El insólito coromandel chino de Embid

Inmaculada López Martínez
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La iglesia parroquial de este pequeño pueblo molinés custodia un singular frontal en el altar mayor, apenas conocido en la provincia, que está decorado con las lacas de dos biombos de origen chino

Estado actual del frontal del altar mayor de la iglesia de Embid, en el que se aprecian las piezas de los biombos o coromandeles chinos que fueron aprovechados para su ornamentación. - Foto: Jesús de los Reyes

La provincia de Guadalajara encierra pequeños tesoros que nunca dejan de sorprender a propios y foráneos. Una de esas asombrosas reliquias, cuya existencia es desconocida incluso para los estudiosos del arte local, se encuentra semiescondida en la iglesia de Embid. Nos referimos al frontal de origen chino existente en el altar mayor que se halla prácticamente oculto tras las sabanillas litúrgicas propias de los menesteres religiosos.
El presidente de la Asociación Cultural Castillo de Embid, Juan José Fernández Sanz, profesor jubilado de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, es una de las pocas personas, por no decir la única, que ha dedicado varios años de estudio e investigación a indagar y determinar el origen y relevancia histórica de esta singular obra artística. «Se trata de dos coromandeles o biombos chinos que se acomodaron al altar, uno en la parte central que está completo y otro que se aprovechó para rellenar los dos laterales, por eso se aprecia que alguna pieza no encaja bien», indica. Tal y como da fe el inventario del Libro(s) de Fábrica de la Parroquia de Santa Catalina de Embid, volumen custodiado en el Archivo Diocesano de Sigüenza, estos dos coromandeles llegaron al templo de esta localidad molinesa «como donación de un frontal de charol de la China por parte del Marqués de Embid en 1740». Con ello se desmonta otra teoría que apunta al posible origen japonés de esta extraña pieza. «Estamos ante un coromandel chino, como bien puede apreciar perfectamente hasta un medio experto; por lo que, como cabe imaginar, no se realizó en Japón, ni por artistas japoneses, como se ha llegado a afirmar alegremente y por mucho que se pretenda justificar con pinceladas históricas o historicistas relacionadas con el paso de la Embajada Keicho, en 1615, por Embid», señala el profesor.


ORIGEN

Según explica Fernández Sanz, los coromandeles «reciben su nombre de la costa de embarque, en el sureste de la India (Costa de Coromandel), donde operaba la Compañía Inglesa de las Indias Orientales y desde donde partían hacia Europa». Es decir, que son lacas provenientes de China, mayormente biombos de notables dimensiones, que llegaron a Europa en la segunda mitad del siglo XVII y que se generalizan más en el XVIII, aunque vayan perdiendo progresivamente consideración y valor. «Los mejores son de la época del emperador K'ang-hi, es decir, anteriores a 1722», detalla este estudioso embideño. Solían disponer de un número par de tablas o paneles (ocho, 10 ó 12, por lo general) y, en ocasiones, como presumiblemente en el caso de Embid, no era raro que se adquiriesen por pares. «De tabla, plegables, de laboriosa y exquisita elaboración, y notoria perfección técnica, suelen estar recubiertos de laca negra, barniz impermeable, duradero y resistente, que se obtiene con la savia de un árbol originario de China (Rhus vernicifera)», comenta.

Los coromandeles son obras artísticas que fueron demandadas por las clases sociales europeas más pudientes y solían utilizarse para separar ambientes en estancias o delante de las puertas por lo que, el caso de Embid, «es una sublime excepción», confirma Fernández Sanz. Sobre su temática, suelen representar escenas tanto de la vida ordinaria china como de la vida imperial, aunque sin descartar la mitología y los motivos paisajísticos. En concreto, el existente en el altar mayor de Embid representa la excursión de un mandarín por las montañas mientras que en las piezas añadidas a los lados aparecen los llamados lohans, o discípulos de Buda.


PROTECCIÓN

Desde 1740 estuvieron como frontal del altar mayor, como corroboran los documentos analizados en el Archivo Diocesano de Sigüenza, aunque las obras de ampliación de la iglesia de Embid en su estado actual datan del 24 de enero del 1786 (bendición de la Capilla Nueva), «por lo que entonces sufrieron un traslado, aunque manteniéndose como frontal del altar mayor actual, delante del retablo», precisa este docente universitario, quien se refiere a la curiosidad que suscita que la excursión de un mandarín por las montañas sea el tema central del altar mayor de una iglesia católica. «La suerte en que, al estar tapado por las sabanillas litúrgicas durante 282 años, por fortuna no ha sido objeto de expolio. Suerte que esperamos se mantenga, de aplicar la conveniente restauración, y primero protección», reclama Juan José Fernández Sanz.
En este sentido, el presidente de la Asociación Cultural Castillo de Embid lanza un mensaje a las administraciones competentes. «Habría que garantizar de inmediato su seguridad; las autoridades tienen la palabra, es decir la obligación», declara. Y aunque el estado general de esta curiosa obra de arte es bueno, «también habría que restaurar convenientemente las partes deterioradas».

Por último, el hasta hace poco profesor de la Universidad Complutense considera que sería menester resolver de la mano de expertos en la materia la única duda que existe sobre su origen, es decir, «habría que demostrar si en verdad dicho coromandel vino de China dado que algunos se hicieron en Europa; lo que esperamos que, en principio, no sea descartable, pues probablemente hablaría de mayor calidad y valor». Mientras que ese momento llega, lo que esperamos que sea más pronto que tarde, los embideños seguirán conviviendo sin apenas percatarse con uno de los tesoros artísticos más singulares y desconocidos que custodia la provincia de Guadalajara. Y, por supuesto, las misas y celebraciones religiosas seguirán estando presididas por un chino mandarín.