El monumento funerario más visitado de la capital

Beatriz Palancar Ruiz
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La también duquesa de Sevillano quiso construir en los terrenos de Adoratrices un asilo o un colegio para necesitados y el lugar donde descansan sus restos y de familiares cercanos

Por deseo de la duquesa, la cripta del panteón está elevada sobre el terreno y descansa bajo la capilla a la que se accede por la escalinata. - Foto: Javier Pozo

El Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo es el segundo monumento de la ciudad más visitado después del Palacio del Infantado. Por este motivo, el Ayuntamiento de Guadalajara, en 2016, decidió ampliar su horario asumiendo a través de la Oficina Municipal de Turismo parte de esta demanda para dar respuesta al interés de los visitantes por conocer este mausoleo único en la capital.

El Panteón de la condesa de la Vega del Pozo, o duquesa de Sevillano, ya que María Diega Desmaissères y Sevillano tenía ambos títulos heredados por parte de padre y de madre, forma parte de un conjunto arquitectónico que ordenó construir la duquesa y condesa antes de su fallecimiento, que aconteció el 18 de marzo de 1916.

María Diega, heredera de una gran fortuna de más de 120 millones de pesetas de la época, además de propiedades y títulos nobiliarios, atendía las necesidades sociales de los guadalajareños proporcionando trabajo a los obreros, en un momento en el que había mucho paro en la ciudad, para la construcción del complejo en el que se concentran edificios tan representativos como el panteón familiar, la iglesia dedicada a su tía Santa María Micaela y el colegio que gestiona la Congregación de las Religiosas Adoratrices que su tía fundó, así como el conjunto de edificios agrícolas denominado Poblado de Villaflores situado a las afueras de la ciudad. 

La duquesa de Sevillano aprendió, sin duda, de su tía Santa María Micaela, que era religiosa y también vizcondesa de Jorbalán, una gran sensibilidad hacia los más desfavorecidos porque tuvo una estrecha relación con ella. 

Los vecinos de la ciudad guardaban un gran cariño a esta artistócrata que, según cuentan, mandaba demoler las tapias del complejo de Adoratrices cuando finalizaban las obras para poder continuar ofreciendo trabajo a los obreros. Y es que la aristócrata tuvo gestos poco comunes para la época en la que vivió, ya que pagaba a los empleados su salario incluyendo los domingos y festivos aunque no trabajaran, se preocupaba por la alimentación de las embarazadas procurándoles leche y carne durante el periodo de gestación, y su plan era crear un asilo y una escuela para niños pobres dentro del complejo de edificios que mandó construir. 

Esta obra social de la condesa de la Vega del Pozo se inicia en el año 1881, cuando decide emprender el proyecto que denominó 'La Fundación', en los terrenos de su propiedad situados en la zona de la ciudad que aún hoy se conoce como San Roque, donde quiso diseñar una serie de edificios bajo la dirección del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

Su fallecimiento cambió el rumbo del destino final de este complejo y su entierro fue un momento en el que la ciudad pudo mostrar su admiración con un gran cortejo fúnebre que pasó por las calles con muchas coronas de flores de las instituciones y, sobre todo, con gran cantidad de personas que salieron para despedirse antes de su inhumación en el panteón familiar que ella mandó construir.