Javier del Castillo

Javier del Castillo


Los golpes y las togas

23/12/2022

No gana uno para sustos. Como si nuestro país, definitivamente, no tuviera ya arreglo. Como si estuviéramos condenados a autodestruirnos. 
Jueves, 16 de diciembre: mientras terminaba de hacer las compras navideñas en un centro comercial, y escuchaba de fondo música de villancicos, en el Congreso de los Diputados se anunciaba un nuevo golpe de Estado, con togas en lugar de tricornios, apoyado por una derecha facha y golpista. También se denunciaba un complot contra la democracia organizado por los jueces de derechas. 
Hasta un patético portavoz del Partido Socialista reinventaba el 23-F de Tejero y culpaba a la derecha de estar al frente de aquella intentona golpista. Todo, como digo, muy lamentable y bochornoso, si nos atenemos a los hechos. La ignorancia es muy atrevida, pero alguien debería darle a este diputado, con nombre de rey y resonancias sicilianas, unas clases de historia sobre la Transición de 1978 y sobre el devenir de los acontecimientos en los últimos 40 años.
Pero ni las togas y puñetas, que tanto preocupan ahora al Gobierno, asaltaron la sede de la soberanía popular, ni la democracia española estuvo nunca en peligro. Me pareció algo esperpéntico. Después del espantoso y lamentable espectáculo vivido en la Carrera de San Jerónimo hace una semana, los supuestos golpistas y los alentadores de una campaña perfectamente orquestada retomaron el sentido común y la calma. Hasta el presidente del Gobierno, instigador y alentador de este ataque sin precedentes al poder judicial, cayó en la cuenta de su desproporcionada reacción contra quienes tienen el deber y la obligación de hacer cumplir la Constitución y las leyes.
Tras la crispación y la alarma generada por el propio Gobierno y los partidos que lo sustentan, el Tribunal Constitucional votó una resolución y el mismo presidente que había hablado de complot y llamado golpistas a los miembros del alto tribunal se la envainó y pronunció, con la «credibilidad» que le caracteriza las siguientes palabras: «El Gobierno acata, como no podía ser de otra manera, la última decisión del Tribunal Constitucional». 
Pues bien, «como no podía ser de otra manera», señor presidente, es usted un egocéntrico sin escrúpulos y también está sometido a las leyes, aunque no le guste. Sin poner en duda su legitimidad, tiene que conocer la existencia de unos procedimientos y de unas normas de obligado cumplimiento. Nadie puede negarle su legitimidad, pero la voluntad popular está también sometida a nuestro ordenamiento jurídico. No, no tiene las manos libres, como le gustaría, ni puede asumir competencias que no le corresponden. Ni tampoco debería acusar a la oposición de obstaculizar la renovación del CGPJ, mientras intenta colar por la puerta de atrás reformas en los delitos de sedición y malversación que sólo benefician a sus condenados independentistas. 
A Sánchez, como no podía ser de otra manera, le gustaría tener cuanto antes a su hombre de confianza en la presidencia del Constitucional -Cándido Conde-Pumpido- y aprobar, también cuanto antes, las leyes que le permitirán agotar sin problemas la legislatura, mientras descalifica a sus adversarios políticos. 
Pero, como el roce hace el cariño, se ha dejado contagiar por el discurso de sus socios podemitas, que ya no le quitan el sueño, sino todo lo contrario: le animan a seguir soñando con hacer un país a su medida. 
Lamentable, pero cierto.