Vacas 'homicidas'

Belén Monge Ranz
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Los ataques del lobo no sólo acaban con el ganado de la Sierra Norte sino que los ganaderos observan desde hace tiempo que sus reses se muestran más agresivas y alguno ha sido hospitalizado con una cornada en el abdomen

Vacas 'homicidas' - Foto: Javier Pozo

No hay fines de semana ni festivos. El ganadero trabaja los 365 días del año porque tiene que atender el ganado llueva, nieve o haga un calor infernal. Estos sinsabores son los que han motivado que en pequeños municipios como Cantalojas, en plena Sierra Norte, el censo de los profesionales de este sector primario haya menguado notablemente. Hoy, apenas quedan siete ganaderos frente a los 40 de tan solo hace unos años. 

Francisco y Emilio,  ganaderos de Campillos de Ranas de 62 y 71 años, respectivamente, trabajan como hormiguitas para atender a sus animales lo mejor posible. Cada día van al cebadero a echar de comer a los animales, arreglar los desperfectos que surgen en el día a día y atender a las reses parturientas o con problemas. Se criaron apegados al mundo rural y se jubilarán en él pese a que son conscientes de que apenas quedan «cuatro» dedicados a la ganadería y «no hay relevo generacional», apuntan. Tienen una explotación de más de 450 cabezas de vacuno, casi un tercio de la misma de la raza avileña-negra ibérica, una raza en peligro de extinción y, además, la única en toda Castilla-La Mancha.

Francisco habla con sus vacas cada día. Asegura que le entienden «a la perfección». «¡Toma!, ¡toma!, ¡toma!», se le escucha gritar mientras alimenta a Comandante y a Fiscal, dos reses vistosas y con poderío, como él mismo dice. 

«A la gente del campo nos ha mirado un tuerto. Estamos hartos de que se nos culpe de casi todo», señala con algunos ejemplos de ello como los bajos precios que se paga por la carne, los ataques cada vez más frecuentes del lobo al ganado en esta sierra y lo difícil que es acceder a las escasas ayudas que hay, y a ello se solapa últimamente la cólera y agresividad que despierta la cercanía de este depredador carnívoro en las vacas.

Desde hace algún tiempo los ganaderos y pastores de esta comarca están en vilo y no únicamente por el cánido sino porque sus reses están estresadas y les atacan sin motivo alguno. Alguno de ellos ha requerido hospitalización.

«No podemos más», afirma Francisco, muy preocupado. No hace tanto, en Roblelacasa, pedanía de Campillo, el lobo le arrebató un ternero. Sin embargo, su mayor preocupación es que cuando lo hizo había gente en el pueblo y «atacó pegado a las casas». Además, lamenta cabreado que le denegaran la ayuda desde la Junta alegando que los daños al ganado no eran compatibles con los ataques del lobo ibérico. Ha interpuesto una denuncia porque no está de acuerdo.  Últimamente ha perdido otros tres terneros pero lo peor es que tuvieron que darle varios puntos en la mano porque sus vacas le atacaron. Otro día, al ir a poner la chapa de identificación al ternero, el animal «se arrancó y estuvo a punto de trincar a Emilio», afirma. «El ganado esta estresado, no para. Va de un lado a otro y nosotros detrás. Llevan un tiempo que están en constante tensión y muy asustadizas», subraya. Lo cierto es que algunos días, tanto Emilio como él se las ven y se las desean para manejar la explotación, concretamente cuando tienen que realizar el saneamiento y poner las chapas de identificación al ganado o bien cuando tienen que atender  a las parturientas. 

Cree que están cambiando el comportamiento. «Cada vez cuesta más que te hagan caso. Antes, cuando tenías que manejarlas, huían; ahora, se rebotan y eres carne de cañón», asevera Francisco mientras trata de justificar esta actitud en que solo reaccionan así cuando se ven acosadas y «van a por lo que sea para defenderse», añade en clara referencia que eso les pasa cuando nota la cercanía del lobo. En esos casos no solo vienen observando que se vuelven más agresivas sino que «se les corta la leche, no salen al celo, y muchas se quedan machorras y hay que llevarlas al matadero», asevera angustiado este ganadero por el cambio en el comportamiento de las reses. Félix Peinado, a sus 89 años no recuerda que pasara esto en sus tiempos jóvenes aunque sí se veía algún lobo. 

Quizá, el incidente sufrido por Carlos Enrique Zamorano, joven ganadero de El Ordial, haya sido el más grave. Carlos recibió una buena cornada por parte de una de sus vacas en el abdomen cuando se disponía a llevarla con su ternero. «Menos mal a otros ganaderos de Aldeanueva de Atienza que estaban cerca. Si no llega a ser por ellos, el chaval no lo cuenta», afirma Francisco. 

«Al ir a meterla en la nave tras parir, se giró y me embistió. Me hizo dos agujeros en el lado izquierdo del abdomen», apunta ya restablecido Carlos, que pasó cinco días ingresado en el hospital, y no pasó más porque, como él dice, pidió el alta voluntaria porque con la Covid-19 nadie podía ayudarle con el ganado. «Estoy ya bastante bien pero, a veces, pica la herida», subraya. Otro vecino suyo y su mujer también estuvieron a punto de ser  corneados pero «la garrota les libro de un buen susto», afirma mientras lo deja en un mal recuerdo que unos y otros prefieren olvidar.   

lobos con gps. Carlos propone a las administraciones poner collares GPS a los lobos porque eso les permitiría saber si está cerca y alejar al ganado. 

Fernando Moreno es ganadero en La Nava de Jadraque. También el lobo ha hecho de las suyas con sus terneros y ve sus reses «mucho más ariscas. No hay quien se haga con ellas», apunta. En su caso, se vio obligado a mandar cinco vacas a matar porque estaban «medio bravas».  «Se sabe bien cuando está cerca el lobo porque el ganado no se arrima. A veces, casi da miedo», concluye. 

La amenaza del lobo no para en el ganado que mata o que pierden los ganaderos sino que deja ‘tocadas’ a muchas de las reses que se salvan de estos ataques.