La invasión rusa de Ucrania entró este fin de semana en una nueva fase tras la conquista por parte de Moscú del último bastión de Lugansk, después del control total de la ciudad de Lisichansk, lo que permite al Kremlin hacerse fuerte en la región del Donbás, uno de los grandes objetivos que tiene Putin en mente. Pese a la resistencia de las tropas de Kiev, la superioridad de las fuerzas prorrusas, tanto en número como en capacidad destructora, empujó a una nueva victoria de Putin que refuerza su posición en este enclave y que se marca como objetivo ahora el control de la vecina Donetsk. Las advertencias lanzadas por la OTAN tras la cumbre de Madrid parece que no han tenido el efecto disuasorio deseado y Moscú prosigue con su doble estrategia bélica; la propia del campo de batalla, donde podría haber perdido más de 35.000 soldados, y la que se está librando en el mercado energético internacional. Ahora todos los ojos miran hacia Bielorrusia. Ucrania alertó ayer sobre el avance de Rusia en distintos frentes y señaló al país vecino por ayudar a Moscú y dar cobertura a su ejército, incluso advirtió de la posibilidad de que las Fuerzas Armadas bielorrusas puedan entrar en cualquier momento en el conflicto.
La campaña militar prosigue y todo apunta a que Putin mantendrá la guerra durante mucho tiempo, sabedor de que Europa tendrá un invierno complicado. Alemania ya ha dado por hecho que se va a quedar sin suministro de gas ruso este mismo verano. Su primer ministro, Olaf Scholz, defendió que Moscú tenía previsto iniciar la ofensiva un año antes de que arrancase el conflicto y consideró un error que la UE no haya puesto las bases para evitar que la dependencia energética les estrangule económicamente y esté provocando una escalada sin freno de la inflación. La sombra del racionamiento y de la recesión planea cada vez con más fuerza, aunque son muchos los expertos que piden a los responsables gubernamentales no caer en el alarmismo y provocar un pánico en hogares y mercados que, por el momento, no está justificado.
Sin embargo, el problema es real. Las sanciones económicas impuestas a Rusia, que todavía no están afectando a la población, pueden provocar un efecto devastador en el Viejo Continente si Putin decide cortar el suministro de gas. Es el gran as que el exagente de la KGB tiene en la manga y que podría desencadenar una crisis sin precedentes. Bruselas debe tratar de agilizar una alternativa. El Banco Central Europeo considera que, llegado tal extremo, Europa viviría varios años con una alta inflación y el precio de la energía disparado. El devenir de la invasión rusa de Ucrania prevé un otoño complicado y uno de los inviernos más duros que se recuerdan en épocas. La UE debe buscar soluciones para afrontar el peor de los escenarios. Mañana será tarde.