No todos los analistas cuando escriben están libres de pecado, ignorancia o prejuicios. Por eso es conveniente desarrollar un espíritu crítico y marcarse distancia con lo que uno lee; si solo ve documentales de Netflix o sigue YouTube, va a vivir engañado mucho tiempo.

Los expertos occidentales llevan décadas reflexionando cómo integrar a China en el escenario mundial. Para estos gurús, Henry Kissinger fue un visionario al acercar a Estados Unidos al gigante asiático, como si el presidente Richard Nixon (su jefe) no hubiese tenido nada que ver en la acción. El eje de esta política era que las dimensiones de los países provocan prudencia en política exterior.

El problema de esta estrategia es saber distinguir la línea entre flexibilidad inteligente y peligrosa sumisión. Gran Bretaña no tenía ninguna alternativa real para frenar la devolución de Hong Kong a China. La historia británica con el país era tan vergonzosa, el desequilibrio poblacional tan manifiesto, la distancia de la colonia de la metrópoli tan larga y la dependencia del agua del continente tan evidente que los siete millones y medio de hongkoneses no tenían ninguna posibilidad. Este pragmatismo es sano, pero era inevitable para cualquier democracia conceder la posibilidad de la ciudadanía a cualquier súbdito que quisiese huir de una dictadura.

Taiwán no posee un acuerdo explícito con Estados Unidos para su protección en caso de agresión. Los diplomáticos americanos siempre se han negado por una razón lógica. El día que se lo den, la política exterior norteamericana hacia China estaría en manos de la isla de Formosa. Eso no sería inteligente, pragmático y realista. Estados Unidos quiere tener la libertad de decidir según las circunstancias.

Lo irritante es el ejercicio inmoral de reducir las dimensiones chinas como si fuese un pigmeo militar frente a Estados Unidos. Basta con mirar a Taiwán y observar con quién tiene costa para ser consciente que el reto logístico chino es cero; mientras que Estados Unidos está disperso por todo el planeta. El tonelaje naval dice poco, porque es más importante la antigüedad del barco y su número. La artillería suele tener una capacidad disuasoria nada despreciable. Y si tienes el monopolio de los minerales raros o eres la factoría del mundo, es difícil determinar quién puede oponerse a ti.

El reto político consiste en distinguir entre inteligente pragmatismo y el relativismo inmoral. En ambos casos existen muertos, pero solo uno garantiza una paz duradera.