Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La sanidad es la patria

23/11/2022

La pandemia del Covid19 ha puesto de manifiesto hasta qué punto la sanidad pública es la columna vertebral de un país. Si la salud es lo primero, y se valora cuando se comienza a perder y cuando se comienzan a padecer los ineludibles achaques de la edad, la sanidad pública es el primer servicio vertebrador de un país. En Europa nos dimos cuenta después de la Segunda Guerra Mundial con la extensión del Estado del bienestar. En España hemos presumido con razón de nuestra sanidad pública, como una de las punteras en los países desarrollados, y así sigue siendo o al menos así queremos que siga siendo, la joya  de la corona. Sin embargo, la pandemia evidenció su principal valor, los profesionales sanitarios, y también sus cada vez más llamativas carencias que generalmente tienen que ver con una financiación insuficiente, la falta de personal, y con fallos de coordinación y organización en un sistema gestionado desde las diecisiete comunidades autónomas.
La sanidad pública española está integrada por diecisiete sistemas de salud autonómicos, aunque a veces esa integración parece brillar por su ausencia convertida en un concierto desafinado y rocambolesco hasta el punto que me parece totalmente legitimo el debate sobre si era mejor cuando el servicio se prestaba de una forma centralizada dependiendo del Insalud. La manifestación celebrada en Madrid hace unos días puso sobre la mesa hasta qué punto las organizaciones sanitarias, con sesgo ideológico y sin el, son capaces de movilizarse cuando se toca algún punto sensible de nuestro sistema sanitario público, y en este caso el detonante fueron los servicios de urgencia que atienden a los pequeños municipios de Madrid.
Se vio de nuevo que los problemas de la sanidad pública tienen una gran capacidad movilizadora porque el ciudadano medio español sabe lo que se juega cuando de salud es de lo que hablamos, y  contempla atónito como los políticos mercadean con la sanidad pero no se ponen manos a la obra. Lo primero que tenía que haber salido de la pandemia que ha puesto en jaque nuestro sistema sanitario  es un  gran pacto nacional por la sanidad pública. Ni está ni se le espera. En su lugar, lo que hay es humo, carencias cada vez más evidentes, y maniobras de distracción con relatos inverosímiles y sobrepuestos a la realidad de un sector  que se siente maltratado y desatendido, con más o menos razones dependiendo de las comunidades, aunque ninguna se salva de algún punto negro.
En lo más duro de la pandemia todos aplaudíamos a nuestros sanitarios que se dejaron en muchos casos la piel y hasta le propia vida en defensa de la vida de todos en una situación límite. Ahora cunden por las redes mensajes que aluden a su incapacidad para trabajar o que no cogen el teléfono sin pararnos a pensar en la situación de desbordamiento que se vive en muchos centros de salud y que en realidad nosotros estamos en el mismo bando que ellos. Los habrá que no cojan el teléfono, pero son mayoría los que atienden sus trabajo con gran responsabilidad y lo que les falta es medios y acompañamiento público. Lo que está pasando en el sector sanitario nos puede llevar a decir sin ningún género de dudas que si peligra la sanidad pública peligra el concepto mismo que todos tenemos del país como espacio de solidaridad con unos derechos básicos garantizados.
Como resolver los problemas es algo que tienen que hacer los políticos, que en general desgraciadamente saben poco de sanidad, con el acompañamiento vinculante de los que sí que saben, el sector sanitario, uno de los mejores del mundo, que está siempre al pie del cañón y sabe hacer como pocos, quizá solamente comparable al Ejército español, de la necesidad virtud y sacar de donde no hay, disimulando las lagunas de una clase política que se ocupa bastante poco de ellos y de sus necesidades.
Se engañan los que piensan que la sanidad privada por sistema funciona mejor. En sectores como la oncología, por ejemplo, la sanidad española es puntera en todo el mundo y  nadie con conocimiento de causa optaría por la sanidad privada para tratarse un cáncer. Lo que puede ocurrir es que si la sanidad pública colapsa, la vía de escape será la privada, lo pagará quien pueda, y el que no se acordará de lo que vale la sanidad pública, que, como la  salud, solamente se puede llegar a valorar cuando se pierde.

«Nuestro sector sanitario, siempre al pie del cañón, es como nuestro Ejército haciendo de la necesidad virtud y disimulando las lagunas de la que se ocupa poco la clase política»