Universitaria a los 85

Redacción
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Julia Guindo Ibáñez, natural de Alcocer, es una octogenaria a la que aún le apasiona aprender cada día cosas nuevas y, por ello, estudia un Programa Interdisciplinar en la Universidad de Mayores del campus de Guadalajara

Julia Guindo en su casa y durante una de sus clases en la Universidad de Mayores. - Foto: Javier Pozo

La protagonista de La ladrona de libros, Liesel Meminger, amaba tanto los libros que llegó a robarlos para poder leerlos. En el caso de Julia Guindo Ibáñez, natural de la localidad ribereña de Alcocer, no llegó a robarlos pero desde su infancia se vio obligada a utilizar la astucia para dedicarle tiempo a su gran pasión, la lectura. «Eran años malos y mi madre me escondía los libros para que trabajara y no perdiera el tiempo, pero yo los buscaba», afirma hoy, a sus 85 años, esta estudiante universitaria que derrocha inquietud y felicidad por haber cumplido finalmente su sueño. 

Esa niña de espíritu inquieto aprendió a leer antes de entrar en la escuela. El desván de sus abuelos paternos fue el primer habitáculo de su lectura. Ya octogenaria, aún conserva ese ansia por aprender todo, sin límites. Eso es  lo que le hace feliz. Aún recuerda cuando tenía que esconderse los libros debajo de la ropa para leer un rato cuando la mandaban hacer alguna tarea en el campo. 

Como en muchos hogares, tras la guerra, la familia se vio obligada a trabajar duro, en lo que se podía, para salir adelante y la casa de Julia no fue una excepción. Vivían en Alcocer. Julia era la mayor de cuatro hermanos. Y aunque su época más feliz fue la que estuvo en la escuela, a la edad de 12 años tuvo que dejarla para colaborar en las tareas de casa. Sin embargo, cada noche,  cuando su madre se iba a dormir, esta jovencita dejaba el punto o lo que estuviera haciendo y se ponía a leer al lado de su padre, junto a la lumbre.  «Mi madre no me dejaba que leyera; decía que era gastar el tiempo. Por eso, tenía que esconder los libros», lamenta.  

Julia Guindo en su casa y durante una de sus clases en la Universidad de Mayores.Julia Guindo en su casa y durante una de sus clases en la Universidad de Mayores. - Foto: Javier PozoEsta alcocereña no tiene ninguna duda de que su ilusión por aprender y por leer le viene de su padre, un ávido lector del que ha sabido, hace relativamente poco, que mantuvo correspondencia con el escritor Octavio Paz, al que mandó algunas poesías, afirma Julia muy orgullosa. «Era tan humilde que nunca nos lo contó. Me enteré por una prima». indica.  

Sus únicos juguetes eran unas muñecas de trapo que ella misma se confeccionaba y los libros. No tenía mucho más, pero no le importaba. Era feliz con poder acceder a toda la lectura que sus abuelos guardaban en el arca del desván y con ir a la escuela. 

«La escuela me salvó. Era y es mi mayor pasión», señala a La Tribuna de Guadalajara. 

Julia Guindo en su casa y durante una de sus clases en la Universidad de Mayores.Julia Guindo en su casa y durante una de sus clases en la Universidad de Mayores. - Foto: Javier PozoAl regresar de la escuela el último día  que asistió a clases, no pudo aguantar las lágrimas. «Solo lloraba porque no iba a volver a la escuela», recuerda siete décadas después. 

Lo cierto es que nunca imaginó que un día su sueño se haría realidad e iría a la universidad a estudiar. Un camino que emprendió tras la muerte repentina de su marido. Ahí empezó a plantearse qué quería hacer a partir de ese momento con su vida. Y como por casualidad, oyó hablar de la Universidad de Mayores y a sus 85 años sigue al pie del cañón.  «A mi me han salvado los libros», repite una y otra vez, satisfecha de su vida, y convencida de que la cabeza le sigue funcionando muy bien por no haber dejado de aprender nunca.

Así, este curso, cada miércoles y jueves por la tarde, Julia, que reside actualmente en Guadalajara, va clases a la Universidad de Mayores en el campus de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) en la capital. En el aula hay más de 90 personas, por lo que cada día, con tiempo suficiente, esta mujer sale de casa dirección a la universidad para coger, si puede, la primera fila. «Somos muchos y si no llego pronto me quedo en el último sitio y  no te enteras igual», afirma sonriente y picarona. 

Pero para ella, estas clases no solo son motivadoras sino que la mantienen viva y le ayudan a sociabilizar. «Mi propio nieto Nacho me dice que sociabilizo más que él», abunda (risas). Y al salir del aula, Julia suele reservar un ratito para compartir con sus amigas un café y tertulia. 

Yen todo este camino sus nietos también han jugado un gran papel. Han sido su apoyo en el inicio de la andadura. Nacho fue el primero que cuando anunció que iba a estudiar le dijo: «Abuela, estas salvada, puedes hacerlo, no se necesita Bachiller». Y le ayudó a arrancar en este nuevo desafío.  Nunca se ha acomplejado y tampoco se ha quedado atrás. Y pese a que muchos de sus compañeros y compañeras en la universidad son gente con estudios, Julia es consciente de que su gran hábito a la lectura le ha facilitado el trayecto. 

Hoy tiene más ilusión que nadie. Tras cursar tres años de Humanidades, se inscribió en Ciencias de la Naturaleza y en varios cursos monográficos. Actualmente estudia  un programa interdisciplinar que le encanta. «Me apunto a todo. Mientras me funcione la cabeza  seguiré estudiando», asevera sonriente.

Maestra

Lo único que lamenta hoy es que su padre no haya podido verla en la universidad porque cree que le haría una tremenda ilusión.  Y si el tiempo no fuera ya en su contra, no duda que hubiera sido maestra. Nos despide entre los apuntes de su clase de por la tarde y uno de sus libros.