Brassaï desnuda el París que amó Picasso

Agencias-SPC
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Las miradas del fotógrafo de origen húngaro y del pintor andaluz se cruzan en el museo malagueño en una muestra sobre la vida en el siglo XX

Imagen de dos niños en el parisino estanque de los jardines Luxemburgo (1930)

El París más eterno, aquel que enamoró a Pablo Picasso y al fotógrafo Brassaï en la primera mitad del siglo pasado, se muestra ahora en todo su esplendor en el Museo Picasso Málaga en la exposición El París de Brassaï. 

La muestra, que puede verse hasta el 3 de abril de 2022, presenta a uno de los más reconocidos fotógrafos europeos del siglo XX, quién con su trabajo contribuyó a elaborar la imagen universal de París. Su obra se exhibe junto a creaciones de Pablo Picasso, Pierre Bonnard, Georges Braque, Lucien Clergue, Fernand Léger, Dora Maar y Henri Michaux, además de películas de época, carteles, partituras y abundante documentación. 

Pero, sin duda, lo que más llama la atención es la mirada conjunta del fotógrafo de origen húngaro y del malagueño, dos creadores que fomentaron una sólida relación profesional y de amistad durante más de 40 años y que el pintor andaluz lo consideró como el mejor fotógrafo de su obra. 

Precisamente hubo un testigo de aquella relación, Philippe Ribeyrolles, sobrino del fotógrafo de y responsable de la Estate Brassaï Succession. «El punto común de estos dos inmensos artistas es su mirada, que los caracterizaba», resalta Ribeyrolles, que trabajó junto a su tío en el laboratorio y pudo conocer así las anécdotas que se esconden tras algunas de las alrededor de 200 fotografías que se muestran.

Como señaló el escritor Henry Miller, Brassaï era «el ojo de París, un ojo vivo», porque sus ojos no eran «ordinarios», y tenían «esa esfericidad perfecta y limpia y esa voracidad que lo abarca todo», recuerda Ribeyrolles. 

Por su parte, el artista húngaro anotó en una ocasión sobre Picasso que «el ensanchamiento de los párpados hace que su mirada sea fija y alucinada» y que «su esclerótica blanca refleja la luz para jugar en destellos», con lo que sus ojos «te atraviesan, te subyugan y te devoran», agrega.

Además de las instantáneas de Brassaï, que es el pseudónimo de Gyula Halászen, la muestra descubre la faceta de Picasso como fotógrafo, a través de los experimentos que desarrolló junto a Dora Maar, así como 16 obras del malagueño que tienen como denominador común haber sido tomadas por el protagonista de la exposición.

«Brassaï salía con su cámara y fue construyendo un rosario del París de la noche, de los cabarés o la gente de mala vida, pero también del París de día, de los Jardines de Luxemburgo, Notre Dame, los bulevares o Montmartre», apunta el director artístico del Museo Picasso, José Lebrero.

Pero en la exposición también está el interés del artista centroeuropeo por los grafitis de la época en los muros de París y sus otras facetas artísticas, como las de dibujante, escritor, escultor o cineasta.

En un recorrido por las salas junto a Ribeyrolles, este desvela algunas de las historias que su tío, «un gran cuentacuentos», le relató en relación a algunas imágenes, como la que protagoniza La Niña de las Joyas, una antigua «mujer de compañía» que también leía la mano pero que, en el momento de ser fotografiada, vivía de sus alhajas.

Las fotografías de Brassaï invitan a quien las observa a pasear por el París del Sena, de Notre Dame, los lupanares y los mercados. Su evocación del universo social es notable en muchas de sus imágenes del ambiente intelectual, literario y artístico parisino de los años 30 y 40 del pasado siglo, de Sartre a Beckett.