El desierto de Bolarque

Plácido Ballesteros
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Apuntes artísticos de la provincia de Guadalajara. II

El desierto de Bolarque

El convento, desocupado desde 1836 cuando fue desamortizado, aunque como puede observarse por entonces aún no había sufrido el proceso de ruina que con el paso del tiempo lo ha llevado al aspecto calamitoso en el que está en la actualidad, ya presentaba los primeros síntomas de abandono. 

El texto correspondiente a este dibujo de la reseña que acompaña a la lámina, firmada por el reportero Eusebio Martínez de Velasco, es muy conciso, pues se limita a ofrecer las fechas claves de la historia del Convento. Si bien desde su primer párrafo los enmarca en un cierto aire de nostálgico misterio, propio de la visión que los escritores románticos decimonónicos tenían de los monumentos desahuciados:  «El núm. 4 ofrece la extraña y medrosa perspectiva del Desierto de Bolarque. Allí se construyó, en 1592, el célebre convento de igual nombre, con licencia del arzobispo toledano Sr. Quiroga y aprobación del rey D. Felipe II; en 27 de agosto de 1619 fue pasto de las llamas el primitivo edificio, y pocos años después los monjes le reconstruyeron en la forma que hoy tiene; en la capilla de las Reliquias estaban los magníficos sepulcros de los fundadores de la ermita del Nacimiento, la más bella del Desierto, que han sido trasladados a la colegiata de Pastrana en 1843».

La trayectoria del que fue el primer Desierto carmelitano tras la reforma impulsada por Santa Teresa y San Juan de la Cruz en la segunda mitad del siglo XVI está bien documentada. Por un lado, han llegado hasta nosotros los restos de su archivo, con documentos fechados entre 1635 y 1831, conservados entre los Fondos de Instituciones Eclesiásticas existentes en el Archivo Histórico Nacional, donde fueron a parar tras culminar el proceso de la Desamortización. Y donde están a disposición de los historiadores que quieran profundizar en su historia.

Por otro, contamos con diversas obras que forman la bibliografía específica sobre el convento bolarqueño; entre las que cabe destacar la monografía publicada en 1992 con motivo de su Cuarto Centenario por el cronista provincial Antonio Herrera Casado en colaboración con el sacerdote sayatonero Ángel Luis Toledano Ibarra, en la que no sólo se historia todo el proceso de fundación y su posterior evolución, sino que se describen los edificios conventuales y las numerosas ermitas en la que los monjes vivían su retiro y ascetismo. 

Para ello contaron con la guía inestimable trazada por el primer historiador del convento, Fray Diego de Jesús María, quien sin ni siquiera haber transcurrido cincuenta años desde su fundación, en 1651, publicó su Desierto de Bolarque, yermo de Carmelitas Descalzos; y descripción de los demás desiertos de la Reforma. Obra en la que su autor, carmelita en el propio Desierto de Bolarque durante años, recoge información de primera mano.

En sus páginas nos encontramos con una sencilla reseña sobre la antigüedad de la vida solitaria de los miembros de la Orden carmelitana, cuyos antecedentes el autor los remonta a la inspiración en la vida del profeta Elías, pues, siguiendo su ejemplo, algunos monjes se retiraban a los llamados Desiertos, lugares totalmente apartados que les permitía vivir su religiosidad con escaso contacto con otros seres humanos. En concreto está bien documentado como desde las décadas de mediados del siglo XII, un grupo de ermitaños se retiraron a vivir en el Monte Carmelo, en Palestina, donde construyeron sus cabañas y en medio una iglesia dedicada a la Virgen María, a quien veneraban como Nuestra Señora del Monte Carmelo. El movimiento fue reconocido por el Patriarca Alberto de Jerusalén, quien en 1209 aprobó su regla basada en la vida contemplativa, la meditación de la Sagrada Escritura y el trabajo. 

Este modelo a lo largo los siglos bajomedievales se fue diluyendo hacia una vida más convencional propia de los conventos, de manera que la mayoría de los carmelitas terminaron convirtiéndose en fraile y monjas mendicantes (al estilo de los franciscanos). Pero a partir de la reforma impulsada por Santa Teresa y San Juan de la Cruz, dentro de los llamados carmelitas descalzos, el antiguo modelo eremítico cobró nueva fuerza, de manera que, en 1592, Fray Alonso de Jesús María, Fray Tomás de Jesús y Fray Bartolomé de San Basilio consiguieron los permisos pertinentes de las autoridades eclesiásticas e iniciaron la fundación de un Desierto en Bolarque. Paraje en el término de Pastrana, bastante separado de aquella villa y del otro lugar habitado más próximo, que era Sayatón.

En aquel paraje solitario, entre los riscos y los árboles de las abruptas orillas del río Tajo, aguas arribas de donde recibe las aguas del Guadiela antes de despeñarse por los llamados Chorros de Bolarque (hoy totalmente transformado por la construcción de la Presa y el Salto para producir energía eléctrica en 1907, lo que llevó a que parte del valle quedara bajo las aguas), aquellos primeros eremitas comenzaron a construir sus cabañas y una primitiva iglesia. No sin despertar algún recelo entre los vecinos de los pueblos comarcanos que aprovechaban con sus ganados aquel rincón, del que también explotaban la leña. 

Pero su fama de ejemplar vida contemplativa no sólo venció la resistencia de los vecinos de la comarca, sino que pronto llamó la atención también de importantes personajes de la Corte madrileña. Entre ellos, Francisco de Contreras, que ocupaba un alto cargo en la administración de la Monarquía Hispánica, llegando a ser presidente del Consejo de Castilla, quien sufragó a su costa una de las ermitas del conjunto conventual. Medida imitada en las siguientes décadas por otros nobles, de manera que en el momento de máximo esplendor durante la primera mitad del siglo XVIII el Desierto llegó a contar con más de treinta ermitas distribuidas por las barranqueras del entorno de la iglesia y el edificio principal del Convento.  

No obstante, venido a menos en las décadas siguientes, el Convento carmelita de Bolarque fue víctima como otros muchos centros religiosos del proceso desamortizador promovido en 1836 por Mendizábal. Momento en el que empezó su abandono y ruina, que aún no se ha detenido.  

Volviendo nuestra atención sobre el grabado de Salcedo para terminar, parece ser que, como otros muchos de nuestro pintor, tras su publicación en La Ilustración …, el dibujo del Desierto de Bolarque también fue impreso coloreado en parte como litografía. Así es recogido, por ejemplo, en el artículo dedicado a este cenobio en la popular enciclopedia digital Wikipedia; aunque sin atribuírselo a Salcedo y con una cronología totalmente equivocada, pues lo fechan en torno a 1700.