Imprescindibles en el campo

Antonio Herraiz
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Es una de las vicepresidentas de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos (APAG). Salvo manejar la cosechadora, realiza todas las labores del campo igual que su marido: se sube al tractor para sembrar, pasar el rulo o echar herbicida

Imprescindibles en el campo - Foto: Javier Pozo

Para los que son incapaces de desprenderse de estereotipos: Cruz González (Guadalajara, 1979) es agricultora, madre y completamente femenina. Resuelta y muy decidida. Rompe con todos los tópicos urbanitas que presentan a la mujer rural como algo exótico, cuando no como una garrula siempre sometida a las órdenes del hombre. «Esta percepción es fruto del desconocimiento y muy antigua. Entre los compañeros, no hay discriminación. Al contrario. Te animan más». Y su labor diaria confirma que no hay distinción entre el trabajo que realiza ella y el que hace su marido, Arturo, con el que comparte la explotación agrícola. Cruz se sube al tractor para sembrar, pasar el rulo, echar herbicida o para cualquiera de las tareas del campo. «Lo único que no hago es manejar la cosechadora. El resto, todo igual. Los días previos a Semana Santa, viendo la previsión de fuertes lluvias que venía y que nos iban a impedir trabajar, cada uno con un tractor estuvimos día y noche para dejar todo listo». 

Aunque suene a perogrullada, la mujer es el elemento vital del medio rural. Si ellas no se quedan, el campo se muere. «Un pueblo sin mujeres jóvenes está abocado a desaparecer y si no están garantizados unos recursos básicos se terminan yendo. Es así de sencillo, por mucho que en Madrid o en Toledo se les llene la boca cuando hablan de la España vacía o vaciada». Y es la gente que vive y trabaja todo el año en los pueblos la que mantiene activos esos servicios; la que permite que haya médico en verano, aunque sea compartido con otros municipios; la que presiona para que arreglen una determinada carretera o para que las comunicaciones tecnológicas te permitan trabajar igual que si estuvieras en el barrio de Salamanca de la capital. «Si la Administración no es capaz de fijar población, garantizando los servicios, los pueblos se van a convertir en un parque temático para vacaciones y poco más». 

A Cruz González el amor al campo y a la agricultura le viene por tradición familiar. «Lo mamas en casa. Me subiría por primera vez a un tractor con tres o cuatro años y ya conducirlo pues con 15 ó 16». Sin carnet, claro. Vive en Sacedón y la mayor parte de la labor la tiene en Millana, el pueblo de su marido. Cuando formalizaron la relación, Cruz decidió profesionalizarse para dedicarse al trabajo que había visto desde niña en casa. También atendía al ganado, que se vieron obligados a quitar hace unos años por las dificultades para encontrar profesionales que lo cuidaran. «Me gustaría seguir aquí y que mi hijo, después de formarse, siguiera con este oficio. Sin embargo, viendo todas las dificultades que atraviesa la agricultura, dan ganas de salir corriendo». 

Para Cruz el principal problema que acorrala el sector en Guadalajara -eminentemente cerealista- son los precios. «No podemos trabajar a pérdidas y lo que están pagando por una tonelada de cebada o de trigo está muy por debajo de lo que nos ha costado producirla. La campaña pasada fue para nosotros la más cara de la historia, tanto por el precio de los carburantes como por el de los fertilizantes». Y mira a Ucrania, con la retirada de los aranceles al grano que proviene de este país. «La guerra de Ucrania la estamos pagando los agricultores españoles y no podemos competir». Luego me relata una larga lista de problemas que asfixian al sector: desde la burocracia interminable –«estamos más tiempo frente al ordenador que subidos al tractor»- a las exigencias del cuaderno digital, un mecanismo con el que tratan de rastrear cualquier movimiento del agricultor. «Han prometido que va a ser voluntario, pero no deja de ser un chantaje. El que no lo haga, se arriesga a tener más inspecciones». 

Cruz González canaliza todas estas reivindicaciones del agro provincial dentro de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara (APAG), de la que es vicepresidenta. En APAG se han ido sumado a todas las movilizaciones que ha convocado el sector, obteniendo una respuesta poco determinante por parte del Ministerio de Agricultura. «Lo único que hemos conseguido hasta ahora es que la sociedad sea consciente de los problemas que sufre el campo. Sin agricultura, no hay nada, y si continua esta espiral, la cesta de la compra se va a encarecer aún más». Ella es una romántica del campo y no pierde la esperanza. Va a pelear para que mejoren las condiciones del medio rural y seguir así viviendo en el pueblo, dedicándose a cultivar una parte de la Alcarria donde están los orígenes de su familia.