El aceite de oliva es un estandarte de la gastronomía española. Presente en todas las cocinas, forma parte de los platos más característicos del recetario nacional y además es, con diferencia, la grasa más sana de todas las empleadas en alimentación. Además de un gran consumidor, España también es el principal productor mundial, con un 45% del total y un 70% si se habla de la Unión Europea, según datos del Ministerio de Agricultura.
Sin embargo, para el sector oleícola corren tiempos complicados. Son principalmente dos los factores que lo atenazan que, no por afectar también a otras ramas agrarias, dejan de ser condicionantes. Se trata de la sequía y del aumento de los costes de producción, que van de la mano.
Según explica Teresa Pérez, gerente de la Interprofesional del Aceite de Oliva, la falta de agua ha hecho encadenar dos campañas con muy baja producción. Esta circunstancia no es normal en el olivar, puesto que se trata de árboles veceros que suelen alternar campañas fructíferas con otras más exiguas. Según el Ministerio, la producción en 2022/23 ascendió a 664.000 toneladas, cifra que representa la mitad del valor medio de la producción española de los últimos 15 años y un descenso del 55,6% respecto a la campaña anterior. Las previsiones para la campaña que acaba de comenzar mejoran un poco las cifras, pero tampoco es para tirar cohetes: se esperan 765.300 toneladas, lo que, aunque supone un 15% más que en el ejercicio previo, no deja de ser una cifra muy baja que supone un 34% menos que la media de los últimos cuatro años.
Tiempos inciertos para el aceite de oliva - Foto: Ingrid FernándezPero, además de la sequía, y en parte por causa de ésta, los costes de producción se han incrementado. Para los productores, las labores de recogida, poda, abonado y algunas otras cuestan lo mismo haya buena o mala cosecha, a lo que se une el encarecimiento de los insumos, con lo cual el coste por kilo estas dos últimas campañas está siendo más alto que en años buenos. A esto se une, a mayores, que los precios pagados en origen están descendiendo. La recolección avanza y con ella la oferta de aceite en el mercado, a lo que se une que la demanda no está en su mejor momento por los altos precios en los lineales, por lo que los olivareros ven mermada la cotización de la aceituna.
La Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO) aclara que estos costes se han duplicado solo en los últimos tres años. La presidenta de AEMO, Lola Amo, asegura que «los altos precios del aceite de oliva en el mercado no compensan la subida de costes y la elevación de los mismos derivada de la baja cosecha» y, por tanto, los productores «no han aumentado sus márgenes de beneficio».
Aparte de esto, la gerente de la interprofesional expone que los rendimientos grasos de la aceituna están siendo menores que lo esperado, principalmente a causa de la sequía y las altas temperaturas. Una situación que las lluvias que están cayendo no van a mejorar, o al menos no significativamente. Y en las almazaras se produce una situación análoga a la que se da en el campo: prensar un kilo de aceituna cuesta lo que cuesta, independientemente de la cantidad de aceite que se obtenga, con lo que los gastos para extraer un litro han aumentado.
Tiempos inciertos para el aceite de oliva - Foto: Ingrid FernándezEsta es una de las razones por las que el aceite está por las nubes. En cualquier caso, Teresa Pérez afirma que no va a haber problemas de abastecimiento de aceite español en los lineales, algo que los datos del Ministerio confirman. Al enlace (existencias disponibles al comenzar la campaña) de 247.284 toneladas se sumarían las más de 750.000 que se espera obtener en esta cosecha. Teniendo en cuenta que el consumo interior se cifra en algo menos de 370.000 toneladas, habrá aceite de sobra.
Otro cantar será la evolución de los precios. Hace ya un mes, al inicio de la campaña, la interprofesional alertaba de que las tensiones en los precios se mantendrán debido a que la demanda en el mercado seguirá siendo alta -a pesar del descenso del 13% registrado en el ejercicio 2022/23-, mientras que la disponibilidad de producto continuará siendo baja a pesar de los moderados incrementos que puedan producirse sobre las estimaciones de producción actuales. Además recomendaba no hacer acopio, pues eso podría tensionar más aún la situación. «Ahora mismo, en este tipo de escenario, lo mejor es comprar lo que uno necesita. Hacer acopio tampoco ayudaría porque sería como una huida hacia delante, provocaría una mayor subida de precios porque haría mayor tensión en los mercados», explicaba la gerente de la entidad.
También indicaba que «lo mejor por el momento es esperar a que en cuanto empiece la producción de esta nueva campaña, el volumen de disponibilidades haga reducir ligeramente esa tensión en los precios», aunque añadía que los niveles seguirán altos. Algo en lo que coincidía hace unos días el consejero delegado del grupo Deoleo, Ignacio Silva, que señalaba a junio de 2024 como fecha para que el precio que paga el consumidor por el aceite de oliva pueda empezar a relajarse.
