Javier del Castillo

Javier del Castillo


Ducha fría y otoño caliente

18/10/2022

Lo explicó muy bien Nadia Calviño en una entrevista, cuando Carlos Alsina le preguntó por las previsiones del Gobierno sobre el crecimiento del PIB para 2023, que duplica la previsión del FMI, el BBVA, el Banco de España, la OCDE, Airef y otros organismos oficiales: «El futuro no está escrito». Como tampoco está escrito el de la propia ministra de Economía, aficionada a rectificar a la baja en sus pronósticos. 
En función del crecimiento estimado para el próximo año del 2,1% por los responsables económicos del Gobierno de España, se han elaborado los nuevos presupuestos, incrementando el gasto público, con la mirada puesta en las próximas Elecciones Generales. Si esas previsiones, como parece, no tienen fundamento y tampoco se ajustan a los pronósticos de Calviño ya se buscaría algún culpable. ¿Qué pasaría si sólo crecemos un uno por ciento? Pues seguiríamos endeudándonos y los recortes volverían a ser inevitables.
Esta huida hacia adelante, sin miedo al peligro, parece una copia calcada de la situación vivida en 2011. Recuerden cuando Zapatero se negaba a pronunciar la palabra crisis y sus asesores no encontraban más recursos gramaticales para sacarle del apuro y echarle una mano con eufemismos varios. Bueno, sí, se inventaron aquello tan bonito de los brotes verdes, que enseguida se tiñeron de negro. Entonces hubo que anunciar un plan de recortes, asumiendo la realidad que se ocultaba. Porque, aunque el futuro no esté escrito, el presente obliga muchas veces a tomar medidas impopulares. En definitiva, a reconocer que el país de las maravillas es una entelequia.
De nada sirve propiciar la dimisión del presidente del INE porque los datos del IPC sean peores de los que le gustaría al Gobierno. De nada sirve que el responsable del CIS se ponga al servicio de los dirigentes de su partido y amañe las encuestas, porque ya nadie se las cree. De nada sirve que se cambie al presidente de RTVE y se nombre a dedo a una persona afín a sus intereses políticos, porque la audiencia emigrará a otros canales para informarse… Y de nada vale que el Gobierno quiera controlar y acabar con la autonomía de diferentes instituciones y organismos públicos, porque la realidad es la que es. Y ni siquiera las cuentas y previsiones del Banco de España son moneda de cambio.
Sánchez y Calviño están obsesionados por lo que pueda ocurrir en las elecciones que tendrán lugar dentro de un año y no quieren saber nada de las previsiones del FMI, ni de los indicadores que maneja el Banco de España. Lo único importante para ellos es conseguir remontar en las encuestas y llegar a la cita electoral presumiendo de políticas sociales, de ayudas a los más necesitados y de ventajas fiscales para las rentas bajas. Luego, el que venga detrás que arree. 
El engaño y la mentira forman ya parte del actual escenario político. Con más o menos ingenio o acierto, intentan convencernos de que estamos mejor de lo que parece. Tampoco les preocupa confundir premeditadamente a la opinión pública e incluso cuestionar el rigor de previsiones y datos económicos que ofrecen de manera periódica instituciones «supuestamente» independientes.
En 1935 un ciudadano europeo, llamado Victor Lustig, fue detenido por haber vendido en dos ocasiones la torre Eiffel a dos multimillonarios americanos. Ese mismo individuo también fue capaz de patentar una máquina para copiar dinero y de timar al mismísimo Al Capone. 
 Más de uno intenta aquí imitarlo.