Unión de voces, también en los peores momentos

Javier Herrero (EFE)
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El Coro Nacional de España cumple medio siglo silenciado por la pandemia, pero no ha dejado de ensayar tras superar el bache de hace unos años que llevó a diezmar sus componentes

El Coro Nacional celebró el pasado 20 de junio en ‘streaming’ un concierto, coincidiendo con el Día de la Música, en favor de las víctimas de la pandemia. - Foto: Luca Piergiovanni

En «un momento de paz» respecto a los problemas estructurales que hace años lo sumieron en una oleada de paros laborales, el Coro Nacional de España (CNE) celebra en 2021 medio siglo de vida, feliz de alzar la voz, aunque sea «en las peores circunstancias» que un conjunto vocal pueda imaginar.

Era el mes de marzo de 2020 cuando, nada más arrancar el ensayo de la Misa en si menor de Bach, un empleado irrumpía en la majestuosa Sala Sinfónica del Auditorio Nacional con este mensaje: «Todo el mundo a casa».

«Se produjo un gran silencio, meses amordazados en los que nos quitaron nuestro don más preciado, que es cantar», recuerda el actual director de esta agrupación semicentenaria, Miguel Ángel García Cañamero, tras un paréntesis roto el pasado mes de junio con motivo del Día de la Música.

Desde entonces, se han acostumbrado a trabajar desde la flexibilidad y la estricta atención a las normas sanitarias: el coro no canta ni ensaya a menos de dos metros «reales» de distancia interpersonal, siempre con mascarilla y a veces con pantallas acústicas como separadores.

Han conseguido salvarse de brotes como el que en verano se cebó con el coro del Teatro de la Zarzuela. «Ningún caso ni susto de momento», confirma con cautela García Cañamero, al subrayar «el gran esfuerzo a nivel institucional que se ha hecho» para permanecer activos, a diferencia de lo que sucede en otros países.

«No creo que sea atrevimiento por nuestra parte; en cada lugar las circunstancias son diferentes y estamos intentando hacerlo bien, alegrémonos por ello», opina, «muy sorprendido por la respuesta del público, que está sediento de cultura» y no ha dejado de acudir al llamado de la Orquesta y Coro Nacional de España.

Eso sí, las circunstancias cambiantes de la evolución de la pandemia les han obligado a cambiar los «programas a velocidades de relámpago».

«Nos está enseñando a descubrir cosas, más para bien que para mal. Cuando arrancamos la temporada, hicimos la Fantasía coral de Beethoven, una obra grandiosa que requiere fuerzas corales de 80 o 90 voces, pero limitados a 50. Dudábamos de si iba a funcionar, pero sonaba estupendamente porque al distanciar a los componentes por la sala, les daba un efecto de estereofonía», celebra el director.

En 2014, antes de su llegada a la dirección, el limitado número de miembros del CNE fue precisamente un gran problema que llevó a la formación a convocar una oleada de paros. Hoy, con unos 84 integrantes, se vive en ese sentido «un momento de paz».

«Los problemas estructurales del coro hay veces que vibran más y otras menos. Coexisten con su naturaleza y nunca se llegan a resolver. Eso no quiere decir que no sigamos tratando de conseguir más plantilla, pero desde la concordia», puntualiza el director del CNE, que traslada «una petición amable» al Gobierno para llegar a los «noventa y tantos» componentes.

 

Un país muy ‘cantarín’

Corría 1971 cuando Lola Rodríguez de Aragón fundó el CNE con la denominación inicial de Coro de la Escuela Superior de Canto para llenar el lugar de un gran coro sinfónico asociado a una orquesta estatal y hacer frente a todo el repertorio.

«Desde que nació, ha sido proa de barco», destaca García Cañamero, respecto a su estatus en un país que además es «pródigo en coros muy buenos», como el de RTVE, el del Teatro Real, el Orfeón Donostiarra... Su empeño desde que en 2015 asumiera la dirección del CNE ha sido justamente «garantizar el estándar de calidad» que dejaron sus predecesores, figuras como Rafael Frühbeck de Burgos, Jesús López Cobos o Josep Pons, entre otros, y que «se comporte con la misma calidad ante un repertorio del siglo XVIII que uno del siglo XXI».

También reivindica la labor para atraer nuevos públicos, con más educación por un lado («Hay que sembrar el deseo de conocer ese segmento de la cultura», comenta) y abriéndose a otros formatos, como la música de cine o la de videojuegos, «una auténtica fiesta de fin de semana».

Y aunque esta sigue siendo una profesión «de sacrificios, de estar al borde del precipicio», comenta que ha bajado la media de edad de los miembros del CNE, probablemente «porque para formarse ya no es necesario marcharse a Centroeuropa en busca de oportunidades», como le pasó a él. «Pero sigue siendo difícil. Hay que crear una expectativa en salidas profesionales», reclama.

Con el transcurrir de las décadas, el CNE también se ha adaptado a los nuevos criterios musicológicos. Hoy se busca la objetividad con la partitura, ser lo más fiel posible a la idea original del compositor y que la Pasión según San Mateo suene en Berlín igual que en Madrid. «Con todo, cuando entré en este coro descubrí que sí tiene un alma y una personalidad que no ha cambiado desde su fundación. Es la rotundidad a la hora de cantar y el tipo de color de voz», destaca.