A la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, se le fue la mano en su respuesta al portavoz socialista en la Asamblea. Con el desparpajo y la intensidad verbal que le caracterizan, se apropió, una vez más, de un repugnante eslogan de Vox y deseó a su oponente socialista: "Que te vote Txapote".
Si no fuera porque el citado Txapote es un sanguinario asesino etarra, culpable de segar la vida a un compañero de partido de la propia Ayuso, como fue Miguel Ángel Blanco, el improperio no tendría la gravedad que tiene. No se puede estar con las víctimas del terrorismo y banalizar con frasecitas hechas (además de copiadas) de un asesino que tuvo a España en vilo durante el secuestro y posterior asesinato del joven concejal del PP. Que lamentablemente no fue su única víctima. Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo, cercana al PP y hermana del político también asesinado por ETA, Gregorio Ordóñez, ha reclamado respeto. "¡Así no, Sra Díaz Ayuso!", le dice a la dirigente madrileña.
En política no vale todo y las expresiones chulescas, a veces, sirven como titular para un periódico. Pero cuando uno ejerce un cargo público no puede utilizar los argumentos banales de un escolar y gritar frases hechas desde el escaño. Ya solo le falta dedicar a sus oponentes un --"caca, pedo, culo, pis"-- y resultaría menos lesivo.
Y mientras esto pasaba en el parlamento regional, su Gobierno sigue sin resolver el conflicto con los médicos de asistencia primaria y los pediatras hartos del maltrato institucional. Mientras Díaz Ayuso se ha enrocado en su actitud de "a mí no me echa un pulso nadie", los Centros de Salud no dan citas, las urgencias hospitalarias se encuentran colapsadas, y la administración se niega a dialogar una salida a la crisis.
Pero una cosa es ningunear a los médicos y otra enfrentarse con las victimas del terrorismo donde hay, por razones obvias, gente muy cercana a sus siglas y sus votantes potenciales. Aunque sólo sea por su propio interés electoral (dejemos de lado la vana pretensión del deber de altura moral en el ejercicio del cargo) la presidenta madrileña, tan segura de sí misma, debería, en los meses que quedan hasta mayo, pensarse dos veces los insultos al adversario, no vaya a ser que se vuelvan como un boomerang contra su ansiada mayoría absoluta.
Bien está que despida con una frase hiriente las pretensiones de Begoña Villacís de unirse a sus filas, porque ella ya ha rescatado a "los mejores" de Ciudadanos. Pero no le vendría mal rodearse de asesores más templados, no vaya a ser que la chulería se le vaya de las manos y, puestos a elegir entre ella y Vox, los madrileños opten por la extrema derecha.
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