«Este premio me hace muy feliz porque soy un hijo de Manu»

Inmaculada López
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El conocido fotoperiodista Gervasio Sánchez acaba de recibir, en Brihuega, el X Premio de Periodismo Internacional 'Cátedra Manu Leguineche' por su vehemente defensa de la profesión y de los derechos humanos

Gervasio Sánchez, durante su visita a Brihuega, el municipio alcarreño donde recibió el Premio Internacional 'Cátedra Manu Leguineche'. - Foto: Javier Pozo

El  conocido fotoperiodista Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) acaba de recibir, en Brihuega, el X Premio de Periodismo Internacional Cátedra Manu Leguineche por su vehemente defensa de la profesión y de los derechos humanos.

 ¿Cómo valora este galardón?

Este premio me hace muy feliz porque me considero de un hijo periodístico de Manu, a quien comencé a leer incluso antes de conocerle en Chile, en 1988. Y también me siento muy feliz porque fue un gran amigo al que visité regularmente en su casa de Brihuega, sobre todo, en los últimos 25 años de su vida. Pasé allí momentos muy emotivos como la celebración de su 70 cumpleaños. 

Gervasio Sánchez, durante su visita a Brihuega, el municipio alcarreño donde recibió el Premio Internacional 'Cátedra Manu Leguineche'.Gervasio Sánchez, durante su visita a Brihuega, el municipio alcarreño donde recibió el Premio Internacional 'Cátedra Manu Leguineche'. - Foto: Javier Pozo¿Qué representa Manu Leguineche en el mundo del periodismo?

Representa la independencia, Manu era rabiosamente independiente. Además, siempre actuó con rigor, gran maestría y dignificó esta profesión hasta el último de sus escritos. 

Sus libros son auténticos hitos.

¿Se están perdiendo esos valores? 

Hay gente que recuerda el buenísmo de Manu, pero hay que decir que era extremadamente crítico con el periodismo de su época. Sin ir más lejos, La Tribu es un manual feroz sobre el periodismo de 1979-80, que fue la época dorada del periodismo español. Después, las cosas empezaron a complicarse porque los grupos mediáticos se comenzaron a relacionar unos con el PSOE y otros con el PP, unos con unos banqueros y otros con otros, unos con unos empresarios y otros con otros y eso puso en un brete este oficio. Manu fue siempre muy claro en este sentido, llamaba a las cosas por su nombre y es fue la razón fundamental de que no aceptase los suculentos puestos que le ofrecieron en su vida profesional. En la actualidad, creo que vivimos una situación dramática en el periodismo español. La salud informativa española está en sus mínimos y una sociedad con una mala salud informativa es fácilmente manipulable. La principal culpa la tienen los medios de comunicación que se han aliado con intereses ajenos al periodismo. 

¿Usted también ha renunciado a puestos de responsabilidad por garantizar su independencia?

En ese sentido, creo que me parezco bastante a Manu. Desde muy joven, sé lo que hubiese significado tener un puesto directivo en un medio y las presiones a las que hubiese estado sometido. Además, me especialicé en el periodismo internacional, por lo que siempre he estado alejado de las redacciones. Eso sí, tengo que decir que siempre que estoy en Zaragoza, la ciudad donde vivo, me encanta acercarme a la redacción de El Heraldo de Aragón, periódico con el que llevo colaborando desde 1987. Y tengo que decir que en estos casi 35 años, jamás me han tocado una línea, jamás, cosa que es difícil de comparar con casi todos los demás medios españoles.  

¿De dónde la viene su pasión por el periodismo y la fotografía?

Me pasó algo parecido a Manu. Manu miraba al cielo, veía los aviones y anhelaba viajar y yo lo que hacía era coleccionar sellos de diferentes países, aprenderme las capitales e imaginar que algún día viajaría a esos países. Empecé esa colección de sellos con nueve años y a los 14 tuve claro que quería ser periodista o piloto de avión para viajar. Siempre digo que el periodista lo es desde la cuna hasta la tumba, es una profesión en la que no cabe la jubilación. Nos jubilamos porque el mercado nos jubila. Tengo 62 años y estoy en la flor de mi vida profesional, me quedan por delante entre 20 y 25 años si la salud me lo permite.  

¿Se siente mejor en alguna de estas dos facetas como informador?

Soy licenciado en Ciencias de Información, en la rama de Periodismo, por la Universidad Autónoma de Barcelona y jamás hice un curso de fotografía. Me gusta que se me recuerde como un periodista que hace fotografías. Soy fotorreportero, pero llevo escribiendo en periódicos desde los 20 años. De hecho, la mayor parte de mis reportajes aparecen con mis textos y mis fotografías. Además, desde 1994 hago radio con la Cadena Ser y colaboro con servicio español de la BBC. Siempre he hecho una radio muy gráfica, me lo decía Iñaki Gabilondo, que se inventó una frase para darme paso: «¿Cuál es la fotografía del momento, Gervasio?». Él sabía que hacía una radio gráfica y que llegaba a sitios donde los periodistas literarios creían que no debían de llegar cuando, en realidad, da igual que escribas, que hagas radio o fotos, hay que estar siempre en el lugar de los hechos y en la primera línea, más en conflictos. La clave para que haya podido hacer todo a la vez es que me levantaba el primero y me acostaba el último. No se me ocurre otra razón.

