Los costes de producción marcan la actividad agraria

Vidal Maté
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Los ganaderos ajustan el número de cabezas en las granjas por el encarecimiento de los piensos y otros insumos y los agricultores sopesan mucho el volumen de abono a usar en la sementera

Los costes de producción marcan la actividad agraria

Los incrementos disparados de los costes de producción dominan la actual coyuntura en el conjunto del sector agrario. En la actividad agrícola, la sementera ha estado y sigue marcada por la fuerte subida de los precios de los fertilizantes, sumados a los del gasóleo y a la prudencia de los agricultores a la hora del empleo de estos insumos en espera de ver cómo evoluciona el clima en los próximos meses. Hay miedo a «tirar» un abono que está por las nubes y que, si las lluvias no acompañan, puede no servir para nada o incluso ser perjudicial para la tierra.

En el caso de las producciones ganaderas, el incremento de los precios de los piensos entre un 40% y un 50% es el protagonista de una situación que se ha traducido en una apuesta por un ajuste del número de cabezas en las granjas para evitar producir caro sin saber si habrá demanda suficiente ante la previsible situación de crisis en el consumo. Hay miedo a producir, sobre todo a los elevados costes actuales, sin tener garantías de recuperar la inversión debido a los precios de venta, a pesar de lo que diga la Ley de la Cadena.

El porcino ha sido un sector con un crecimiento espectacular al pasar en una década de una producción de 3,4 millones de toneladas a los 5,2 millones del último año. Se trata de un proceso en el que ha jugado un papel clave el sistema de integración y una apuesta por la competitividad y la apertura a los mercados exteriores, donde coloca más de tres millones de toneladas. China es el principal destinatario con 1,4 millones de toneladas, pero tampoco se pueden olvidar sus ventas en mercados comunitarios como Alemania, Países Bajos, Francia, Italia o Portugal. La recuperación de la cabaña china tras la peste que diezmó sus granjas supuso un freno a las ventas que obligó a buscar otros mercados en Asia y en el continente americano. Todo ello ha supuesto una parada en la potente tendencia de crecimiento de los años precedentes para entrar en un periodo de estabilidad -aderezado de una gran dosis de prudencia- en las 86.000 granjas existentes. El censo es de unos 29 millones de cerdos y se sacrifican cada año unos 58 millones de cabezas para una demanda interna que tiende a la baja y unas exportaciones que únicamente mantienen un ligero incremento. Con la estabilidad, las cotizaciones llegaron a precios récord de las últimas dos décadas, superando los 1,70 euros por kilo en vivo.

El vacuno ha sido uno de los sectores que en los últimos tiempos ha disfrutado de unos precios en positivo, lo que decidió a miles de ganaderos de leche a enviar animales de avanzada edad para el sacrificio, lo que al mismo tiempo les permitía reducir gastos por el elevado precio de los piensos. Sin embargo, el miedo a que los costes de producción (sobre todo alimentación) no pudieran repercutirse en el precio de venta de los animales dio lugar a una reducción importante en la entrada de animales en los cebaderos; animales que, además, en una gran parte procedían de otros países comunitarios. Es de esperar que esta situación de ajuste en los cebaderos tenga sus efectos en los mercados en los próximos dos meses, cuando lleguen menos animales a los mataderos y se produzca una reducción de la oferta con el consiguiente impacto sobre los precios a pagar por los consumidores.

En el sector de la avicultura de carne la situación es muy diferente si se tiene en cuenta que los ganaderos que operan por libre suponen menos del 20% de la oferta y que el grueso de la producción se hace bajo el sistema de integración: grandes grupos que aportan pollitos, piensos, servicios veterinarios y medicamentos a los granjeros, quienes ponen sus instalaciones preparadas y su trabajo a cambio de una compensación económica cuyo montante actualmente enfrenta a ambas partes. En este contexto, la oferta responde solamente a las decisiones que adopten esos grandes grupos en función de los costes de producción, de los mercados y sus posibilidades para repercutir los gastos a los grupos de la distribución en su estrategia de ofrecer el pollo como un producto barato en tiempos de crisis. En resumen, un sector sin ley.

Los granjeros piden más compensaciones a las integradoras para cubrir sus costes, pero, a la vez, una gran parte de los ganaderos jóvenes no puede dejar de producir ante la necesidad de mantener unos ingresos, aunque sean mínimos, para seguir amortizando los créditos de sus inversiones en las naves y otras infraestructuras.

La leche.

En el caso de la leche, la nota dominante ha sido el fuerte ajuste en el número de cabezas en las explotaciones, que en solo dos años han pasado de 834.00 a 790.000, aunque en muchos casos se hayan eliminado los animales más viejos por escasos rendimientos y poca rentabilidad. Al mismo tiempo, el número de explotaciones caía a menos de 11.000 frente a las casi 18.000 de 2015, proceso que ha dado lugar a explotaciones de mayor tamaño. A pesar de ese cambio de estructuras, la realidad ha sido que el volumen de leche se ha reducido globalmente a unos 7,5 millones de toneladas y que en los últimos meses las entregas han tenido un constante recorte hasta unas medias del 4% en julio y agosto.

Los precios por debajo de los costes ofertados por las industrias en los últimos años se hallan entre las razones para el ajuste de la producción mediante cierres de granjas y reducción de cabezas. Esos bajos precios han sido igualmente los responsables de que las cotizaciones de la leche hayan registrado también en los últimos seis meses los mayores repuntes de la última década ante la existencia de una situación similar en el exterior. Desde la perspectiva de los ganaderos, los precios actuales por encima de los 0,50 euros -con cifras en algunos casos superiores a los 0,60- han supuesto un respiro para el sector, pero se mantienen muy ajustados a unos costes de producción que siguen en ascenso.

En conejos, los productores señalan que la situación es dramática por el incremento de los costes (gas, electricidad, piensos, etc.). Esto se traduce en que producir un kilo de conejo ronda alrededor de 2,75-2,80 euros, mientras los precios percibidos se sitúan entre los 2,55 y los 2,60 euros por kilo.

En ovino y caprino, los precios de los piensos son un problema grave y más en un año dominado por la sequía y la falta de pastos. El ovino ha registrado en los últimos tiempos un descenso en el número de animales que deja la cifra entre 16 y 17 millones de cabezas. A pesar de ello, se revela como un sector resiliente con una producción estabilizada en unas 117.000 toneladas en ovino y otras casi 10.000 en caprino, a pesar de que la demanda interior se está reduciendo en los últimos tiempos.