Regadío y fondos.
El presidente de sector del aceite de Cooperativas Agro-Alimentarias, Rafael Sánchez de Puerta, asegura que, en el futuro, la presencia de fondos de inversión «va a ser muy natural en el regadío, pero el gran problema está en el secano, con mucha superficie y una rentabilidad tremendamente dañada, no solo por la menor producción, sino también por los costes asociados».
El consultor del sector oleícola Juan Vilar apunta que, en una situación «inédita» marcada por la alta incertidumbre y la crisis de la oferta, los inversores ya se preparan para una mayor producción. Un detalle es que se está encareciendo el precio de los terrenos con disponibilidad de agua. «España, con 900 fondos de inversión agrícolas inscritos, y Portugal son dos países con un nivel de paz social y económica que les permite ser dos de los mayores abastecedores de productos agrícolas en Europa», según Vilar.
A su juicio, se tiende a buscar la eficiencia mediante la transformación del olivar tradicional en seto o la plantación directa en nuevas tierras en regadío, aunque cuando esto no es posible cabe la diferenciación del tradicional mediante el producto ecológico. «Los fondos de inversión buscan una rentabilidad de dos dígitos y, en la mayor parte de las explotaciones de leñosos permanentes con regadío ésta supera el 10%», destaca el consultor.
Diferencia de precios.
Durante un tiempo los medios de comunicación se hicieron eco de las diferencias en los precios del aceite de oliva que había entre unos comercios y otros e incluso se confrontaban con aceites de oliva españoles vendidos fuera de nuestras fronteras. La gerente de la Interprofesional del Aceite de Oliva explica que las razones por las que existen estas variaciones de precio entre las cadenas de distribuidores dependen de distintos factores. «Para empezar, tendríamos que ver cuándo se han comercializado esos aceites. Una cadena de comercialización puede haber comprado o cerrado el precio del aceite hace unas semanas o meses, y eso ya puede suponer una diferencia de precio entre unos y otros», señala. Además, añade que es muy difícil hacer una comparativa de precios, ya que de por medio está la estrategia de comercialización de cada grupo de distribución. «Hay muchos factores, muchas variables que actúan, no solo la del precio del producto, habría que ver exactamente cuándo ha comprado esa cadena el lote de aceite, cuándo ha cerrado el contrato de compra con la marca, porque estamos hablando de que en esta última campaña los precios han ido oscilando semana a semana, por lo tanto puede haber diferencias», explica.
Dos años sin concretar el mecanismo para evitar volatilidad en los precios.
El Consejo de Ministros aprobó el 9 de febrero de 2021 el Real Decreto que desarrolla la aplicación del artículo 167 bis de la Organización Común de los Mercados Agrarios de la Unión Europea para fijar los requisitos y el contenido de una norma de comercialización para el sector del aceite de oliva. Este Real Decreto permite que el Ministerio de Agricultura, ante situaciones de claro riesgo de desequilibrio de mercado, pueda determinar (previa consulta a las comunidades autónomas y a los representantes del sector) a través de una orden una retirada temporal de producto de manera obligatoria para todos los operadores del sector hasta la campaña siguiente, e incluso determinar su destino a uso no alimentario.
Durante una reunión sectorial celebrada recientemente, COAG pidió al Ministerio de Agricultura que concrete ya las cifras y casos concretos de activación automática del mecanismo de regulación del mercado que permite esta retirada temporal de producto de manera obligatoria para lograr una estabilidad de precios. La norma posibilita la autorregulación en un cultivo cuya producción se encuentra caracterizada por el fenómeno de la vecería, con campañas de producciones muy altas alternadas con otras de rendimientos bajos. Esta es una de las causas de la gran volatilidad de los precios, que tiene a su vez una clara incidencia en la viabilidad económica de muchas de las explotaciones oleícolas, en particular las más tradicionales.
«Se trata de una norma pensada para evitar la volatilidad, con lo que el agricultor puede asegurarse una estabilidad de precios vital para su subsistencia, al tiempo que supone un beneficio para los consumidores, que no se verán sometidos a vaivenes de precios en un producto esencial», apuntaba Juan Luís Ávila, responsable de olivar de COAG. A lo que añadía que «de hecho, si esta norma hubiese estado aprobada hace varios años, cuando se registró en España una cosecha de aceite histórica (2013-2014) no se habría producido la crisis de precios que vivió el sector durante tres largos años, ya que se habría podido retirar del mercado, de forma obligatoria y automática, la cantidad de aceite necesario para dar estabilidad al mercado. Y ahora tampoco tendríamos una subida de precios al consumidor tan pronunciada por falta de aceite a causa de la sequía».