Javier del Castillo

Javier del Castillo


Por debajo de la mesa

20/09/2021

Sánchez se mueve mejor debajo de la mesa que poniendo las cosas claras encima de ella. Tampoco puede dar un puñetazo sobre la misma - razones de supervivencia -, por mucho que sus socios le lleven la contraria. Sabe que su continuidad depende de ellos y acepta el juego del diálogo con una parte del Gobierno de Cataluña, como acepta que Unidas Podemos se le suba a la chepa y le ponga las pilas en aquellas decisiones que afectan a la subida de la electricidad o al salario mínimo interprofesional.

Mientras la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se pone medallas en políticas sociales, Sánchez asoma la cabeza por debajo de la mesa, se anuda la corbata y se entrevista a sí mismo en Tve – como bien decía Eduardo Haro Ibars - para contestarse que somos los primeros en vacunar a la población, que la recuperación económica es imparable – como la de la subida de la tarifa eléctrica – y que la mejor estrategia contra el independentismo es facilitar la división entre ERC (Oriol Junqueras) y Junts per Catalunya (Carles Puigdemont).

La mesa para el diálogo, tan reivindicada por los dirigentes independentistas, se ha convertido en un lamentable espectáculo, como el protagonizado por la oposición a la ampliación del aeropuerto del Prat. Sin embargo, las tensiones y enfrentamientos dentro del propio Govern favorecen los intereses de Sánchez. Divide y vencerás. Déjalos que se maten entre ellos y mientras tanto nosotros a recoger las nueces que vayan cayendo de los fondos europeos y a sacar el mayor rédito posible de los errores que con tanta frecuencia cometen los actuales dirigentes del PP.

Luego, para que la desorbitada subida del precio de la electricidad no le pase factura a este Gobierno, el mejor remedio es anunciar medidas de control en los beneficios de las compañías eléctricas. Ya no valía con apagar la luz y mirar para otro lado, o meterse debajo de la mesa, culpando en diferido a Mariano Rajoy de las subidas.

Para que las concesiones al independentismo se acepten como mal menor, nada más apropiado que sentarse a una mesa, donde ni tan siquiera está representada una parte del gobierno catalán. Tampoco es necesario hacer alardes, ni sacar pecho, porque ellos mismos se encargan de tirar por tierra la propuesta de diálogo. Poner encima de la mesa coja la autodeterminación, un referéndum o la amnistía de los ya indultados es ridículo, y ni siquiera lo reivindicará el Govern en pleno.

Para que Sánchez siga alargando su estancia en Moncloa lo mejor que le podía pasar al presidente es que sus aliados de ERC se sentaran en una mesa de diálogo y adquirieran el compromiso de seguir prestando su ayuda al gobierno central, mientras Puigdemont sigue amenazando con romper nuevos puentes desde su confortable exilio de Waterloo.

En este nuevo curso político, Cataluña puede empezar a dejar de ser un problema para Sánchez. La clase dirigente de este territorio ha llegado a tales niveles de nulidad e incompetencia que conviene dejarles que sigan a su aire. La estrategia más adecuada consiste en alimentar sus diferencias, sus despropósitos y sus ensoñaciones, hasta que, de una vez por todas, los ciudadanos catalanes sean capaces de mandarles a su casa.

Pero lo más sorprendente de estos últimos días, la perla cultivada, es que Sánchez reconozca en televisión que está vacunando a todo el mundo, incluso a quienes no le han votado. Un fenómeno, el presidente, de dimensiones inabarcables.