¿ Qué opina de las redes sociales?

Internet a mí me ha dado muchas ventajas porque durante años los difícil no era hacer una historia sino enviarla. También es verdad que no había tanta presión como ahora con respecto a la inmediatez. El ritmo era diferente, se podía reflexionar más sobre las historias, pero las comunicaciones eran carísimas. Me hubiese gustado tener internet y whatsapp durante el conflicto de Sarajevo, en Somalia o en el Afganistán de los talibanes de los años 90 porque hubiese mandado unas crónicas brutales in situ. Esto es la vertiente positiva de internet. El desastre viene cuando se utilizan las redes sociales para mentir y levantar bulos. Aunque  las mentiras en el periodismo han existido siempre. He conocido periodistas mentirosos antes, durante y después de internet.

Ha cubierto conflictos bélicos durante más de tres décadas. ¿Qué le han aportado estas experiencias?

El tener un mejor conocimiento del mundo en el que vivo y eso es un privilegio. Es una suerte saber qué pasa por haberlo visto por mis propios ojos y no dejarme embaucar por las mentiras de quienes ocupan los poderes fácticos. Creo que esto también la pasó a Manu. Había viajado tanto por el mundo que, evidentemente, no se dejaba influir por las mentiras de los poderosos y por eso Manu, y creo que yo también como hijo suyo, siempre huimos del periodismo cochambroso vinculado a ser palmeros de los poderosos. 

¿Por qué decidió hacerse fotoperiodista de guerra?

Durante mis años de Bachillerato y Universidad, entre 1977 y 1980, se produjeron en el mundo una serie de crisis postguerra del Vietnan (Líbano, invasión de Afganistán por los soviéticos, la guerra civil en El Salvador , el  sha de Persia fue derrocado por Jomeini, etc.) y recuerdo que estaba todo el día leyendo sobre esos temas, me atraían muchísimo, todavía conservo carpetas con recortes de los artículos de periódicos. 

¿Es un testigo de nuestra historia?

Cuando has visitado unos 110 países y has cubierto 25 conflictos armados más varias crisis humanitarias, tienes una visión del mundo bastante mejor que la del ciudadano o la del periodista medio. Sí, me siento un testigo privilegiado de la historia y, además, he tenido la suerte de poder contarlo porque varios de mis mejores amigos han muerto ejerciendo el periodismo en los mismo lugares en los que yo suelo estar.

¿Se acostumbra uno a la tragedia?

Ha habido momentos extremadamente duros porque he visto lo peor del ser humano. En la guerra es difícil encontrar a personas que prefieran morir antes que matar. La inmensa mayoría prefiere matar antes que morir, por pura supervivencia. Siempre he ido a cubrir los conflictos sabiendo que me iban a impactar y que algo de mí iba a morir en cada uno. No he tenido razones reales para irme al quinto pino a ver lo peor del ser humano, si lo hago es por motivos de peso, porque quiero ser testigo de lo que ocurre, documentarme y ser consciente de que una guerra sin cubrir es mucho más brutal que una guerra cubierta. Si cuando la guerra está iluminada por los periodistas es un desastre, imagínate cuando nadie lo cuenta. Pero acabas llevando una mochila invisible cuyo peso sólo conoces tú. 

¿Cómo ha vivido la pandemia?

Tenía un viaje a Colombia tres días después de decretarse el Estado de Alarma. Lo tuve que anular y pensé en tomármelo con calma, dedicarme a lo que nunca puedo hacer (leer libros pendientes, hacer deporte, etc.), pero cuando llevaba nueve páginas de un buen libro sobre la epidemia de la fiebre española de 1918, me pregunté que qué hacía leyendo lo que ocurrió hace un siglo cuando tenía una pandemia en la puerta de mi casa. Llamé al director de El Heraldo de Aragón y le comenté que iba a salir a la calle a hacer reportajes. Y así fue. Me puse a trabajar durante tres meses con la misma mentalidad que si estuviera en un conflicto armado aunque, evidentemente, fue muy distinto. Me alegro mucho de que el jurado el Premio Manu Leguineche lo haya recogido en su acta porque para mí fue un trabajo francamente demoledor.

¿Qué enseñanza ha aprendido en tantos años de profesión?

Tengo claro que el contacto con el sufrimiento me ha hecho mejor persona. Soy una persona extremadamente autocrítica y crítica con lo que ocurre a mi alrededor,  pero también tengo cualidades como la empatía, la piedad, la conmiseración, estar al lado de las personas que más sufren.

¿Algún próximo proyecto?

Tengo la cabeza a tope. Ahora estoy con un antiguo proyecto,Vidas minadas, 25 años, con los mismos protagonistas que empecé a fotografiar hace 25 años, en muchas casos, menores que habían perdido las piernas o la vista por minas antipersona. También trabajo sobre los desaparecidos de la Guerra Civil española.