Curas atareados y esperanzados

Beatriz Palancar Ruiz
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La edad media de los 157 sacerdotes de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara roza los 70 años, ya que solo siete de ellos tienen menos de 40, y 30 cuentan con más de 75, motivo por el cual hay religiosos que tienen que atender ocho o diez pueblos para

Emilio Vereda tiene el honor de ser el último religioso en ser ordenado y está a la espera de nuevo destino aunque, como diácono, ya se ha ocupado de una parroquia en la capital y otras tres en pueblos. - Foto: Javier Pozo

En el último medio siglo, en la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, se han ordenado un total de 172 sacerdotes, pero lo cierto es que, en la última década, sólo se han producido tres ordenaciones y el futuro más inmediato del Seminario presenta que, si Dios quiere, habrá una ordenación más prevista para 2024, de un seminarista que este verano será nombrado diácono, y la siguiente no se produciría hasta dentro de siete años, en 2030, que correspondería al alumno que ha ingresado este año en el primer curso formativo llamado propedéutico.

Lo cierto es que esta escasez en el número de vocaciones sacerdotales presenta a un clero muy envejecido en la provincia: «Actualmente, menores de 40 años, hay siete curas en la provincia. Luego, hasta 50, hay más de 20. Pero la edad media de los curas de Guadalajara es muy alta. Estamos en una media de 68 o 69 años. Preocupante es», señala el delegado para el Clero de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Javier García Gárgoles, sobre las dificultades que atraviesan con pocos curas para atender muchas parroquias.

Según los datos facilitados por la Oficina de Información del Obispado, el número de sacerdotes diocesanos activos en la provincia asciende a 157, de los que 30 de ellos ya tienen más de 75 años y uno, que es párroco en Matillas, ya ha cumplido 90 años. Además, habría 34 sacerdotes jubilados, 18 trabajando en otras diócesis, cuatro de la prelatura del Opus Dei y cuatro más en misiones por el mundo. 
Eso sí, también llegan refuerzos a Guadalajara con la presencia de religiosos procedentes de países como Congo, Ruanda, Mozambique, Benin, India o Burkina Faso, hasta un total de 25 sacerdotes de los que 12 son africanos, que los fines de semana echan una mano allí donde más se les necesita. 

Hilario Murillo ha cumplido 50 años como sacerdote, una trayectoria dividida en dos etapas, una educativa en los colegios diocesanos, y otros 23 años como párroco en pueblos.Hilario Murillo ha cumplido 50 años como sacerdote, una trayectoria dividida en dos etapas, una educativa en los colegios diocesanos, y otros 23 años como párroco en pueblos. - Foto: Javier Pozo

«Entre semana, están estudiando en Madrid, porque vienen con el ánimo de formarse más, y los fines de semana atienden muchísimas parroquias. Están afincados en Azuqueca y Guadalajara desde donde acuden a otras parroquias como Hiendelaencina, San Juan de Ávila, Buenafuente», explica Javier García Gárgoles.

Esta realidad de escasez clerical, unido a la extensión de la provincia, presenta una difícil organización de tareas que hace que necesario que algunos religiosos tengan que atender un buen número de pueblos en distintas comarcas.

«Intentamos llegar a todos. Hay sacerdotes que tienen encomendados ocho, diez pueblos, incluso más. Hacemos encaje de bolillos, muchos bolillos. En invierno, es muy distinta la realidad porque los pueblos se quedan vacíos, pero en verano, toda la gente llega, quiere tener su fiesta patronal, y todos quieren el mismo día y a la misma hora. El cura tiene que tirar de algún sacerdote de Guadalajara para que le eche una mano y así nos vamos apañando», comenta el delegado para el Clero de la Diócesis.

David Layna cumple sus Bodas de Plata como sacerdote, un tiempo en el que ha ejercido como párroco en la Sierra, Molina y La Alcarria, para partir después de misión en Brasil y, ahora, se dedica a la educación en la SAFA y diez pueblos seguntinos.David Layna cumple sus Bodas de Plata como sacerdote, un tiempo en el que ha ejercido como párroco en la Sierra, Molina y La Alcarria, para partir después de misión en Brasil y, ahora, se dedica a la educación en la SAFA y diez pueblos seguntinos. - Foto: Javier Pozo

La Iglesia celebra este domingo, 28 de mayo, el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, y es que una de las fórmulas que se están buscando para no sobrecargar más a los sacerdotes es que los laicos y seglares ayuden en algunas labores, sin que esto suponga sustituir a la figura sacerdotal en cuestiones reservadas como la celebración de la misa o la administración de los sacramentos. Serían tareas como el rezo del rosario, la lectura de las escrituras o la administración de la comunión del sagrario, tareas que ya realizan otros cristianos en las misiones eclesiásticas de otros puntos del planeta.

«Hay algunos seglares que se están formando para el diaconado permanente y luego se están formando equipos, en Azuqueca, que van con el sacerdote a la zona de Tamajón, Valverde, Majaelrayo, que hacen una celebración de la palabra y eso está funcionando. Hay una forma de trabajar que es la celebración en ausencia del presbítero, que es una celebración de la palabra con seglares que tienen que estar formados y lo pueden hacer perfectamente. Es el trabajo que es propio de los laicos. Aunque hubiese muchísimos sacerdotes, no anula el papel del laico al del sacerdote, como ocurre con la atención de las catequesis. Ese es el papel de los laicos y la gran función que están haciendo», asegura Javier García.

