Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Indúltese

23/06/2021

Los indultos tramitados este martes por el Consejo de Ministros pasarán a la historia, no sabemos aún de qué forma, pero, en cualquier caso, como los más extraños y extravagantes de la historia judicial del país, no solamente porque esté en contra buena parte de la ciudadanía española sino porque no los reciben con la más mínima ilusión los destinatarios, que no dudan en mostrar todo su desprecio hacía una medida que pone de manifiesto la debilidad del Estado (dice Junqueras).
Lo  cierto es que la medida es de tal envergadura que no sabremos a ciencia cierta su alcance hasta que no pasen unos cuantos años. A todos nos gustaría pensar que dentro de diez años la situación en Cataluña ha mejorado, sin ingenuidades porque el nacionalismo independentista es un veneno que no se cura ni formando parte de una nación históricamente tan indiscutible como España, pero sería un buen paso conseguir que el nacionalismo catalán se amoldará al terreno como en los últimos años lo ha hecho el vasco. No es el mejor mundo posible pero desde el posibilismo podría ser  aceptable, teniendo en cuenta que el punto de partida es el órdago brutal de octubre de 2017. Al menos así se pondría de manifiesto la fortaleza del Estado y de la Constitución.
Dice Pedro Sánchez que todo lo está haciendo por salvaguardar la unidad del país, por la concordia, y el encuentro, pero lo que tiene a la mayoría de los españoles estupefactos es que la otra parte de ese pacto supuestamente en ciernes se mofa y cachondea de la generosa capacidad indultadora del Estado, en contra incluso del criterio del Tribunal Supremo, en una especie de ‘indúltese’ unipersonal y unilateral. ¿Hay algo más en este extraño movimiento que la voluntad de permanencia de Sánchez en el poder? ¿Qué hay tras la bambalinas del Liceu y la magnánima épica sanchista del reencuentro? Tengo para mí que  Pedro Sánchez, que es hombre acostumbrado a los cálculos a corto plazo por más que nos despiste con proyectos para 2050, baraja la posibilidad de que al final el tinglado indepe (tan mal avenido) salte por los aires durante la mesa de negociación y llegar a algún tipo de acuerdo con el componente ERC para la gobernanza en la Moncloa y la Generalitat.
El problema de lo que ya se viene en llamar ‘sanchismo’ es que es fácil quedar prendado de la ampulosidad de la propuesta y las supuestas buenas intenciones de un discurso que, sin embargo, se rompe como un jarrón chino ante el análisis de los hechos y sus consecuencias, se rompe en medio de un brutal escalofrío al hacer balance de una secuencia plagada de contradicciones. ¿Cuál serán las consecuencias de los indultos? Es muy difícil calibrarlo en este momento, lo veremos en un plazo largo, pero en dos años a lo sumo, cuando Sánchez tenga que comparecer ante las urnas, ya habrá síntomas en uno u otro sentido, que de eso se trata y esa es la intención de un órdago que, por más que se envuelva en grandilocuencia, lleva en su seno un cálculo a corto plazo puramente electoral.
Pedro Sánchez, cuya voluntad de permanecer es inconmesurable, sabe que se la juega políticamente con los indultos como desde el punto de vista económico con la utilización correcta y eficaz de los fondos europeos. Ambos asuntos son de tal importancia que, si la apuesta no funciona, Sánchez será un cadáver político, pero lo que es peor: nuestro país tendrá que revertir una cuesta abajo que pondrá en serios apuros todo lo construido en las últimas décadas. Los españoles juzgarán en las próximas urnas, demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas, pero lo suficiente para saber si se está acertando con el tiro.
Lo que se está ventilando con los indultos es la visión de un Estado de derecho como garante de la justicia y la igualdad de los españoles, o como una camaleónica máquina expendedora de medidas de gracia en contra del TS y en medio del  desprecio de los propios beneficiados. Visto así, yo me quedo con la primera opción, sigo pensando que es el camino acertado porque no veo mimbres para pensar que el otro camino nos lleve a la concordia y sí a la debilidad.  Decía Sánchez este lunes en el Liceu  que  en el asunto Catalán ha habido errores de cálculo en todos los ámbitos. El primero fue pensar que el nacionalismo catalán, desde los tiempos de Jordi Pujol, podría ejercitar algún tipo de lealtad hacia el proyecto constitucional. Ahora ni siquiera es capaz, o no le hace falta, fingir aquella impostada lealtad del pujolismo con la que tantos réditos obtuvo.