Javier del Castillo

Javier del Castillo


Una cura de humildad

27/06/2022

El resultado de las elecciones andaluzas demuestra que la paciencia ciudadana tiene un límite. A los españoles se nos puede engañar una vez, incluso varias veces, pero llega un momento en el que decimos basta. 
Acabamos de verlo al otro lado de Despeñaperros: los andaluces han dejado casi vacío el gran granero de los socialistas. Ese granero que llenaba Alfonso Guerra a sacos. En poco más de tres años de gobierno, un tal Moreno Bonilla, líder moderado y sin carisma, ha conseguido revalidar la confianza y obtener una mayoría absoluta. Con moderación y sin apenas hacer ruido.
En la última semana se han realizado todo tipo de valoraciones, análisis e interpretaciones sobre los resultados electorales en Andalucía, pero quizá no se ha insistido suficientemente en las causas que han propiciado la derrota de los socialistas y el trasvase de los votos de izquierda a la opción de centro y centroderecha liderada por Moreno Bonilla. Quizá no se ha sabido ponderar la madurez y el sentido común de los ciudadanos a la hora de juzgar y sacar conclusiones de las actuaciones de unos y de otros. Los hechos están ahí, por mucho que se manipulen y por mucho que se insista en alarmar a la población con el eslogan de «que viene la extrema derecha». 
Al ciudadano lo que realmente preocupa es la inflación, que los combustibles cuesten el doble que hace unos meses, que no se consiga frenar los precios desorbitados de la energía, que los españoles cada día seamos más pobres y que España siga dando bandazos en política internacional, sin medir las consecuencias de determinadas decisiones, como el cambio de posición sobre el Sahara y Marruecos. 
Sin restarle importancia a la crisis provocada por la pandemia, ni a la invasión de Ucrania, habrá que convenir en que resulta muy difícil afrontar una situación de tanta gravedad con un gobierno de coalición dividido y con unos socios que tienen intereses ajenos a los que define nuestro marco constitucional. 
En Andalucía, como en otras muchas comunidades autónomas, los votantes han castigado y penalizado la dependencia y el sometimiento del Gobierno de Sánchez a los deseos de los independentistas catalanes (ERC) y a las exigencias de los herederos de ETA (Bildu). La España de las autonomías, con las excepciones del País Vasco y Cataluña, está harta de aguantar agravios comparativos, mientras se le reclama empatía y sacrificio. En definitiva, más paciencia.
Los resultados de las urnas al sur de Despeñaperros deberían servir de cura de humildad y de autocrítica. Sin embargo, no caerá esa breva. Lo recordó, por si había alguna duda, Adriana Lastra, nada más conocerse el resultado del 19-J: Moreno Bonilla, dijo, ha ganado las elecciones gracias al dinero y a los fondos que ha repartido en Andalucía el gobierno de Sánchez. Este mensaje, como el de «impedir» a toda costa que Vox llegara a formar parte del nuevo gobierno autonómico, son dos argumentos que explican muy bien el gran batacazo de su partido.
 El panorama que tiene por delante el PSOE a un año de elecciones autonómicas y municipales, y a poco más de año y medio de las Generales, es bastante delicado. Por un lado, Sánchez no puede renunciar a las malas compañías con las que gobierna, y, por otro, tiene cada vez menos tiempo para cambiar el rumbo. 
Encima, ningún barón socialista se atreve a criticar al jefe, salvo en privado. Conocen cómo se las gasta. Y la «humildad» con la que trabaja.