¡Gloria a Ucrania!

Antonio Herraiz
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Empezó distribuyendo ahumadores para las colmenas que compraba en Ucrania y que vendía a través de 'Milanuncios'. Junto a Rosa, su mujer, dirige desde Guadalajara una de las empresas apícolas con más proyección de toda España

Iván Soltan - Foto: Javier Pozo

Cuando hablo con Iván Soltan (Ucrania, 1980), el ejército ruso acaba de bombardear una zona de la región de Poltava situada a escasos kilómetros donde vive su madre. «Menos mal que tiene una casa bastante fuerte y apenas lo ha notado. Hay vecinos a los que les han saltado las ventanas». Unas horas antes, a las cinco de la madrugada, un sobrino le llamó asustado. Vive cerca de Chernóbil y la onda expansiva de los misiles acababa de abrir la puerta de su casa. Dentro, dormían sus hijas, una de dos años y medio y, la otra, un bebé de seis meses. Ese mismo día también había telefoneado a unos amigos que viven en Járkov. Le contaron que una bomba de gran potencia había caído en el centro de la segunda ciudad más importante de Ucrania. 

Es el parte diario de una guerra que mantiene en vilo a toda su familia, con la impotencia añadida de vivir a casi 4.000 kilómetros de distancia. «Duermo mal, no tengo apetito y me cuesta concentrarme en el trabajo". Sus tres hijos tampoco son ajenos a la tragedia. «David, el mayor, de 11 años, siempre está soñando con Ucrania y, cuando le piden alguna redacción en el colegio, habla de Ucrania». Y todos se preguntan cuándo va a acabar este sinsentido. «Putin es un imbécil que pensaba que los ucranianos se iban a rendir enseguida». En este punto, la salida pasa por una respuesta unánime de la población rusa en contra del disparate de su presidente. «Pero Putin les tiene lavado el cerebro. Los que se echan a la calle son minoría. Tengo amigos y familia viviendo en Rusia. Están aleccionados y, cuando hablan conmigo, quitan importancia a la invasión. Repiten que es una operación militar, que no hay guerra y que no ha sufrido nadie». 

En su análisis de lo que está pasando en su país, Iván Soltan mezcla la indignación con el deseo de que la guerra termine cuanto antes. Habla un español correcto que le permite conversar el tiempo que sea necesario. Se nota que lleva ya unos cuantos años en España. Junto a Rosa, su mujer, llegó a Guadalajara en 2007. «Teníamos un primo que vivía en Azuqueca y nos animó a venir a España porque, en teoría, había mucho trabajo aquí». Al poco de instalarse aquí, estalló la crisis financiera y se multiplicaron las dificultades. Iván había trabajado en Ucrania como representante comercial de varias empresas. En una cervecera, primero, y luego en una distribuidora de dulces y chocolates. Sin papeles y sin apenas conocimiento del idioma eso era imposible en España. «Comencé trabajando de peón de albañil en una obra de Usera, en Madrid. De 7 de la mañana a 8 de la tarde por menos de 40 euros al día». Tras pasar por una empresa de cimentación, se aproximó a la apicultura casi por casualidad. «Mi mujer trabajaba de asistenta en una finca y los dueños me llamaron para retirar un enjambre de abejas que había debajo del tejado». A partir de ahí, comenzó a comprar colmenas y a acercarse a un mundo que hasta entonces le era completamente desconocido. «Creo que un tatarabuelo fue apicultor en Ucrania, pero poco más». 

Pronto vio que era un sector con gran potencialidad de negocio. «Empecé trayendo material desde Ucrania y vendiéndolo en España a través de Milanuncios. Lo primero fue un ahumador y poco a poco fui ampliando el catálogo. Todo lo que importaba, se vendía». Para empezar, estaba bien y obtenía beneficios, pero había que legalizarlo. Arriesgando mucho y con gran valentía, Iván Soltan ha conseguido formar junto a su mujer una de las empresas apícolas con más proyección de todo el país. ApiTienda no es solo referente para los apicultores de la Alcarria. Es distribuidor exclusivo de la marca Lyson para toda España, un puntero fabricante polaco de todo tipo de maquinaria apícola. Hasta su nave del polígono de Cabanillas del Campo acuden apicultores venidos de todos los rincones.  

Entre colmenas, extractores, buzos y caretas, estos días las conversaciones de la miel se entremezclan con lo que ocurre en Ucrania. Todo el mundo pregunta a Iván por lo que está pasando en su país. Su madre se resiste a dejar Ucrania. «Le he ofrecido venir a España y entiendo que no quiera. Toda una vida trabajando, ¿para qué? ¿Para que entren los rusos y conviertan su casa en un cuartel y ocupen las tierras que tanto esfuerzo le han costado?». En su empresa, se han sumado también a la ola de solidaridad que recorre toda España y recoge alimentos y ropa para sus paisanos. ¡Gloria a Ucrania!