En la película de Hitchcock, 'Vértigo', el traumatizado policía, Scottie Ferguson, le pide a su amiga, Magie, alguien que le explique «quién era quién en el primer San Francisco». Pregunta por la historia real de la ciudad, no la oficial. Magie le remite a la librería 'Argosy' y a su propietario Pop Liebel. El librero le contará cómo era «el antiguo, alegre y bohemio San Francisco» junto con la historia tortuosa de la bella española Carlota Valdés. Una alusión romántica y fundacional a España en la lisérgica ciudad. Y es que las librerías no solo contienen las historias de los libros que venden, sino también las vidas trágicas o felices de las gentes que en ellas entran. Historias similares se cuentan en el libro, publicado en la colección Añil, y presentado en Toledo el 1 de marzo de 2022, titulado 'Librerías de Castilla- La Mancha. Ayer y hoy'. Se desprende del libro, editado Alfonso González Calero, el aroma épico que sustenta a las librerías. Y más en Castilla la Mancha, territorio no muy proclive a la lectura.
Supone un riesgo inimaginable montar un negocio basado en los libros. Sin embargo, hay gentes que sienten un impulso mágico y utópico para lanzarse a la aventura de vender libros. Las librerías, por su propia actividad son el lugar idóneo para una clientela predispuesta a contar su vida y la de otros. El acrofóbico policía de San Francisco conocerá en esa librería la locura trágica de la misteriosa Carlota. En el libro de Añil descubrimos, entre otras pulsiones, la pasión cívica que empujó a un grupo de toledanos a crear una librería, como entrenamiento para cuando llegara la democracia. Se creó una sociedad, Focusa, que a su vez creó la librería Fuenteovejuna, nacida con la voluntad de ser lugar de cita y reunión, sobre todo, de gentes de izquierdas. Todo el espectro político, desde el PC al PSOE hasta el Partido Comunista de los Trabajadores, tuvieron cabida en ese espacio en el que se vendían historias en formato de libros y panfletos con consignas. Se hablaba, se conspiraba y se compraban libros que no existían en otras librerías. Sirvió de ensayo para el funcionamiento posterior de los Ayuntamientos democráticos que ya rondaban por las esquinas de las gentes politizadas. Fuenteovejuna tuvo, hasta su final, el aire incontaminado de un experimento cívico y el sabor de una aventura ilusionante.