Es normal sentir vértigo ante la  tarea que se abre en la unidad Vega Baja –Circo Romano. ¿Cómo darle sentido urbanístico sin recurrir a viviendas? Es un espacio que se mueve entre el infinito o la nada, entre la conversión en un lugar singular o  el  abandono intencionado hasta que alguien despreocupado decida convertirlo en el soporte de monstruosos edificios de pisos. Algún ejemplo reciente ya tenemos.  No estamos  acostumbrados a inventar la magia diaria. Preferimos la que no dejó el pasado. Y sin embargo, en Toledo disponemos de unas instalaciones y de unas gentes que se mueven entre  la magia de la invención y la construcción. Es la Escuela de Arquitectura: una empresa tan potente que puede evaporar cualquier clase de vértigo. En ella se citan el potencial de futuro de la juventud, la acumulación de inteligencia de gentes variadas y la experiencia de un profesorado cualificado, dispuestos todos a colaborar con la ciudad para que el tránsito hacia la magia se transcurra sin vértigo.
Hace ya varios años una alumna de esa Escuela propuso un trabajo de final de carrera que aportaba soluciones imaginativas para la recuperación del Circo Romano. El profesor Juan Vallés reaviva el debate sobre aquel proyecto. Un tiempo después, el director de la Escuela  publicaba lo más parecido a un manifiesto sobre las potencialidades de futuro del circo romano de Toledo. Y  comparaba el circo local con el de Roma, con menos vestigios que el de la ciudad. En la mítica  Olimpia el estadio en el que se celebraban los juegos es poco más que un solar con algún pequeño recuerdo reinventado. Los visitantes, sin embargo, son capaces de vivir las proezas de aquellos tiempos en los que los hombres interrumpían  guerras para competir por  coronas de laureles.
 Ya el profesor Ramón de la Cal contó una historia sobre este espacio, recreando el mundo romano como si estuviera rodando una película de Hollywood.  Describía cómo pudo ser Toletum, con su circo imponente, con su teatro coqueto y con un acueducto hercúleo. La 'parva urbs', encaramada en su cumbre,  divisaba orgullosa  la Vega  con los pobladores de las tribus locales ocupando el circo. Un día el director de la Escuela, Juan Mera, definió el lugar como 'regalo de los dioses'. El proyecto de aquella alumna nos ofrece la oportunidad de alejar cualquier vértigo y de convertir el regalo divino en un lugar de futuro  de la ciudad.