Editorial

Un mundo bajo amenaza se pone en la cola del circo de la dictadura catarí

-

Un misil sin paternidad reconocida cae en suelo OTAN y el G-20, enfundado en guayaberas bajo el sol de Bali, se convierte en un remolino de corrillos en los que buena parte de los jefes del mundo cruzan información y valoran alternativas. La guerra nuclear es una amenaza cierta y cualquier error de cálculo puede ser trágico. Mientras, Occidente sigue contra las cuerdas a cuenta de un mercado radical y asimétrico de la energía determinado por un sátrapa dispuesto a morir matando. La cesta de la compra registra unos incrementos ignotos y lleva a algunos productos perecederos de primera necesidad a los estantes gourmet para la mayoría de la población. El sector secundario comienza a parar líneas y turnos de producción porque, asegura, hasta ayer producía a pleno pulmón, pero enero viene borrascoso. Y febrero. Y seguramente también marzo, abril y mayo, al menos. Las hipotecas de las familias conectadas a un interés variable van a reducir a la velocidad de la luz la capacidad de ahorro o los depósitos, si los hubiere. Amén del consumo, lo que no se traducirá de forma inmediata a la inflación. A más, en España hay elecciones. Muchas. 2023 amenaza con convertirse en otro 2019. El Gobierno se arma para mantenerse y lo hace modificando el Código Penal a capricho de fuerzas cuya razón de existir es acabar con España, cuyo máximo exponente es, junto a la Jefatura del Estado, el mismo Gobierno. La oposición continua atomizada y a la espera, pero en cualquier caso atenazada por la, al menos por ahora, necesidad de contar con una fuerza política como Vox, nacida, entre otras cosas, para acabar con el PP. Un panorama, en definitiva, alentador.

¿Y qué hace el mundo -nuestro mundo, al menos- en medio de esa tormenta? Mirar hacia Catar, donde el domingo empieza el Campeonato del Mundo de Fútbol. Un espectáculo cimentado sobre el dinero de una dictadura carente de las más mínimas garantías de respeto a los derechos humanos que se hizo con la sede gracias a la corrupción endémica de la Federación Internacional de Fútbol y de la República Francesa. De nuevo el fútbol, uno de los mayores espectáculos del mundo por su capacidad de arrastre, se pudre para lavar la cara de un régimen abyecto, como ya sucediera en el caso de Rusia 2018.

Y no, no son días para mirar partidos de fútbol. España, Europa y el mundo transitan por un peligroso sendero que, como tal, es demasiado volátil. Hoy, la historia de la Humanidad puede cambiar en apenas unas horas. En el mejor de los casos, seguirá tensionada a corto plazo, así que más vale que las miradas sigan fijas donde deben estar. Para embobarse con un espectáculo que viene podrido desde la cuna siempre habrá ocasión.