Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


¿Hasta cuándo la broma?

17/10/2022

Al lehendakari vasco y al president de la Generalitat catalana no se les ha perdido nada en la Fiesta de la Hispanidad y no le duelen prendas a la hora de reconocerlo. Antaño se andaban con disimulos; hoy día, fuertes y seguros de sí mismos con el apoyo incondicional de don Pedro Sánchez, campan por sus respetos y se comportan como auténticos sátrapas. Sus relaciones con la vieja España se rigen por el principio del saqueo (dicho sea en su sentido etimológico del término), o sea, el interés o la 'pela'. De ahí la desigualdad manifiesta entre esas dos regiones privilegiadas de España, y la depauperada Castilla, que cada vez más se parece a Albania.
La Hispanidad les interesó mientras se perpetuaron los monopolios con los países de la América hispana. Los castellanos con la espada y la cruz, abriendo espacios comerciales en exclusiva, enseñando a los nativos una cultura, una religión y, sobre todo, una lengua pujante, con esa obsesión evangelizadora heredada de Isabel la Católica; ellos, catalanes y, en menor grado, los vascos, implantando las raíces de un colonialismo que ingleses y holandeses iban a llevar a su máximo apogeo. Castellanos, leoneses, andaluces, gallegos y extremeños empeñados en proseguir la labor del viejo Imperio Romano; ellos, como los antiguos fenicios, al negocio.
Resulta, pues, lógico que, visto lo visto, y concluido el negocio en 1898, hoy se sumen a la nueva ola de los 'Obradores' y, celosos de ver el enorme impulso del castellano en aquel Continente, nieguen la realidad de una obra que, por más que intenten cargársela derribando estatuas de Colón y sacando a colación los errores que conlleva toda dominación, está ahí y ahí seguirá por derecho propio.
La forma de comportarse los nacionalistas vascos y catalanes con todo lo que huela a hispano (olvidándose que ellos también lo son), comportamiento que da en ensañarse más y más con el rey, Felipe VI, es, por más que lo nieguen, de raíz 'aranesca'. Al igual que la Leyenda Negra es un mantra prácticamente imposible de erradicar, el pensamiento de Sabino Arana, enseñado, más o menos conscientemente en las ikastolas vascas y, de forma subliminal, en las escuelas catalanas, está en la base de ese racismo cada vez más patente contra lo 'español', incluida, claro está,  la lengua.
Y, para quien lo dude, una pequeña muestra. Dice el xenófobo Arana, entre otra infinidad de bestialidades dignas de Mein Kampf: «El vizcaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntadle a cualquier contratista de obras y sabréis que un vizcaíno hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos. Interrogad al vizcaíno qué es lo que quiere y os dirá 'trabajo el día laborable e iglesia y tamboril el día festivo'; haced lo mismo con los españoles y os contestarán pan y toros un día y otro también (…) La familia vizcaína atiende más a la alimentación que al vestido, que aunque limpio es siempre modesto; id a España y veréis familias cuyas hijas no comen en casa más que cebolla, pimientos y tomate crudo, pero que en la calle visten sombrero, si bien su ropa interior es 'peor menealla'. El vizcaíno degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera para que lo civilice…». Que yo sepa, nadie ha pedido perdón por semejante afrenta.
Euskadi, la dominada, es hoy día un país europeo en la línea de Dinamarca; Cataluña aspira a ser Suecia; y el resto de España, dejando a un lado, la Comunidad Madrileña, la costa andaluza, Baleares y la zona levantina, de seguir las cosas como van terminará hermanándose con Marruecos o con Argelia. Y pensar el modo en que se nos tomó el pelo diciéndonos que el Estado Autonómico aspiraba a equiparar las regiones y mermar las diferencias entre la España pobre y la rica. Pues en ésas estamos…