Desde la Diócesis, a pesar de la falta de vocaciones actual, se mira al futuro con ilusión porque «tenemos otro seminarista, y hay una esperanza dentro de unos cuantos años y, sí que es verdad que se ve complicado, pero miramos al futuro con esperanza. Esto ha pasado en todas las etapas de la Iglesia. Es una bendición que haya sacerdotes de África sirviéndonos aquí y ayudándonos a seguir el camino de la fe. Nosotros fuimos en su momento para allá y ellos vienen ahora para acá. Dios sabe. Miramos la realidad con esperanza. Es verdad que nuestros seminarios están vacíos pero tenemos que seguir rezando y lanzando las redes», dice Javier García Gárgoles.

testimonios. El día 30 de abril de este año, la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara añadió un nuevo sacerdote a su presbiterio, Emilio Vereda; y unos días después, con motivo de la festividad de san Juan de Ávila, tres religiosos de la provincia celebraron sus Bodas de Oro, entre los que estaba Hilario Murillo, y otros cinco sus Bodas de Plata, estando David Layna entre ellos. Tres testimonios de cómo ha cambiado la realidad en las últimas décadas. 

Desde la pandemia, Hilario atiende cinco pueblos. Ya era párroco de Escariche, Escopete y Hueva, pero asumió la labor pastoral de Yebra y Fuentenovilla por la edad avanzada, 84 años, de su compañero Antonio. Esta tarea extra le ha dejado sin sus cinco días de vacaciones y ha hecho que esté sumando unos 20.000 kilómetros al contador de su coche cada año. Pero eso es lo de menos, lo que realmente le preocupa es tener fuerzas para seguir con ocupándose de esta encomendación. 

«Vivo feliz, con ilusión y con ganas hasta que Dios quiera. Mientras que me funcione la cabeza y las piernas iré donde tenga que ir pero no me vendría mal rebajar el número de pueblos», reconoce.

Para él, hay momentos más delicados como la Semana Santa, cuando acaba bien entrada la madrugada por las procesiones y vigilias; o ahora que llega la celebración del Corpus, por la tradición que existe en muchos lugares de poner altares a las puertas de las calles por la que pasa la custodia.

Hilario procede de Pozo de Almoguera, de donde salieron con él otros dos mozos al Seminario. Aunque es cierto que su año, solo hubo tres ordenaciones. Cree que en estos 50 años, la familia y la sociedad, respecto a los valores cristianos, han cambiado mucho: «Si estás en una familia donde hay ausencia del tema religioso, qué esperamos», «se valora el tener, disfrutar y darle caña al cuerpo», aunque Hilario también reflexiona sobre el papel de «los curas, igual no somos un verdadero ejemplo atrayente para los niños», dice repartiendo 'culpas'.
Sobre el futuro, prefiere pensar que «Dios proveerá» y sospecha que «los seglares tendrán que estar ahí al pie del cañón» y que «nos tendremos que acostumbrar a que, en lugar de celebrar misa todos los domingos, sea cada 15 días».

Por su parte, David vive dos realidades, la de ser subdirector en el colegio la Sagrada Familia (SAFA) de Sigüenza y atender, junto al director, a diez pueblos: Palazuelos, Carabias, Pozancos, Ures, Riosalido, Olmeda de Jadraque, La Barbolla, Imón, Villacorza y Torre de Valdealmendras. No obstante, este sacerdote que cumple 25 años desde su ordenación es optimista.
«Es verdad que hay menos sacerdotes que antes, pero no veo un problema para atender la provincia. He tenido una experiencia misionera en la Amazonía de Brasil y allí éramos 19 sacerdotes para una población de 500.000 habitantes y una extensión de cuatro veces Guadalajara. El tema no es que haya curas, que haya comunidades cristianas activas», por ello, insiste en ser «muy optimista, si ahora tengo diez pueblos y el día de mañana tengo 20, no tengo miedo, es lo que hay. Lo que me preocupa es que haya menos compromiso cristiano».

El 1998, cuando se ordenó, se incorporaron ocho nuevos curas. Sobre si la falta de creencias religiosas va de la mano de la disminución de vocaciones, David considera que «la base está en la familia, y no solo en la fe, en todo» y dice «a no ser que haya un flechazo, pero eso es algo excepcional», confiesa.

En cuanto al futuro, este religioso advierte que «sería un grave error hacer una especie de sustitutos de curas. Un cura no se puede sustituir igual que no puedes sustituir a un padre o a una madre aunque tú pongas a un tutor», porque explica que «aquí, siempre ha habido más curas y, quizá, ha habido unas funciones más reservadas a los curas pero son funciones cristianas. La distribución de la eucaristía no tienes que ser cura para hacerlo, ni para leer el evangelio, ni para rezar el rosario. Hay ciertas cosas que no lo hemos sabido explicar los curas u otras estancias, que son funciones cristianas».

Por último, Emilio Vereda, recién ordenado, es un rayo de esperanza. Está a la espera de nuevo destino mientras continúa con sus estudios teológicos en Madrid y atiende la parroquia Beata María de Jesús, la delegación diocesanas de Juventud, además de tres pueblos, La Mierla, Retiendas, Valdesotos y Puebla de Valles. Por eso, está preparado para asumir el reto: «En nuestra provincia, el 80% son parroquias rurales. Aunque se vea que hay poca gente, detrás hay mucha necesidad de acompañamiento y de estar presente».

En esta falta de sacerdotes, valora de forma positiva que «dentro de esa sequía, hay un oasis de tres años», y cree sinceramente que «la participación de los laicos cada vez tiene que ir a más y, a eso, hay que ir tendiendo. No hay que verlo como un sustituto».

A aquellos jóvenes que sientan la llamada de Dios, les anima a que «no tengan miedo» y «respondan a esa inquietud». Y mientras tanto, seguirá rezando al Señor para que «mande trabajadores a su mies».