzando por el puente levadizo de campaña, y entrando al reducto que hemos descrito.

(…) debemos consignar que S. M. quedó complacidísimo de las obras, y elogió vivamente el estado de instrucción en que se hallaba el 2.° regimiento de Zapadores Minadores que las había ejecutado.

Merece bien de la patria, efectivamente, ese brillante cuerpo, cuyos jefes y oficiales, a la vez que dirigen al soldado por los senderos del deber y el honor, presentándole dignos ejemplos que imitar, mantienen vivas las más gloriosas tradiciones patrias, y ofrecen señalada muestra de estar al nivel, en los adelantos modernos de su instituto, de los primeros cuerpos de igual clase en las naciones más adelantadas».

Por ello, mucho más interés tiene, a mi juicio, fijarnos en el autor del grabado, una verdadera obra de arte, firmado por Alcázar. En los repertorios de biografías de artistas y periodistas de aquellas décadas de finales del siglo XIX podemos encontrar los datos fundamentales de su semblanza, que pasamos a resumir brevemente.

Manuel Alcázar Ruiz, nacido en Albacete en 1858, estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes. Se presentó varios años a los concursos de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo medalla en las de 1887, 1892, 1895 y 1901. Además de destacar como copista en el Museo del Prado y exponer en España, expuso también en México y Buenos Aires. En su temática destacan los cuadros de temática histórica, retratos (entre ellos el de Alfonso XIII), costumbrita y paisajes. Tres de sus obras El flauto mágico (1895), Taller de Grabado (1901) y Cacería en Los Llanos (1909), todas oleos sobre lienzo, se conservan en el Museo del Prado. 

En el Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, publicado por Manuel Ossorio y Bernard en 1903, se indica que nuestro artista, además pertenecía desde 1896 a la Asociación de la Prensa de Madrid, indicando que para ello tenía «título perfecto por la información gráfica con que contribuye al crédito y belleza de periódicos tan importantes como La Ilustración Española y Americana».

En esta faceta de ilustrador, no podemos dejar de citar, junto al grabado que ofrecemos hoy, el dedicado a la muerte de Alfonso XII, que recoge la llegada del cortejo fúnebre al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, publicado por la revista ilustrada madrileña en 1885. También destacó como ilustrador de libros, de manera que dibujos suyos los encontramos en las primeras ediciones de novelas como "Los apostólicos" (1885) de Benito Pérez Galdós . 

Falleció en 1914.

Para acompañar a los dibujos de Manuel Alcázar que ilustraron secuencialmente las maniobras de 1884, hemos optado por una de las primeras fotografías recogidas en el "Estudio histórico del Cuerpo de Ingenieros", publicado en 1911. Se trata de una instantánea correspondiente a un momento de descanso de las maniobras realizadas en 1860 en la Escuela práctica de dicho año que, como puede observarse, los regimientos de Ingenieros realizaron a orillas del Henares.